Olav Dirkmaat / / 1 de septiembre del 2021

¿Les beneficia a los países ricos la migración desde países pobres?

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La migración desde los países centroamericanos hacia Estados Unidos parece imparable. Se mencionan siempre las oportunidades económicas (es decir, la brecha salarial) y la seguridad como los dos motivos más importantes detrás de estos movimientos migratorios en masa. Llegar a Estados Unidos para muchos migrantes guatemaltecos, hondureños y salvadoreños claramente es un beneficio: ellos conseguirán mejores condiciones económicas y más seguridad.

Sin embargo, el otro lado de la moneda tiende a ser más controversial: ¿beneficia o perjudica esta migración a los propios estadounidenses? ¿Es la migración desde países pobres a países ricos también un beneficio para los ciudadanos de esos países ricos?

Un tema controversial

Esta controversia llegó a otro nivel cuando, en unos audios filtrados, se revela que el anterior presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo «¿por qué recibimos a gente de estos países de mierda?».

Por la forma despectiva, se deduce que, para Trump, el asunto está resuelto: permitir la inmigración desde países pobres es un acto de benevolencia por parte de los estadounidenses, como si fuera un sacrificio, a costo de los propios ciudadanos y a beneficio del pobre migrante.

A pesar del prejuicio de Trump, la pregunta en realidad es muy buena (aunque controversial): ¿representan los inmigrantes de países del tercer mundo un beneficio neto para los países del primer mundo?

Aproximar los beneficios netos de la inmigración del tercer mundo es un ejercicio complicado. Sin embargo, un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) argumenta a favor de permitir la entrada de un mayor número de inmigrantes poco calificados de países más pobres. El FMI da las siguientes razones:

  • los inmigrantes poco calificados ocupan trabajos esenciales donde la oferta es escasa;
  • los inmigrantes poco calificados se dedican a trabajo repetitivo y laborioso, lo cual permite que los trabajadores nativos pueden desplazarse hacia profesiones más complejas que requieren un mejor manejo del idioma;
  • los inmigrantes poco calificados brindan servicios domésticos y cuidado de niños, lo cual permite que las trabajadoras nativas entren a la fuerza laboral.

Todo esto resulta en, según los estimados del FMI, un aumento de 2 por ciento en el ingreso per cápita para cada aumento de un punto porcentual en la inmigración del tercer mundo.

¿Podría el estado de bienestar volver la inmigración del tercer mundo a un costo neto?

No obstante, es necesario contrarrestar los beneficios con los costos. En caso de la presencia de un extenso estado de bienestar, los costos del bienestar social de un inmigrante pueden tener un peso importante.

En los Países Bajos, por ejemplo, el uso del estado de bienestar es problemático entre varios grupos de inmigrantes del tercer mundo: de cada 10 inmigrantes de Somalia, siete terminan viviendo de asistencia social; de cada 10 de Siria, seis viven de asistencia social; de Eritrea, cinco; de Iraq, seis, y de Afganistán, 4.5 de cada 10. Entre holandeses, la tasa solo es de 2 por cada 100 personas.

El hecho que los inmigrantes de tercer mundo muchas veces no hablen el idioma les vuelve incapaces de encontrar trabajo, especialmente uno con salario mínimo elevado. Incluso, entre hijos de inmigrantes de países pobres, el uso del estado de bienestar (programas de asistencia social y la salud pública) es desproporcionadamente mayor.

¿Más inmigración, más libertad económica para el primer mundo?

Esto, en su mayoría, es un argumento en contra del estado de bienestar, no en contra de la inmigración de trabajadores poco calificados per se. Pero si tomamos un cierto nivel de bienestar público como dado, deberíamos replantear la idea de inmigración del tercer mundo como algo indiscriminadamente positivo. El considerar programas de asistencia social, leyes de salario mínimo y políticas de vivienda es inevitable cuando estimamos los potenciales beneficios de inmigración de países pobres a países ricos.

Si tomamos un cierto nivel de bienestar público como dado, deberíamos replantear la idea de inmigración del tercer mundo como algo indiscriminadamente positivo.

Pese a esto, Benjamin Powell ofrece una perspectiva sorpresivamente diferente y más optimista. Él observó que, en la medida que haya un incremento en la inmigración desde países pobres, el sentido de solidaridad y la voluntad de soportar (financieramente) el estado de bienestar se podrían reducir. Él y varios compañeros también encontraron que más inmigración está asociada con mayor libertad económica.

Aún así, no existen estudios (al menos que esté consciente) que distingan entre grupos de inmigrantes, por ejemplo, teniendo en cuenta sus países de origen y/o religión.

¿Puede la migración a países del primer mundo “curar” a los migrantes de sus convicciones socialistas?

Desde el otro punto de vista, las personas que abandonan sus países del tercer mundo para migrar a Estados Unidos podrían impactar positivamente en el país de origen (y no me refiero a las remesas). Recuerdo una conversación que tuve con uno de los “Chicago Boys” chilenos, quien argumentó que muchos chilenos huyeron de Pinochet y terminaron emigrando a países más prósperos y libres. Supuestamente, estas “vacaciones” matizaron la visión predominantemente socialista de muchos de ellos.

Muchos chilenos huyeron de Pinochet y terminaron emigrando a países más prósperos y libres. Según algunos, estas “vacaciones” matizaron la visión predominantemente socialista de muchos de ellos.

El sociólogo José del Pozo está de acuerdo. Él afirma que, al regresar, los migrantes evitaron que el milagro económico de Chile se convirtiera en un estereotípico desastre latinoamericano, precisamente por sus experiencias en el extranjero. Sin embargo, los acontecimientos recientes en Chile ponen en duda estas afirmaciones.

Una pregunta fundamental

¿Es la inmigración desde países del tercer mundo un beneficio o un costo neto para el país receptor? Mucho parece depender del estado de bienestar y el tipo de migrante que este atrae. Para mí, dado el estado de bienestar, todavía carecemos de un veredicto.

Pero la pregunta de Trump, aunque peyorativa, es fundamental.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Olav Dirkmaat

Director del Centro para el Análisis de las Decisiones Públicas (CADEP) y profesor de economía en la UFM. CIO de Hedgehog Capital. Doctor en Economía por la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid.

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