Isabel Reyes / / 7 de julio del 2020

Los límites del presidencialismo

La tercera ola democrática trajo consigo el establecimiento del presidencialismo como el régimen latinoamericano por excelencia. Esto se proyectó en las esferas sociales y políticas de formas variadas en cada país; sin embargo, es de especial interés conocer cuál es la relación entre este tipo de régimen y la prevalencia de la promesa democrática a nivel regional.   

El régimen presidencialista tiene muchos rasgos que se adecúan a las demandas que culturalmente se han generado desde los procesos de construcción de Estado en América Latina. Entre ellos, encontramos una forma atenuada de concentración de poder encabezada por un personalismo latente. De esta manera, los procesos de transición introdujeron una nueva pieza al juego: la democracia. Reconociendo que la preservación de la democracia es un objetivo permanente, este principio sufre una distorsión y se convierte en una herramienta política. Al observar esto, las figuras presidenciales optan por el camino de reclamar la elección popular como la principal fuente legitimadora de su proyecto. Si sumamos esto a los períodos de tiempo fijos de función pública, alteramos el esquema de incentivos, creando visiones cortoplacistas caracterizadas por una miopía institucional.

El régimen presidencialista tiene muchos rasgos que se adecúan a las demandas que culturalmente se han generado desde los procesos de construcción de Estado en América Latina.

De esta manera, los procesos de transición introdujeron una nueva pieza al juego: la democracia.

Una vez se ha consolidado, el presidencialismo puede darse en una escala variada. Estos matices son el resultado de muchas variables que se pueden categorizar de dos maneras. La primera categoría responde a aquellos factores que, de alguna manera, están al alcance inmediato del ejecutivo. Esto incluye las atribuciones que formalmente se han concedido al presidente, así como el apoyo percibido desde el poder legislativo. El segundo está ligado al entorno, y en él se incluyen factores asociados al contexto social, económico y político. Esta categoría está a un menor alcance de la figura presidencial y de ella se desprenden elementos como la opinión pública o la coyuntura.

Pese a que no existe una categoría que sea más relevante que otra, las relaciones encontradas entre estas dos demuestran que los elementos institucionales son más estáticos y requieren de un mayor esfuerzo para modificarse. En la contraparte, el dinamismo de la variable contextual refleja grandes capacidades para modificarse y para modificar la normativa institucional. Es posible observar esta dinámica en el caso ecuatoriano, en el cual las promesas de convocar una asamblea constituyente, así como “poner un fin a la larga y triste noche neoliberal”, colocan a Rafael Correa en una posición proclive a la expansión. Esto se refleja en la aprobación de la Ley de Comunicación, calificada posteriormente como un mecanismo de represión, o bien en la creación de la Constitución de Montecristi, en la cual se conceden atribuciones (como la potestad de disolver la Asamblea Nacional o la facultad de iniciativas de ley ilimitadas) que reflejan un presidencialismo exacerbado.

Las relaciones encontradas entre estas dos demuestran que los elementos institucionales son más estáticos y requieren de un mayor esfuerzo para modificarse.

De esta manera, si tomamos la caracterización del ejecutivo como una figura con una visión miope, incentivada hacia la depredación y tendiente al personalismo, podemos ver el riesgo de grandes inestabilidades en muchos aspectos. En la región, es posible observar una herencia histórica fundamentada en el paternalismo, un sistema de partidos débil, mecanismos de canalización de demandas precarios y una sociedad civil frágil. Esto crea las condiciones adecuadas para la proliferación de un proyecto político propenso a la radicalización y a la crisis política.

En la región, es posible observar una herencia histórica fundamentada en el paternalismo, un sistema de partidos débil, mecanismos de canalización de demandas precarios y una sociedad civil frágil. Esto crea las condiciones adecuadas para la proliferación de un proyecto político propenso a la radicalización y a la crisis política.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Isabel Reyes

Politóloga con especialización en políticas públicas, egresada del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Francisco Marroquín. Le interesa el gobierno local, la investigación social y el desarrollo sostenible.

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