Eduardo Aguilar / / 21 de marzo del 2022

Metodologías del marxismo cultural II: el punto de inflexión

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Paralelamente a la revolución cultural se dio una reorganización de los movimientos totalitarios, basada en los intereses que se expresaron en la conferencia de los 26 países comunistas. Este hecho es indispensable para comprender la metodología para el posicionamiento dictatorial actual. Esto se debe a que fueron estos quienes vieron como debilidad de Nikita Jrushchov el argumentar que el mundo podía coexistir con las democracias sin necesidad de un exterminio total y como una fortaleza refrescante a los postulados culturales y el pragmatismo en las purgas del Partido Comunista de China (PCCh).

Esto se traduciría en un socialismo internacional que tomaría como modelo el promovido por Pekín —Beijing actual— y que gestaría una readaptación para poder proyectar a futuro las metodologías del liderazgo chino en una escala internacional.

1966 como mayor punto de inflexión

Por ello, en el año 1966 se da el mayor punto de inflexión sobre la determinación para el cambio de modelo y estrategia del bloque dictatorial, que se volcó por un modelo cultural.

Esto se debe a que, con la amenaza de guerra nuclear por la crisis de los misiles en Cuba, la ONU, como agente negociador, cedió la categoría de normas universales a la estructura jurídica que proponían las dictaduras. Así, forzó a la creación de un pacto sobre derechos humanos ajeno a la tradición de libertad democrática y afín al modelo centralista —PIDESC—, inevitablemente anexado a la declaración universal y que encuentra sus antecedentes en la Declaración Rusa de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado —1918—:

«Esta Declaración se redactó al calor del marxismo ascendente de la época y de los valores propios de la Revolución rusa, en oposición a lo que hasta entonces se entendía por derechos humanos».

Así se entiende como antecedente en la lucha por el dominio del sistema internacional para la transformación del pilar filosófico y normativo de las democracias liberales, en otras palabras, la transformación de la estructura universal creada para garantizar el no retorno de los sistemas absolutistas en el hemisferio occidental. Esto atenta especialmente contra los principios filosóficos interpretativos determinados por comisión de redacción de la declaración universal:

  1. la dignidad inherente del ser humano por encima de la pertenencia a cualquier grupo nacional o cultura;
  2. la libertad de pensamiento y de conciencia como una de las más sagradas e inviolables posesiones del individuo;
  3. el rechazo de cualquier presión procedente del Estado, de la religión o de otros entes para coaccionar la libertad individual;
  4. y la afirmación de que la conciencia de la persona, tanto en los grupos como en los individuos, es el juez competente.

Antesala a la Segunda Batalla Cultural: un asedio silencioso

Otro hecho importante es que, a poco más de treinta años del derrumbe del Muro de Berlín, se puede establecer que tanto las dictaduras como los agentes iliberales del mundo no cesaron actividades. Sin embargo, sí han padecido de una transformación que fue motivada por el cambio de modelo económico leninista a un modelo cultural maoísta.

Siguiendo al tenor las líneas maoístas, los movimientos de los colectivistas se desmarcaron de los criterios económicos y autodenominaron un «socialismo del siglo XXI», por la necesidad de tomar distancias con el socialismo del siglo XIX. Además, tienden a justificar que solo son proyectos en construcción. De esta forma, no necesariamente asumen la responsabilidad por la destrucción de sociedades debido a sus intervenciones centrales experimentales.

Para desarrollar esta transformación, crearon plataformas internacionales como el Foro Mundial Social, bajo criterios políticos que llamaron altermundistas o antiglobalistas. En estas, aglomeraron y reestructuraron el socialismo a modelos culturales en más de 127 países, para presentarse como una novedosa tercera opción.

El Foro de São Paulo

A escala regional se puede observar claramente al Foro de São Paulo jactarse de haber logrado la revolución social en Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, mientras abiertamente declara ser un centro para la reorganización de los movimientos socialistas e indica:

«En los encuentros anuales del Foro, al igual que en los encuentros sub-regionales [sic] y sectoriales, se sedimentaron las plataformas antineoliberales que se convirtieron en la base de los programas tácticos y electorales victoriosos de los partidos de izquierda y coaliciones progresistas, dando condiciones al Foro de São Paulo de coordinar el respaldo político regional e internacional a los gobiernos progresistas latinoamericanos y caribeños».

Esto lleva a la consolidación de las denominadas dictaduras «democráticas» —como si fuera siquiera posible su existencia—, alentadas exponencialmente tras la aplicación de su modelo en Venezuela, que demostró que la anulación permanente de los derechos humanos de corte democrático garantiza una especie de dictadura de las mayorías atemporal, cubierta por el supuesto cumplimiento de la planificación central con base en los derechos sociales y culturales.

De forma discreta, el nuevo bloque dictatorial habilitó un marco internacional creado para anular a los sistemas de protección universal. Así, evitó cualquier estrategia diplomática que pudiesen utilizar los creyentes de la victoria de los noventa contra estos ingeniosos dictadores, que han transformado al sistema democrático en su juguete preferido para consolidar y proyectar su modelo al mundo.

El nuevo liderazgo dictatorial

Existen severas grietas en los argumentos de las personas que promueven que las dictaduras colectivistas y conservadoras son cosas del pasado. Basta con exponer los severos efectos que ha causado dentro del orden internacional la reducción de los países medianamente democráticos a tan solo el cuarenta y nueve por ciento del total del territorio global, mientras muchos de los aún considerados medianamente libres acarician el totalitarismo de forma alarmante.

El deterioro global acelerado de la democracia  se traduce en treinta y ocho por ciento de la población viviendo bajo dictaduras y menos del veinte por ciento viviendo en territorios de países libres. Así que, objetivamente, se debe aceptar que de hecho el mundo contemporáneo es dictatorial, totalitario y de tribalismos renovados, y que la caída de las democracias liberales se acentúa en todo el hemisferio.

La toma de las grandes instituciones internacionales

En este, además, se desarrolla la toma de las grandes instituciones internacionales creadas para preservar el orden democrático liberal. Mientras tanto, estas instituciones sufren de una cierta transformación progresiva en su estructura y en su naturaleza, con base en los intereses de los nuevos agentes dominantes en el sistema, como parte de una actividad de realpolitik.

El deterioro global acelerado de la democracia  se traduce en treinta y ocho por ciento de la población viviendo bajo dictaduras y menos del veinte por ciento viviendo en territorios de países libres.

Pues si bien es cierto que durante décadas las dictaduras han subsistido en el planeta, las dirigencias de los sistemas dictatoriales han sostenido solo liderazgos regionales. Desde la URSS no se había alcanzado la consolidación de una cabeza visible, capaz de proyectar políticas globales que sean suficientemente sólidas como para confrontar a las alianzas democráticas.

No obstante, es sin duda la rápida regresión que ha sufrido la sociedad china por el retorno de doctrinas maoístas al partido y las purgas «anticorrupción» que de nuevo han llevado a la eliminación sistemática de disidentes del sistema de partido único, la anulación total de las libertades fundamentales en todo el territorio, los campos de concentración para minorías étnicas y la contundente amenaza de una guerra la guerra por Taiwán contra el QUAD y AUKUS.

El lado feo del milagro económico de las reformas liberales de Den Xiaoping

El milagro económico propiciado por las reformas económicas liberales de Den Xiaoping junto a la excesiva buena fe del bloque occidental por el crecimiento de la clase media en China ha llevado a la consolidación económica de uno los regímenes más brutales de la historia. A la vez, el restablecimiento del liderazgo totalitario promueve la expansión de todo tipo de relaciones entre agentes antidemocráticos a nivel global.

Esta consolidación atrae a dictaduras conservadoras por alimentar el mito discursivo difundido por sus aliados globales, en el que una dictadura puede llegar a ser próspera y que la transformación de la mayor parte de territorios del planeta a estos regímenes sería un indicador acorde con los objetivos deseables para todas las naciones.

Como resultado, las dictaduras se aglomeran en la propia ONU para debatir sobre las estructuras que han de moldear para propiciar un sistema tribal global. Basta con saber que la dictadura más longeva de América liderará el propio Consejo de Derechos Humanos con una abrumadora mayoría de aliados dictatoriales también vinculados a la cobertura del liderazgo de China.

Mientras tanto, la dirigencia del marxismo cultural ya desarrollada y bien posicionada en toda la región latinoamericana usa una suerte de «agresividad económica de China cobijada por una estrategia de política cautelosa y abierta, que no necesita el expansionismo ni el dominio ideológico, pero no por ello es menos efectiva, aun con sus diferentes matices con cada uno de los países de la región».

Posmodernistas: las nuevas víctimas militantes

Tal como ocurrió durante la primera batalla cultural, se ha optado por el desarrollo de una fuerza sin vinculación política o dependencia de las estructuras políticas que las refrendan. Así se produce justo el efecto necesario, específicamente en jóvenes de zonas medianamente urbanas o urbanas, con una educación exclusivamente progresista y una doctrina identitaria de relaciones de poder que tiende a argumentar que todo aquello en cuanto al pasado es obsoleto.

Se ejecutó por medio de la toma de las instituciones educativas normalmente públicas y, por estas, se ha entregado el medio para obtener una fuerza revolucionaria cultural. Es dirigida por un conjunto de ideólogos «científicos sociales» que se adjudican predecir de forma constante el fin del sistema liberal, sus valores, modelo político o económico; pero que, en esencia, argumentan que la estructura filosófica metodológica de la edad ilustrada —método científico occidental—, que permitió el desarrollo de la modernidad, es obsoleta y será removida por una especie de apocalipsis definitivo de intervención revolucionaria social.

Es esta idea la que alimenta a niveles sin precedentes a los movimientos posmodernistas con suerte de esquelética marxista, con la que Rothbard proyectó el proceso por el cual el fatalismo apocalíptico conformaría parte del proceso de injerencia dictatorial sobre la tradición ilustrada:

«El marxismo pondrá fin a la historia y establecerá un nuevo cielo y una nueva tierra. El establecimiento del comunismo marca un punto final a la historia humana, un estado final perfeccionado de la humanidad. Así que la secularización de América es un objetivo marxista necesario».

A la vez, este movimiento ideológico requiere una intervención pública fáctica para garantizar las modificaciones dentro de la semántica lingüística, por medio de muchos centros universitarios que modifican el significado de las palabras que representan definiciones medulares y necesarias para la comprensión histórica de las instituciones sociales en las que se sostienen los valores de las democracias libres.

La «trinidad posmodernista»

El profesor canadiense Jordan Peterson definiría tres de estas intervenciones dentro de su llamada «trinidad posmodernista»: diversidad, equidad e inclusión. Basta con identificar los efectos de esta intervención sobre el concepto «diversidad». Este ya no es entendido como una diferencia sana entre percepciones, ideas o acciones, sino como una categoría de distinción de clase basada en tópicos de discriminación, como raza, etnia o identidad sexual.

Esto produce como un efecto inmediato la radicalización tribal de grupos sociales. Esto poco a poco evidencia más similitudes con los guardias rojos que con cualquier manifestación democrática. Puesto que se caracterizan por el desarrollo de actos delincuenciales y un concepto vacío de manifestación, pero fácilmente encuadrable como piquetes por todo el espacio público, mientras se escudan bajo una libertad de expresión ilimitada y sin responsabilidades ulteriores.

Los ideólogos del movimiento dedican esfuerzos al revisionismo histórico sobre una supuesta nueva moralidad que desplaza a las mentes más brillantes de la civilización moderna, como Descartes, Newton, Shakespeare, Smith, etc. Además, someten a una cultura de cancelación a sus principales publicaciones.

Esto es posible gracias a la corrección política que habilita las discriminaciones positivas —acción afirmativa— basadas en todo nuevo significado de los conceptos, como «diversidad» y «equidad» e «inclusión», permitiendo  que políticos formalicen normas a favor de minorías radicalizadas. Esta situación se traduce en una persecución de autores, pensadores, comunicadores, opositores e incluso cultura pop digna de la noche de los cristales rotos.

Así se dota a los partidos políticos, que capitalizan estas tendencias, de una herramienta para modificar las estructuras legales universales ante el sistema de justicia, para llegar al extremo de negar la igualdad moral de los individuos ante la ley y establecer una suerte de leyes específicas que excluyan de las responsabilidades a estos grupos antidemocráticos y que atrofian el debido proceso.

Los ideólogos del movimiento dedican esfuerzos al revisionismo histórico sobre una supuesta nueva moralidad que desplaza a las mentes más brillantes de la civilización moderna, como Descartes, Newton, Shakespeare, Smith, etc.

Gracias a la inversión de categorías filosóficas dentro del Sistema Universal de Protección de Derechos Humanos que actualmente las dictaduras del mundo gestionan por medio de la ONU y otras organizaciones supranacionales se avala la eliminación sistemática del modelo de libertades individuales resguardadas en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos como en la Carta de Derechos.

Ejemplo de ello es que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU evita el ingreso de democracias como la de Costa Rica mientras abraza a dictaduras como Cuba o Venezuela, a la vez que gestiona un modelo de extensión estatal permanente y desarrolla el Programa Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales como parte medular para el desarrollo de un mundo dictatorial.

Una confrontación inevitable

Dadas las estructuras existentes, y a pesar del llamado por una supuesta tercera opción por parte de los seguidores posmodernistas, la disputa por un modelo a seguir para el presente siglo se ha comenzado a dar. Si entendemos la esencia de la disputa, es evidente que la confrontación es una continuación de los sucesos que se produjeron desde el sesenta y seis: tras la toma de tiempo necesario para la readaptación del modelo marxista a un movimiento cultural en Occidente, las piezas están sobre el tablero. 

La escala de reacciones internacionales de las naciones aún democráticas que padecieron del síntoma de victoria absoluta refleja un aumento de tensiones globales por la recomposición de la organización territorial de estructuras internacionales. En la propia Europa, la única respuesta real al poder central de Moscú es invocar las viejas alianzas contra las nuevas amenazas, ya que el desgaste por confrontaciones internas del marxismo cultural ha diluido la contundencia de la capacidad de respuesta unificada.

Mientras el liderazgo del frente para la defensa europea pasa a Polonia y a los países del Báltico, el mensaje del régimen expansionista dictatorial de Putin en las antiguas zonas de influencia soviéticas es directo con la línea de guerra híbrida marcada sobre Ucrania y la instrumentalización bélica de migrantes en Bielorrusia para diezmar las reacciones europeas, o en la propia Lituana, retando a Xin Yi Pin al abrir relaciones con Taiwán al costo de agresiones económicas chinas fuera de cualquier marco internacional. Al mismo tiempo, EE. UU. se ve desgastado por las confrontaciones internas entre los extremos del Alt Right y movimientos radicales, como Antifa, y un plan tutelar progresista que socava a la declaración del pueblo de Virginia.

En la propia Europa, la única respuesta real al poder central de Moscú es invocar las viejas alianzas contra las nuevas amenazas, ya que el desgaste por confrontaciones internas del marxismo cultural ha diluido la contundencia de la capacidad de respuesta unificada.

El sistema internacional es tomado por toda una gama de nuevos dictadores, que declaran que este es su estilo para gobernar, que aplican las mismas mecánicas de guerra híbrida y de baja intensidad que el Foro de São Paulo en Latinoamérica, con la venia del Kremlin y Beijing con su mayoría abrumadora en la ONU. Así, buscan transformar sociedades con fuertes vínculos a sus derechos civiles y políticos por medio de la represión legal —acciones afirmativas— y la decadencia intelectual en favor de cualquier político alineado a los intereses absolutistas de las dictaduras del siglo XXI.

La carrera armamentista

Como una última medida de las aún potencias democráticas, estas se enfocan ya en Asia, donde el liderazgo dictatorial de China amenaza con invasiones inmediatas a las tres grandes democracias del Asia-Pacífico. La carrera armamentista constituye una de las mayores amenazas de nuestra época y desvelará la medida de fuerzas con el gran líder supremo de la China comunista y su estrategia de proyectar el marxismo-maoísta hacia el mundo occidental.

Así surge una autorreflexión para los miembros de las sociedades de la civilización occidental sobre el futuro próximo y su herencia a las generaciones por venir. Serán las personas las que han de decidir si el legado de libertades que emanan del individuo ha de ser defendido para ser transferido o ha de ser sacrificado para imponer un sistema de derechos otorgados por el gobernante a la sociedad.

¿Acaso será capaz el restante de la sociedad abierta de enfrentar el tribalismo que le inunda y garantizar su libertad? o, por el contrario, ¿se entregará a las propuestas de quienes pretenden regresar a los sistemas colectivistas y absolutistas?

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Eduardo Aguilar