¿Por qué no se llenó América de esclavos blancos?
Es habitual escuchar la errónea concepción histórica de que la esclavitud fue un fenómeno racial. Sin duda, esta idea procede del enorme espacio que en las discusiones acerca de este tema ocupa el nefasto comercio trasatlántico de esclavos negros que fueron llevados a América durante la Edad Moderna. Pero ¿fue el color de piel lo que verdaderamente impidió a los europeos llevar esclavos blancos? ¿Es cierto que un cristiano tenía prohibido esclavizar a otro?
Aún hoy en día, y más gracias a los movimientos sociales que se han vivido en Estados Unidos en los últimos años, pervive en el imaginario colectivo la figura del esclavo como una persona negra. Sin duda, en América este fue el caso más habitual a causa del llamado comercio triangular. Este nombre deriva de las tres etapas del proceso: 1) los europeos viajaban a África con diferentes productos que intercambiaban por esclavos negros que habían sido previamente capturados y esclavizados por otros africanos; 2) después, viajaban hacia las Antillas, donde los vendían a cambio de productos típicamente americanos o metales preciosos; 3) con este cargamento, volvían a Europa para empezar la ruta de nuevo.
Mediante este proceso comercial, se calcula que 13 millones de esclavos negros salieron de puertos de África (no todos llegaron) con destino a América entre los siglos XV y XIX. Con un escenario tan claro y algunas ideas no tan exactas (aunque sí muy extendidas) sobre la imposibilidad de que un cristiano pudiera esclavizar a otro, resulta fácil pensar que esta era la única vía que los europeos tenían para conseguir mano de obra forzada. Las cosas eran más complicadas que eso.
Se calcula que 13 millones de esclavos negros salieron de puertos de África (no todos llegaron) con destino a América entre los siglos XV y XIX.
A comienzos del siglo XVI, los europeos todavía estaban esclavizándose entre sí. Esta tradición no era nueva y tampoco parecía estar unánimemente condenada por el cristianismo. El papa Clemente V, que se había enfrentado a Venecia, promovió en el 1309 una cruzada en contra de su población y luego animó a vender como esclavos a todos los capturados. Unos años antes, Inocencio IV no parecía compartir la postura de su homólogo, pero el hecho de que se enfadara porque genoveses y venecianos estuvieran vendiendo a cristianos ortodoxos nos dice que la población tampoco veía la esclavitud como un asunto limitado por cuestiones raciales ni religiosas.
A comienzos del siglo XVI, los europeos todavía estaban esclavizándose entre sí. Esta tradición no era nueva y tampoco parecía estar unánimemente condenada por el cristianismo.
Durante la Edad Moderna, al mismo tiempo que se daba el comercio triangular, los ejemplos también estaban por todas partes. Cuando Inglaterra ocupó la ciudad marroquí de Tánger en el siglo XVII, la marina real británica capturó un barco musulmán y vendió solo a los esclavos negros que encontró a bordo. A los griegos no los liberó, se los quedó y los utilizó como remeros. Prácticamente al mismo tiempo, la Francia de Luis XIV y de Colbert estaba haciendo lo mismo.
La Reforma protestante no hizo sino facilitar una justificación más para lo que ya era una realidad: protestantes y católicos podían esclavizarse mutuamente y quitarse sus posesiones. Durante la guerra civil inglesa se utilizó la amenaza de esclavitud incluso para los oponentes políticos: aquellos realistas que una vez hechos prisioneros se sigan negando a apoyar al Parlamento serán vendidos como esclavos, propuso el conde de Stamford. A Cromwell no debió parecerle mala idea, porque amenazó con lo mismo a escoceses e irlandeses. Como menciona el historiador Seymour Drescher, independientemente de si las amenazas se hacían realidad o no, este uso discursivo señala que los europeos no estaban convencidos de que ser del mismo color o de la misma religión te exonerara de convertirte en el esclavo de alguien de cualquiera de estos dos colectivos.
Independientemente de si las amenazas se hacían realidad o no, este uso discursivo señala que los europeos no estaban convencidos de que ser del mismo color o de la misma religión te exonerara de convertirte en el esclavo de alguien de cualquiera de estos dos colectivos.
Entonces, ¿por qué no alimentaron estas potencias sus colonias americanas con esclavos europeos? Como indica Drescher, países como Inglaterra tenían en su propio entorno numerosas oportunidades de obtener mano de obra forzada. Entre las más habituales estaban la delincuencia y la guerra. Según parece, llevar a América a esta población ya condenada a trabajos forzados de por vida, como de hecho se llegó a hacer en algunos casos, podría haber sido incluso más barato. Las razones por las que no se hizo no tienen tanto que ver con cuestiones raciales ni religiosas, sino con los posibles costos.
En primer lugar, para países como Inglaterra, podría haber supuesto un problema demográfico. Los ingleses perdieron como consecuencia de su guerra civil a un porcentaje mayor de población de la que perdieron durante la primera o la segunda guerra mundial. Se calcula que solo Irlanda perdió al 41% de su población directa o indirectamente por la guerra; las islas británicas, en total, casi el 12%. Por eso, garantizar una provisión constante de mano de obra esclava para las colonias hubiera dejado a Inglaterra (aún más) sin mano de obra productiva y, por lo tanto, habría sido más costoso que rentable.
Los ingleses perdieron como consecuencia de su guerra civil a un porcentaje mayor de población de la que perdieron durante la primera o la segunda guerra mundial. Se calcula que solo Irlanda perdió al 41% de su población directa o indirectamente por la guerra; las islas británicas, en total, casi el 12%.
En segundo lugar, los vacíos poblacionales son peligrosos más allá de las cuestiones económicas. En un contexto de continuas rivalidades entre las potencias europeas, el archienemigo de Inglaterra, Francia, hubiera podido aprovechar tanto la despoblación como sus efectos. La dificultad para reclutar a soldados hubiera hecho la conquista de Irlanda o Escocia algo más sencilla. Recordemos que estos eran territorios sometidos y con una larga tradición de insubordinación. Para Francia hubiera sido más fácil intervenir militarmente o, al menos, haber apoyado un movimiento insurreccional teniendo a su enemigo en esas condiciones. El incentivo de Inglaterra, igual que en el párrafo anterior, era tener cada vez más población y no menos.
La dificultad para reclutar a soldados hubiera hecho la conquista de Irlanda o Escocia algo más sencilla. Recordemos que estos eran territorios sometidos y con una larga tradición de insubordinación. Para Francia hubiera sido más fácil intervenir militarmente.
Por último, no podemos ignorar el elemento de la reproducción. Para los dueños de las plantaciones americanas, la reproducción de los esclavos era un factor fundamental. Invertir en esclavas negras que tuvieran hijos esclavos era una forma de rentabilizar la inversión inicial. En este sentido, la mano de obra esclava europea presentaba dos problemas de difícil solución: en primer lugar, por la naturaleza de la adquisición de la mano de obra forzada en Europa (en su mayoría soldados y convictos), esta era casi exclusivamente masculina; en segundo lugar, y en el caso de haber mujeres, no se presuponía la esclavitud de los descendientes de estas. Eso podría haber significado que, si bien tanto la inversión inicial como el costo del traslado pudieran haber sido menores, a la larga la fuerza laboral europea hubiera sido menos rentable.
En resumen, el esclavo ha sido tradicionalmente alguien ajeno a la comunidad, y profesar otra religión o tener un color de piel diferente son solo dos de las múltiples formas que el hombre ha encontrado para situar a algunos individuos fuera de esta. A pesar de que dentro de la cultura europea no había un rechazo unánime a esclavizar a otros europeos cristianos, hemos visto algunos factores que pudieron desincentivar la creación de un sistema de esclavitud europeo en América. Esclavizar a la población negra no era la única opción posible, pero sí la que menos problemas políticos y sociales generaba en las metrópolis.
En resumen, el esclavo ha sido tradicionalmente alguien ajeno a la comunidad, y profesar otra religión o tener un color de piel diferente son solo dos de las múltiples formas que el hombre ha encontrado para situar a algunos individuos fuera de esta.
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