Carroll Ríos / / 7 de abril del 2020

La competencia política

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Los diputados se sienten presionados por la Unión Europea para aprobar una Ley de Competencia (Iniciativa No. 5074), ya que en el 2012 suscribieron el Acuerdo de Asociación (AdA) entre la Unión Europea y Centroamérica, que genera esa expectativa. De hecho, en mayo del 2016 el pleno del Congreso conoció en primera lectura la iniciativa número 5074 para aprobar una ley de competencia, pero el proceso quedó inconcluso.

Lo bueno e que el cabildeo para aprobar esta ley pinta la competencia en luz positiva. Es común sugerir que necesitamos más gobierno para aminorar la competencia feroz en el mercado. Tan típico es rechazar la competencia que en los kinders ahora les dan medalla a todos los niños por “participar”, así hayan entrado de último en la carrera o fracasado en alcanzar el objetivo trazado por el maestro. La mayoría de políticos opina que la competencia de mercado genera daños. En unos casos lo creen porque piensan que desfavorece a los considerados débiles y desventajados; en otros casos porque se cree, erróneamente, que unos ganan a costa de otros. De esa cuenta, recomiendan trasladar las actividades del mercado libre al ámbito político.

La mayoría de políticos opina que la competencia de mercado genera daños. En unos casos lo creen porque piensan que desfavorece a los considerados débiles y desventajados; en otros casos porque se cree, erróneamente, que unos ganan a costa de otros.

En realidad, los mercados son escenarios de gana-gana y la competencia produce efectos positivos en cuanto a la eficiente asignación de los recursos escasos. Lleva razón el presidente de Ruanda, Paul Kagame, cuando afirma que “la competencia es buena para todos (…) la competencia hace resaltar el potencial de todos (…) Y no importa en qué nivel de la sociedad; aún las personas pobres poseen esa energía, merecen esa libertad a través de la cual pueden competir con los demás y hacer su mejor esfuerzo”.

Lo ignorado es que la competencia no se elimina al sacar la decisión del ámbito económico. Se compite en casi todos los ámbitos de la vida humana, y los mercados políticos no son la excepción. La naturaleza de la competencia cambia, eso sí, dado que el mercado político sí es de suma cero. El funcionario con poder asigna una tajada a un grupo de interés en detrimento de otros grupos que se quedan fuera. En política se compite por el favor del funcionario y por rentas artificiales a las cuales quizás no tendríamos acceso si el gobierno no usara su poder de coaccionar a la ciudadanía para favorecernos.

Se compite en casi todos los ámbitos de la vida humana, y los mercados políticos no son la excepción.

Lo malo es que la iniciativa 5074 parte de un supuesto equivocado que proviene del enfoque de la economía del bienestar. Asume que los mercados, dejados a sus anchas, tenderán a convertirse en escenarios monopólicos u oligopólicos. Es decir, que los mercados libres perjudican al consumidor. Además, asume que los gobiernos pueden corregir esa tendencia, haciendo funcionar mejor al mercado de lo que funciona por su cuenta. La corrección es resultado de un imaginario gobierno justo, omnisciente y omnicompetente, cuando la realidad dista mucho de ese ideal.

La iniciativa 5074 parte de un supuesto equivocado que proviene del enfoque de la economía del bienestar.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Carroll Ríos

Presidenta del Instituto Fe y Libertad y profesora de public choice del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la UFM. 

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