Lo que «privilegio» significa y lo que no significa
El uso frívolo de la palabra privilegio es una de las tendencias más nefastas. «Ud. es privilegiado», dice más de alguno. ¿Por qué? Porque su papá tiene más dinero, su mamá tiene propiedades o la persona ha gozado de una educación fuera del alcance de otros. Desde luego, por gozar de este presunto «privilegio», algunos creen que un privilegiado no puede emitir una opinión sobre ciertos temas («lógica de clases»).
¿Por qué emplear la palabra privilegio de esta forma es peligroso?
¿Qué significa privilegio?
Etimológicamente, la palabra privilegio procede del latín privilegium. Está compuesta de privus («de uno mismo») y legalis («la ley»). En otras palabras, un privilegio es un beneficio otorgado por ley a un individuo particular.
De esta manera se sigue empleando hasta hoy. De hecho, la RAE define privilegio de esta forma:
«Exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia.»
En fin, quiero ilustrar la diferencia entre lo que es y lo que no es un privilegio.
Un privilegio es un beneficio otorgado por ley a un individuo particular.
Por ejemplo, si el Estado impone licencias para la venta de pollo y otorga la licencia a una sola compañía, esta compañía goza de un privilegio. Si el Estado decide que solo personas X, Y y Z (históricamente, la nobleza) pueden tener propiedad, entonces estas personas gozan de un privilegio. Si el Estado otorga subsidios y una persona se hace multimillonaria gracias a ellos, ha gozado de un privilegio. Si el Estado da una concesión para la importación de un bien a una sola empresa y a nadie más, esta empresa goza de un privilegio.
Lo más importante aquí es que simplemente que una persona tenga más no implica que goza de un privilegio. Jamás puede significar privilegio el tener más (más oportunidades en educación, más dinero, más propiedades, etc.). No es que Messi tenga un privilegio por saber mejor el futbol que yo; si, en cambio, las autoridades por decreto hubieran impedido que yo jugara (mejor que Messi, claro), sí gozaría de un privilegio.
Según su sentido original, la palabra privilegio infringe el principio liberal de una igualdad ante la ley. El hecho de que uno gane más dinero que otro, si se ganara por servir mejor al consumidor, no implica que se infrinja la misma igualdad ante la ley.
¿Qué dice Hayek en El camino de servidumbre sobre el significado de las palabras?
En la batalla de ideas, el significado de las palabras (la semántica) importa. Friedrich Hayek claramente veía el peligro de emplear la palabra privilegio de forma frívola. Habla sobre «… la extendida confusión acerca del concepto de “privilegio” y el consiguiente abuso de este concepto».
¿Qué abuso? Según Hayek, el ejemplo más importante de este abuso es el siguiente:
«La aplicación del término privilegio a la propiedad como tal. Sería en verdad privilegio si, por ejemplo, como fue a veces el caso en el pasado, la propiedad de la tierra se reservase para los miembros de la nobleza. Y es privilegio si, como ocurre ahora, el derecho a producir o vender alguna determinada cosa le está reservado a alguien en particular designado por la autoridad. Pero llamar privilegio a la propiedad privada como tal, que todos pueden adquirir bajo las mismas leyes, porque sólo algunos puedan lograr adquirirla, es privar de su significado a la palabra privilegio [negritas añadidas]».
Las palabras importan. Si expandimos el significado de una palabra, privamos la misma palabra en menor o mayor medida de su significado original, especialmente cuando estos sean contradictorios entre sí.
Una redefinición de términos puede ser parte de una estrategia política maquiavélica.
Además, un término puede tener un contenido emocional (positivo o negativo). Cuando redefinimos una palabra, trasladamos estas emociones a su nuevo significado. La palabra privilegio tiene (con mucha razón) una connotación negativa; al darle otro significado a la palabra, trasladamos las emociones negativas hacia el nuevo significado, ya que la emoción se asocia con la palabra, más que con el significado de esta.
Asimismo, una redefinición de términos puede ser parte de una estrategia política maquiavélica.
También resalta Hayek la diferencia de un liberal frente a un conservador (en un mundo de privilegios —privilegios de verdad—):
«Un movimiento conservador se ve obligado, por su propia naturaleza, a defender los privilegios constituidos y a presionar sobre el poder del gobierno para la protección de tales privilegios. La esencia de la postura liberal, en cambio, consiste en el rechazo de todo privilegio, si el privilegio se entiende en su propio y original significado, es decir, como concesión y protección por parte del Estado de derechos no accesibles a todos en los mismos términos».
Por último, el Estado de derecho es una ausencia de privilegios (privilegios de verdad):
«El Estado de Derecho [sic], en el sentido de primacía de la ley formal, es la ausencia de privilegios legales para unas personas designadas autoritariamente, lo que salvaguarda aquella igualdad ante la ley que es lo opuesto al gobierno, arbitrario».
¿Por qué es peligroso decir que uno es «privilegiado» por tener más?
La lucha de ideas está repleta de jugadas sucias semánticas. Si el privilegio tiene una connotación mala y si luego el privilegio también significa ser más rico, ahora el ser rico tiene una connotación mala.
Es peor aún, si el término privilegio conlleva una connotación que hace referencia a que este mismo sea obtenido a través de arbitrariedades del Gobierno, al aplicarlo a los «ricos», implícitamente estamos diciendo que su riqueza fue obtenida de una manera deshonesta.
La lucha de ideas está repleta de jugadas sucias semánticas. Si el privilegio tiene una connotación mala y si luego el privilegio también significa ser más rico, ahora el ser rico tiene una connotación mala.
Además, ya no habrá forma de distinguir a empresarios «ricos» que hayan obtenido su fortuna por un verdadero privilegio, por ejemplo, un monopolio otorgado por parte del Estado, de los empresarios «ricos» que han obtenido su fortuna por satisfacer mejor las necesidades de los consumidores que sus rivales.
La expansión del significado de la palabra privilegio nos priva de una forma de distinguir entre lo legítimo ganado y lo ilegítimo ganado.
La expansión del significado de la palabra privilegio nos priva de una forma de distinguir entre lo legítimo ganado y lo ilegítimo ganado.
Otros secuestros semánticos
Lo mismo pasó, por ejemplo, cuando la prensa empezó a adoptar la palabra austeridad a los recortes de gasto público. La palabra austeridad tiene su origen del latín, donde significaba «severo» o «agrio». Durante la Segunda Guerra Mundial se refería a las políticas de restringir el consumo propio para hacer posible los esfuerzos bélicos (guns before butter).
Solo mucho después, una vez que la palabra austeridad ya tenía esta connotación negativa, empezaron a aplicarla también a los recortes de gasto público, cuando en realidad el término se usaba anteriormente para recortes de gasto personal a favor del gasto público (lo más similar en nuestros tiempos sería una subida de impuestos). Esta connotación negativa ha influenciado drásticamente las políticas poscrisis después del 2011 en Europa, ya que le dio una muy mala imagen a la política de recortes en el gasto público.
O toma el ejemplo de la palabra liberalismo: era la buena fama del liberalismo en el siglo XVIII, durante la Ilustración, lo que llevó a que los enemigos del liberalismo, en lugar de adoptar una etiqueta distinta, secuestraran la palabra y cambiaran su significado.
Toma el ejemplo de la palabra liberalismo: era la buena fama del liberalismo en el siglo XVIII, durante la Ilustración, lo que llevó a que los enemigos del liberalismo, en lugar de adoptar una etiqueta distinta, secuestraran la palabra y cambiaran su significado
En EE. UU., hoy día, ser «liberal» significa todo menos ser un partidario del liberalismo. En el siglo XXI, por esta misma razón, usamos la palabra liberalismo «clásico» para referir al significado auténtico. Asimismo, genera sospechas cuando una persona afirma ser «liberal»; por desgracia, hoy día necesitamos más información para determinar cuáles realmente serán sus creencias políticas.
En defensa de las palabras
Por lo tanto, debemos cuidar de nuestras palabras. Existen oportunistas que quieren redefinir palabras mal vistas para así «manchar» un pensamiento contrario. También existen oportunistas que procuran redefinir palabras bien vistas para favorecer ideas que incluso sean contrarias al significado original.
Debemos cuidar de nuestras palabras. Existen oportunistas que quieren redefinir palabras mal vistas para así «manchar» un pensamiento contrario. También existen oportunistas que procuran redefinir palabras bien vistas para favorecer ideas que incluso sean contrarias al significado original.
No permitamos que estos «astutos» cambien el significado de una palabra para fines políticos. Defendamos el significado de las palabras para evitar el secuestro de ellas. Solo así la razón puede triunfar en la batalla de las ideas.
AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.