Daniel Fernández / / 9 de marzo del 2022

¿Es la sociedad occidental machista?

Foto cortesía de Tim Mossholder

En este artículo vamos a explorar una pregunta que la mayor parte del mundo parece dar por descontada: ¿es la sociedad occidental actual machista?

Para dar respuesta a nuestra interesante interrogante, propongo el siguiente esquema de trabajo:  

  • análisis del concepto «discriminación»;
  • discusión del concepto «igualdad»;
  • análisis de las diferencias biológicas entre hombres y mujeres (sí, no somos iguales);
  • resultado de lo anterior y justificación de que es natural que existan diferencias en los resultados de las acciones que toman hombres y mujeres;
  • por último, análisis sobre si existe discriminación a las mujeres en las sociedades actuales occidentales.

¿Qué es discriminar?, ¿hay diferentes formas de discriminación?

El concepto de «discriminación» está muy vinculado al concepto de «selección». Discriminar no es más que seleccionar excluyendo. En otras palabras, dado un grupo de elementos, uno discrimina entre ellos cuando excluye o aparta algunos elementos para quedarse con el resto.

Para seleccionar necesitamos un criterio. Por ejemplo, cuando elegimos dónde vivimos, discriminamos algunas viviendas por estar situadas lejos de nuestra familia o amigos, o estar en barrios inseguros. Otro ejemplo de criterio de selección se puede aplicar a las amistades: las personas tendemos a ser selectivas con nuestras amistades, ya que no podemos tener un número infinito de amigos. La mayor parte de personas seleccionan amistades en función de los intereses que se comparten.

El concepto de «discriminación» está muy vinculado al concepto de «selección». Discriminar no es más que seleccionar excluyendo.

Por tanto, los seres humanos discriminamos cuando elegimos vivienda, cuando elegimos amistades y cuando tomamos casi cualquier tipo de elección. De los ejemplos anteriores, se desprende que la discriminación puede ser aplicada a cosas o personas.

La discriminación tiene, además, un componente subjetivo en dos sentidos:

  • Valoración de los criterios de exclusión
  • Percepción de la existencia de esos criterios

Por ejemplo, mi criterio de selección de amistades puede ser la capacidad para contar buenos chistes. Otras personas pueden compartir este criterio, pero quizá no comparten la percepción sobre lo bueno/malo que es el chiste que cuenta una persona. A mí me puede gustar que alguien cuente chistes burlándose de los feministas, pero estoy seguro de que un feminista no va a compartir mi criterio.

Recapitulando, lo importante sobre la discriminación es

  • discriminar es seleccionar excluyendo;
  • todo el mundo discrimina;
  • la discriminación necesita de un/unos criterios;
  • la discriminación se puede aplicar a cosas o a personas;
  • se discrimina en función de criterios y apreciaciones subjetivas.

Discriminación en lenguaje corriente (y jurídico)

Sin embargo, actualmente la discriminación tiene una connotación altamente negativa. Esto ocurre porque nos enfocamos en un tipo de discriminación que se considera ilegítima e inmoral: la discriminación por motivos identitarios.

La discriminación por motivos identitarios ocurre cuando el criterio para excluir una persona está basado en alguna característica indicativa de pertenencia a un grupo. Especial relevancia cobran las características innatas, es decir, aquellas en las que un individuo no ha tenido una voz activa a la hora de participar en ellas: raza, etnia, sexo o religión. Se considera ilegítimo utilizar estos criterios identitarios como forma de discriminación en las sociedades occidentales actuales. En algunas situaciones muy concretas, si se podrían utilizar criterios identitarios como forma de discriminación. Pensemos, por ejemplo, en un prostíbulo que sólo contrata mujeres para ciertos trabajos o una unidad de élite del ejército que solo contrata hombres[1].

La discriminación por motivos identitarios ocurre cuando el criterio para excluir una persona está basado en alguna característica indicativa de pertenencia a un grupo. Se considera ilegítimo utilizar estos criterios identitarios como forma de discriminación en las sociedades occidentales actuales.

Existe otro tipo diferente de características identitarios: aquellas en las que el individuo sí tiene una voz activa en su elección, como puede ser la afiliación política o la pertenencia a diferentes sociedades civiles, como un club de fútbol. La discriminación en función de estas características se considera en algunos ámbitos legítima y, en otros ámbitos, ilegítima. Por ejemplo, un partido de extrema izquierda no aceptará la afiliación de un individuo cuya ideología sea de extrema derecha. Sin embargo, se considera ilegítimo que una empresa pregunte la afiliación política a un individuo que realizará una labor que nada tiene que ver con la política.

Por tanto, todo el mundo discrimina, y esto no es más que una forma de decir que seleccionamos con base en algún criterio. La discriminación a cosas no genera problemas. Algunos tipos de discriminación a personas se consideran inaceptables, sobre todo aquellos que se refieren a características identitarias del individuo en las que su capacidad de elegir dichas características muy limitada.

Discriminación sexual y discriminación contra la mujer

Podemos definir «discriminación sexual» la selección cuyo criterio principal de exclusión es la variable sexo. «Discriminación contra la mujer» es la selección cuyo criterio principal de exclusión es la variable sexo femenino.

Incluso considerándose la discriminación sexual como inaceptable, algunos tipos de discriminación sexual todavía se consideran legítimos:

  • En una guerra, las levas obligatorias se realizan solo entre población masculina: esto es una selección que excluye a mujeres (discriminación contra la mujer no es algo negativo).
  • Los primeros en ser rescatados cuando un barco tiene un accidente son las mujeres y los niños. Aquí, el criterio de exclusión es la edad y el sexo (ambos considerados ilegítimos en otros contextos).

El feminismo actual está generando nuevos criterios de discriminación sexual en contra del hombre en una especie de venganza por los años de discriminación sexual en contra de la mujer. Esta solución carece de toda lógica, pero lo vamos a criticar algo más adelante.

Machismo: ¿existen pruebas de discriminación contra la mujer en Occidente?

Activistas feministas plantean la divergencia entre los resultados sociales de hombres y mujeres como prueba de la discriminación sexual contra la mujer occidental. Existen múltiples manifestaciones de esta divergencia en resultados sociales. La brecha salarial es, sin duda, la divergencia social más famosa y utilizada como argumento para mostrar la discriminación que sufren las mujeres en las sociedades occidentales.

Aunque se ha ido cerrando en los últimos años, no hay duda de que la brecha salarial existe. En la práctica totalidad de países, tanto occidentales como no occidentales, las mujeres cobran menos que los hombres (en promedio).

En la gráfica de Pew Research Center podemos ver la brecha salarial existente en Estados Unidos desde el año 1980 hasta hoy.

Fuente: Pew Research Center

Incluso hoy, el salario mediano de una mujer es un 16 % más bajo que el salario mediano de un hombre. Para los trabajadores más jóvenes, la brecha salarial es bastante menor: el salario mediano de una mujer es un 7 % inferior al salario de un hombre para el grupo de edad comprendido entre los 25 y los 34 años.

Activistas feministas avanzan como prueba de la discriminación sexual contra la mujer occidental la divergencia entre los resultados sociales de hombres y mujeres. La brecha salarial es, sin duda, la divergencia social más famosa y utilizada como argumento para mostrar la discriminación que sufren las mujeres en las sociedades occidentales.

Las diferencias en resultados entre hombres y mujeres se achacan, desde el feminismo radicalizado por los movimientos de izquierda, a la sociedad occidental patriarcal. En las sociedades occidentales se supone que la discriminación a la mujer es sistémica: las normas sociales nos empujan a la discriminación sexual. Incluso se llega a afirmar que discriminamos a las mujeres muchas veces sin siquiera darnos cuenta.

Las pruebas ofrecidas por el feminismo son inválidas

Sin embargo, ni la brecha salarial, ni la mayoría de las pruebas que se exhiben como síntomas de la discriminación sufrida por las mujeres occidentales son válidas.

Existe una hipótesis alternativa que explica mucho mejor las diferencias observadas en el proceso social: los hombres y mujeres son biológicamente diferentes.

Si la segunda hipótesis es cierta, es decir, si hombres y mujeres somos diferentes, sociedades sin discriminación sexual exhibirían resultados sociales diferentes entre hombres y mujeres. Si este es el caso, entonces sería completamente normal que hombres y mujeres mostraran diferencias en el salario percibido.

En otras palabras, una igualdad de trato hacia personas diferentes conlleva resultados diferentes. Para que personas diferentes lleguen al mismo resultado, por fuerza hay que tratarlas de forma diferente.

Existe una hipótesis alternativa que explica mucho mejor las diferencias observadas en el proceso social: los hombres y mujeres son biológicamente diferentes.

No hay salida a esta disyuntiva: si no discriminamos por motivos sexuales, llegamos a diferente resultado, y para llegar al mismo resultado, debemos discriminar por motivos sexuales.

Pero no hemos justificado nuestra premisa, ¿realmente somos diferentes los hombres y las mujeres?

Los hombres y las mujeres NO somos iguales

Existe un dimorfismo sexual presente en muchas especies, también en el ser humano. Los hombres son más altos, pesan más y su anatomía es diferente: esto conlleva que los hombres tengan más fuerza, más resistencia y más velocidad. Los hombres podemos ser calvos, cosa que pasa a muy muy pocas mujeres, siendo el motivo principal la exposición a hormonas masculinas.

El dimorfismo sexual no se queda ahí: los hombres tienen un cerebro con más materia gris (lo que conlleva más capacidad de procesamiento en bruto) mientras que las mujeres tienen un cerebro con más materia blanca (lo que implica mejores conexiones).

Las diferencias biológicas se plasman en diferencias en aptitudes y rasgos.

Pero no sólo existen diferencias en aptitudes, también existen diferencias entre hombres y mujeres en la variabilidad en las aptitudes: hombres y mujeres muestran la misma inteligencia media, pero existe mucha más variabilidad en la inteligencia de los hombres que en la inteligencia de las mujeres. Esto hace que apenas haya mujeres entre los grandes maestros de ajedrez, (apenas un 2 % de los grandes maestros de ajedrez son mujeres), pero también hace que existan pocas mujeres vagabundas o en cárceles. Es difícil que exista una mujer que sea un genio, pero también es difícil que exista una mujer increíblemente deficiente intelectualmente hablando.

Este gráfico pretende ayudar a la comprensión: tanto la distribución de inteligencia de hombres como la de mujeres se encuentra concentrada sobre su media. Pero la dispersión es mucho mayor en la distribución de los hombres que la de las mujeres. Es casi imposible encontrar mujeres con una inteligencia muy alta de la misma manera que es casi imposible encontrar mujeres con inteligencia baja. Esta dispersión también se da en otras aptitudes; una vez más, estoy ilustrando, no pretendo ser exhaustivo.

Existen diferencias entre hombres y mujeres en la variabilidad en las aptitudes: hombres y mujeres muestran la misma inteligencia media, pero existe mucha más variabilidad en la inteligencia de los hombres que en la inteligencia de las mujeres.

Además, los hombres y las mujeres muestran interés por materias diferentes: los hombres muestran más interés por objetos, mientras que las mujeres muestran más interés por personas. Esto conlleva que usualmente toman decisiones sobre sus carreras profesionales diferentes, especialmente si tienen libertad para hacerlo. Y, por supuesto, esto también lleva a resultados sociales diferentes, incluido un salario o número de horas dedicadas al trabajo diferente.

¿Por qué somos diferentes hombres y mujeres?

La respuesta que da tanto la biología como la psicología evolucionista es que la presión evolutiva es diferente en hombres que en mujeres. Las mujeres son el recurso escaso en la reproducción: sus gametos, los óvulos, son mucho más escasos que los gametos masculinos, los espermatozoides. El récord Guinness a la mujer que ha tenido más hijos se encuentra en 69 hijos. Sin embargo, hay registrados 32 hombres con más de 100 hijos (los no registrados seguro superan con mucho esta cifra). Se estima que Genghis Khan tuvo entre 1,000 y 2,000 hijos y que aproximadamente el 0.5 % de la población mundial actual porta sus genes (en algunos países asiáticos la cifra es el 8 % de su población).

Sin embargo, el éxito reproductivo promedio es, por fuerza, el mismo en mujeres que en hombres. Por mucho que la posmodernidad nos quiera convencer de lo contrario, se necesita un hombre y una mujer para tener un hijo. Si el éxito reproductivo promedio es el mismo, y algunos hombres tienen muchos hijos, significa que otros muchos hombres no han dejado descendencia. Se estima que aproximadamente el 80 % de mujeres que han vivido se han reproducido, mientras que sólo el 40 % de hombres que han vivido se han reproducido. En otras palabras, cualquier ser humano vivo hoy tiene el doble de ascendientes mujeres que hombres.

Esto significa que hombres y mujeres tenemos estrategias reproductivas óptimas ligeramente diferentes. En biología existen dos grandes estrategias reproductivas: estrategia r estrategia K. La estrategia r implica una gran descendencia con baja inversión parental. La estrategia K implica poca descendencia con una alta inversión parental. Los seres humanos nos acercamos mucho más a la estrategia K, es decir, a tener poca descendencia y alta inversión parental. No obstante, los hombres tienen una estrategia ligeramente más cercana a la estrategia r que las mujeres, es decir, los hombres tienen una estrategia algo más cercana a la de poca inversión parental. Esto conlleva que los hombres tienden más, si pueden, a la poligamia, es su forma de incrementar la expansión de sus genes a las siguientes generaciones. Las mujeres tienden más, si pueden, a la hipergamia, esto es, a buscar los mejores genes en un hombre y el mejor cuidador de descendencia en otro hombre.

Que las mujeres sean el recurso escaso en la reproducción conlleva que son mucho más exigentes a la hora de elegir pareja. El costo que podría tener un hombre de disfrutar de una copula sin responsabilidad es apenas de un esfuerzo extra, en contraste, el costo de la mujer de la misma acción podría ser 9 meses de inversión parental dentro del útero y unos cuantos años de inversión parental fuera de este. Ahora quizá podemos empezar a comprender porque las mujeres no suelen ser las que inician conversaciones en una discoteca; ellas son las selectivas en el mercado sexual. Existen datos que corroboran este principio: los likes y matches de las aplicaciones de citas en líneas. En Tinder, en promedio, a los hombres consiguen un me gusta menos de un 1 % de las veces que aparecen en las búsquedas, las mujeres consiguen un me gusta entre el 12 % y el 14 % de las veces que aparecen. La mujer tiene una ventaja de 15 a 1 en este tipo de aplicaciones. Y esto no pasa solo en Tinder, diferencias enormes se recogen en todas las aplicaciones de citas que hacen públicos sus datos.

El «recurso escaso» en la reproducción es el que elige. En este caso, las mujeres.

La desigualdad en Tinder entre hombres y mujeres solo recoge en datos lo que acabamos de afirmar: el recurso escaso en la reproducción es el que elige. Y son las mujeres las que eligen.

El hecho de que sean las mujeres las selectivas empuja la presión selectiva sobre los hombres. Se podría decir que la evolución prueba nuevas cosas, sobre todo, en el sexo masculino. Eso es lo que empuja a una mayor variabilidad en los rasgos en hombres y también a algunas diferencias entre rasgos entre sexos.

¿Y la cultura no juega un papel crucial como defienden los feministas?

A veces, la cultura simplemente recoge las diferencias biológicas que acabamos de comentar.
Como dice el neurofisiólogo español Francisco Rubia, si obligas a las niñas a jugar con camiones de bomberos, muchas de ellas acunan y cuidan al camión como si se tratara de un bebe.

La cultura puede potenciar las diferencias biológicas, simplemente recogerlas, o incluso atenuarlas. Sin embargo, la cultura difícilmente puede ir en contra de la biología que es anterior a ella. La cultura, en el mejor de los casos, puede reconducir los impulsos biológicos más antisociales hacia fines inocuos o más coordinadores de la sociedad. Un ejemplo es la visión de que el fútbol es la psicología de las masas. Reconducimos la tendencia natural que tenemos los seres humanos a segregarnos en grupos de una forma que tiende a ser bastante inocua socialmente.

Por tanto, no, nuestra sociedad no es machista, cuando vemos anuncios de juguetes diferenciados por sexo, no es parte un complot mundial para oprimir a las mujeres. La explicación es más simple: las niñas tienen una inclinación biológica más acusada hacia personas, mientras que la inclinación de los niños es hacia cosas. Los fabricantes de juguetes saben esto y lo introducen en sus campañas de marketing (y se juegan su dinero en acertar en su análisis, a diferencia de los «intelectuales» feministas). Solo un enorme ignorante de los principios más básicos de la evolución biológica y psicológica se permite el lujo de afirmar lo contrario. El problema es que, por desgracia, las instituciones públicas están llenas hoy en día de estos ignorantes (mención especial a los Ministerios de Igualdad).

Las instituciones públicas y la intelligentsia progresista tienen a la mayor parte de académicos y personas inteligentes inhibidos y autocensurados con la amenaza de una cancelación en redes sociales que puede acabar en pérdida de un puesto de trabajo.

Las instituciones públicas y la intelligentsia progresista tienen a la mayor parte de académicos y personas inteligentes inhibidos y autocensurados con la amenaza de una cancelación en redes sociales que puede acabar en pérdida de un puesto de trabajo. Se hace urgente una despolitización de la universidad, que está casi completamente tomada por la religión laica de izquierda.

¿Cuál es la propuesta feminista?

Los feministas están muy equivocados en su planteamiento: como ya hemos defendido, no es que la sociedad sea patriarcal, es que hombres y mujeres son diferentes, y precisamente tratarlos igual lleva a resultados diferentes.

Sin embargo, si los feministas estuvieran promoviendo la eliminación de la discriminación sexual en las instituciones, incluso podrían tener una aportación positiva a la sociedad. El problema es que la discriminación sexual en sociedades occidentales, de facto, no existe. Actualmente, en los países occidentales no existen leyes discriminatorias contra las mujeres. Y los comportamientos discriminatorios en la sociedad civil son más bien testimoniales. De hecho, la Administración Pública española ha buscado, en múltiples inspecciones de trabajo, pruebas de discriminación laboral en contra de la mujer en empresas españolas y no ha encontrado nada; se estima que la discriminación laboral podría afectar al 0.1 % de las trabajadoras españolas.

Actualmente, en los países occidentales no existen leyes discriminatorias contra las mujeres. Y los comportamientos discriminatorios en la sociedad civil son más bien testimoniales.

En Estados Unidos, el portal Payscale afirma que las mujeres cobran un 19 % menos que los hombres. Sin embargo, el mismo portal advierte que, cuando analizamos el pago por trabajador equivalente (misma educación, misma experiencia, mismo sector, misma localización), la brecha salarial prácticamente desaparece: las mujeres apenas cobraran un 2 % menos que los hombres. Lo más probable es que esa diferencia sea estadísticamente insignificante (es decir, la brecha salarial no existe).

Por tanto, no existe una reivindicación real legítima del feminismo moderno. Sin embargo, la lógica política nos dice que cuando un asunto entra en la agenda política, se enquista y es casi imposible que salga de allí. Si los feministas no tienen nada real por lo que luchar, no importa; se inventarán luchas invisibles o micromachismos o cualquier otra barrabasada (su salario como activista en organizaciones civiles regadas de dinero público depende de ello).

La discriminación positiva es simplemente dar ventajas legales a las mujeres por el simple hecho de ser mujeres, lo que de facto implica una discriminación negativa para los hombres. No deja de resultar paradójico que se luche contra la discriminación sexual mediante medidas de discriminación sexual.

¿Qué proponen los feministas?

Los feministas proponen que se hagan políticas para llegar a la igualdad de resultados entre hombres y mujeres. Como son conscientes que de forma natural no se va a llegar a esa igualdad en el resultado final, están proponiendo medidas denominadas de discriminación positiva. La discriminación positiva es simplemente dar ventajas legales a las mujeres por el simple hecho de ser mujeres, lo que de facto implica una discriminación negativa para los hombres.

No deja de resultar paradójico que se luche contra la discriminación sexual mediante medidas de discriminación sexual. El feminismo defiende que, para eliminar la discriminación sexual contra la mujer, se necesita una discriminación sexual contra el hombre. La propuesta no tiene sentido alguno y solo se entiende dentro de un contexto de lucha de clases aplicada al género, y esto no es más que sociología marxista edulcorada.

Conclusión

Existe una disyuntiva que tiene que enfrentar toda sociedad en el tratamiento a las personas que pertenecen a cualquier grupo. Solo tenemos dos opciones:

  1. evitar la discriminación por causas identitarias, asumiendo que esto va a llevar a resultados diferentes en el proceso social;
  2. discriminar por motivos identitarios para (intentar) llegar a un resultado social igualitario (cosa imposible).

Discriminación o igualdad de resultados, no existe una tercera vía.


[1] Aunque cada vez más se tienden a considerar incluso estos tipos específicos y justificados de discriminación como inaceptables.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Daniel Fernández

Daniel Fernández es doctor en economía, profesor en la Universidad Francisco Marroquín y director de UFM Market Trends.

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