El proceso de selección natural político: naturaleza y soluciones

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Un velo existente en las ciencias sociales, especialmente en la economía, es aquel que nos confunde al pensar que los individuos que asumen cargos en el campo político dejan de comportarse como todos los demás y adquieren facultades déspotas y benevolentes. La escuela del public choice ha realizado, desde su origen, un intento por eliminar este mito que tergiversa nuestra percepción. Esto lo hace al afirmar que estos individuos se guían por sus propios intereses y se comportan como cualquier otro.

James Buchanan, el fundador de esta escuela, indica lo siguiente: «Political players who might seek to further some conception of an all-encompassing general, or public interest cannot survive. They tend to be eliminated from the political game in the evolution like selection process».

Buchanan establece, indirectamente, que el public choice no concibe a los actores políticos como egoístas por naturaleza; al contrario, considerando que el ambiente político tiene su propio proceso de selección natural, los actores políticos toman las estrategias que les permiten sobrevivir a este. El problema principal —y la causa de los errores políticos— es que las estrategias que permiten a los individuos maximizar su propio interés no son siempre las que favorecen al interés público.

La teoría de juegos

En este caso, la teoría de juegos es una herramienta útil para demostrar este punto. Por ello, se formula un juego a través de una matriz de pagos, donde existen 2 jugadores: el político y el sistema político —entendido como el resto de los políticos en el Gobierno—. Estos tendrán únicamente 2 estrategias: ser corrupto o no serlo —supondremos también que el ser corrupto se entiende como no favorecer el interés público y viceversa—. Los pagos se representan en par ordenado, donde el primer dígito representa el pago al sistema y el segundo, el pago al político.

En la matriz A, se grafican las ganancias que obtienen ambos jugadores al tomar sus estrategias. Si el sistema político es corrupto y el político también, ambos ganan 10 —primer cuadrante—. Si el sistema es corrupto y el político no lo es, el sistema recibe 12 y el político 3 —segundo cuadrante—. Esto se debe a que el sistema puede aprovecharse del político no corrupto —por ejemplo, a través de amenazar con sacarlo de la política— y extraerle parte de sus ganancias.

En este caso, supongamos que el sueldo de cada político es 5: obtenemos el resultado al sustraer 2 al pago del político y agregar 2 al del sistema. Por otro lado, si el sistema no es corrupto y un político sí lo es, este puede extraer mucha ganancia: le sustrae 5 en este caso, dando como resultado 5, 15 —tercer cuadrante—. Sin embargo, si ninguno es corrupto, asumimos que solo ganan su sueldo de 5 —cuarto cuadrante—. 

La solución de este juego es por estrategias dominantes, es decir, hay una estrategia que maximiza ganancias sin importar lo que el otro jugador elija. La estrategia dominante para el sistema es ser corrupto, ya que, si el político individual es corrupto, gana 10 —en lugar de 5, siendo corrupto— y, si el político es no corrupto, gana 12 en lugar de 5. Podemos observar que, para el político, su estrategia dominante también es ser corrupto —10 es mayor que 3 y 15 mayor que 5—.

Equilibrio de Nash

El resultado donde ambos jugadores juegan su mejor estrategia dado lo que hace la contraparte y no tienen incentivos a cambiar su decisión se conoce como equilibrio de Nash. Este juego encuentra este tipo de equilibrio cuando ambos eligen ser corruptos.

El problema con esto es que el costo social de esta solución es muy alto. Para ello, se formula el mismo juego, pero, en vez de escribir ganancias, pensemos en el costo impuesto a la sociedad por cada estrategia. La matriz B nos presenta nuestra suposición de que, si ninguno de los jugadores es corrupto, no hay costos sociales —cuarto cuadrante—.

Si un solo político es corrupto, pero el sistema no lo es, no representa un costo social muy alto. En este caso, colocamos 2 de costo social —tercer cuadrante—, pero este es un valor muy alto para la realidad. Por otro lado, el costo de que todo el sistema sea corrupto es muy grande; por ello, colocamos 20 para fines explicativos —segundo cuadrante—. Por último, si ambos son corruptos, simplemente sumamos los costos individuales 20, 2 —primer cuadrante—. 

Este juego —que únicamente simboliza los costos de la Matriz A— no puede resolverse, ya que consideramos que los actores políticos son como cualquier individuo y maximizan sus ganancias. Ahora bien, el problema se puede ver mejor de esta manera: la solución es la misma que el juego anterior. En otras palabras, ambos eligen ser corruptos; pues es lo que más les conviene, pero es la solución con mayor costo social.

Las reglas del juego

El public choice afirma que para lograr cambios en el sistema político debemos pensar en cómo modificar las reglas del juego —entendidas como las reglas constitucionales bajo las cuales ocurren las decisiones en la política—, para poder crear incentivos que conduzcan a que los actores políticos favorezcan el interés público. Buchanan sostiene que las reglas constitucionales juegan el papel de modificar la estructura de incentivos en las decisiones políticas; en nuestro ejemplo de la teoría de juegos, estas modifican la estructura de pagos de la Matriz A. 

Ahora bien, en la matriz C, podemos observar un caso hipotético en el cual las reglas constitucionales son eficaces en modificar la estructura de pagos. Si las reglas constitucionales imponen costos de 10 a la corrupción, entonces las ganancias de ambos jugadores de ser corruptos se eliminan —primer cuadrante—. Manteniendo que el sueldo es de 5 cuando el sistema es corrupto y el político no lo es, el sistema no gana nada; pero es capaz de sustraer ganancias del político, mostrado en el pago 2, 3 —segundo cuadrante—. Si el sistema no fuera corrupto, pero un político sí, el político podría sustraer ganancias del sueldo del sistema; sin embargo, esto sería en mucha menor medida, mostrado en el pago 4, 1 —tercer cuadrante—. Por último, si ninguno es corrupto, ambos ganan 5. 

Observamos que, aplicando la misma estrategia que con la Matriz A, esta vez la estrategia dominante es ser no corrupto para ambos jugadores; ya que, para el sistema, el ser corrupto no le conviene sin importar qué elija el político individual: 4 es mayor que 0 y 5 mayor que 2. Para el político, 3 es mejor que 0 y 5 mejor que 1. La solución y el nuevo equilibrio de Nash de este juego, a través de que los actores políticos busquen maximizar su propia ganancia, es el cuarto cuadrante, donde ninguno de los jugadores es corrupto. Regresando a la matriz B, el costo social nuevo es de 0 —solución en el cuarto cuadrante—.

Este ejemplo nos muestra que los individuos, a través de buscar sus propios intereses, pueden llegar a soluciones óptimas si son capaces de crear reglas constitucionales eficaces que favorezcan al interés público. En este ejemplo se observa que, si un político, o el sistema —que corresponde a todos los demás políticos—, escoge ser no corrupto en un entorno constitucional como el de la Matriz A, no conseguirá las ganancias que podría —el juego se planteó de forma optimista, es probable que el pago real de esto sea negativo— y finalmente será eliminado del panorama político.

No obstante, en un entorno como el planteado en la Matriz C, este podrá perseguir el interés público sin preocupaciones, y los políticos que prefieran seguir sus propios intereses les convendrá evitar la corrupción.

¿La persona correcta o reglas constitucionales correctas?

Correctamente, Buchanan y demás economistas de la escuela del public choice han afirmado que, para conseguir cambios en la política, debemos enfocarnos en modificar las reglas constitucionales: este juego intenta demostrarlo. Existe un pensamiento popular que afirma que, para conseguir una mejor política, debemos introducir “buenos políticos” —políticos que no sean corruptos, por ejemplo—.

Sin embargo, si nos apegamos a este ejemplo, ellos serán removidos en el proceso de selección natural político y no ocurrirán cambios. No obstante, si primero conseguimos un marco constitucional que favorezca el interés público, tendremos un sistema donde tanto los “buenos políticos” como los que buscan maximizar su propio interés favorecerán al interés general.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Luis Pedro Mendizábal Dardón

Estudiante de economía con especialización en Finanzas y en Política y Filosofía de la Facultad de Ciencias Económicas de la UFM. Director de actividades del Public Choice Club de la UFM

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