Olav Dirkmaat / / 25 de febrero del 2020

Coronavirus: en defensa del miedo racional

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El pánico es racional, a pesar de lo que dicen nuestros gobernantes.

El coronavirus ya se ha cobrado más vidas que el MERS y el SARS. Con miles de infectados, el número de fallecidos solo incrementará —uno puede llevar la cuenta exacta aquí—. Es más, las consecuencias económicas están comenzando a aparecer. Apple, por ejemplo, advirtió que su suministro está en riesgo. Pero nuestros gobernantes han predicado la paz: el pánico sobre el coronavirus es irracional. No podrían estar más equivocados.

La censura y los encubrimientos políticos

Debemos saber que, según la teoría de public choice, nuestros gobernantes toman aquellas decisiones que favorecen su supervivencia. En general, prefieren que los problemas por los que podrían ser percibidos como culpables no salgan a la luz. Cada error reduce las probabilidades de ser reelegido o de mantenerse en el poder —el caso de China—. Ya que la probabilidad de que un virus se extienda es baja, terminan restando importancia a la amenaza —en este caso el coronavirus— hasta que el problema se sale de control y se vuelve imposible de esconder.

Ya que la probabilidad de que un virus se extienda es baja, terminan restando importancia a la amenaza —en este caso el coronavirus— hasta que el problema se sale de control y se vuelve imposible de esconder.

Este tipo de comportamiento racional lo hemos podido observar en el caso del gobierno chino. Es ilustrativo que el primer médico en denunciar el misterioso virus, el doctor Li Wenliang, fuera arrestado por “difundir rumores falsos”. Sin embargo, castigar a Li Wenliang fue contraproducente. Cuando el médico estaba a punto de morir —falleció el 6 de febrero—, difundió un video por redes sociales. En el video, indica que el Gobierno le obligó a firmar una confesión diciendo que “había infringido la ley” y “perturbado el orden social”. Esto llevó a protestas de la población china, que pide mayor libertad de expresión.

Si un Gobierno opta por esconder errores, más vale que los esconda bien.

Por qué sí debemos estar aterrorizados: una breve lección de estadística

No solo los políticos han denominado el temor por el coronavirus “irracional”. Algunos líderes de opinión también lo han hecho —aquí un ejemplo—. Estos líderes regañan a la gente por actuar de forma irracional ante la amenaza del coronavirus. Su argumento es el siguiente: en la actualidad, se mueren 136 personas cada día por el coronavirus —100 hace un par de días—. Sin embargo, se mueren cada día 404 personas por diarrea, 552 personas por malaria, 685 personas por VIH/SIDA, 1,770 personas por caerse y 26,000 personas por cáncer. Es más probable morir cayéndose que por el coronavirus, según estos supuestos expertos. 

Nadie se pone paranoico por la preocupación de caerse por las gradas o en el baño. Por tanto, según los mismos expertos, el pánico ante el coronavirus es irracional. La gente debería preocuparse más por las causas letales “más familiares”.

Empirismo ingenuo

Esto es una falacia. El autor Nassim Taleb llama a esta conclusión “empirismo ingenuo”. Vaya, el mal uso de datos.

Para probar su punto, hace la siguiente pregunta: si fuéramos secuestrados por extraterrestres durante unos dos años y al regresar a la Tierra observáramos que un tercio de la población mundial se ha extinguido —pasamos de 7.5 mil millones de habitantes a 2.5—, ¿cuál sería la explicación más probable? ¿Que un tercio de la gente se ha caído o que un virus —como el actual— la ha matado?

No es necesario decir que la segunda respuesta sería la más lógica.

Esto es así por una simple razón. Hay una característica estadística que hace que una amenaza como el coronavirus justifique un pánico mucho mayor que el que existe ante el cáncer o las caídas: la tasa de mortalidad de estas últimas sigue una distribución normal —tiene “colas delgadas”—, mientras que la distribución estadística del coronavirus tiene “colas gruesas”.

Hay una característica estadística que hace que una amenaza como el coronavirus justifique un pánico mucho mayor que el que existe ante el cáncer o las caídas: la tasa de mortalidad de estas últimas sigue una distribución normal —tiene “colas delgadas”—, mientras que la distribución estadística del coronavirus tiene “colas gruesas”.

Cuando nos enfrentamos a una “cola gruesa”, los promedios —en efecto, las tasas de mortalidad son promedios— se vuelven muy inestables. Pueden aumentar muy rápidamente de forma exponencial o peor, o pueden caer a cero. Por el contrario, los promedios —las tasas de mortalidad— de caídas, cáncer y SIDA siguen una distribución normal, se comportan de forma más estable.

El pánico es una herramienta evolutiva del ser humano para enfrentar fenómenos con “colas gruesas”, entre ellos guerras, hambrunas, terremotos y el coronavirus. Es por eso que a lo largo de la evolución el pánico como característica sumamente humana no ha sido eliminado. A pesar de lo que dicen nuestros gobernantes, el pánico es racional.

Llamada a ser vigilantes

Si uno siente aprecio por la libertad, son exactamente momentos como estos en los que más vigilantes tenemos que estar. Al fin y al cabo, fue el gran Friedrich Hayek quien dijo: «las “emergencias” han sido siempre el pretexto bajo el cual las garantías de la libertad individual se han erosionado». La censura en particular, justificada por el presunto pánico sobre el coronavirus, es uno de estos caballos de Troya.

Mientras tanto, entremos en pánico.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Olav Dirkmaat

Director del Centro para el Análisis de las Decisiones Públicas (CADEP) y profesor de economía en la UFM. CIO de Hedgehog Capital. Doctor en Economía por la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid.

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