Santiago Dussan / / 11 de agosto del 2022

Infiernos fiscales por venir —o superar—

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Para el momento en el que lean esta columna, Colombia tendrá nuevo presidente.

Después del 7 de agosto de 2022, Colombia será gobernada por un nuevo presidente. Los que nos ocupamos de discusiones económicas en torno a cómo futuras medidas afectarán el bienestar de las personas solemos hacerlo en términos de lo que no fue, el curso de acción alternativo que no se emprendió: el costo de oportunidad.

Siendo electo uno u otro candidato, nos preguntamos si acaso se nos avecina uno de dos en términos fiscales: o un infierno o un mediocre paraíso. Con la ejecución de las promesas electorales de cualquiera de los dos candidatos, estamos ante la proverbial disyuntiva que impone casi toda elección presidencial: la elección entre males de diferente intensidad.

La carrera presidencial en Colombia: pesimismo y la fealdad relativa

A pesar de esporádicos, eventuales y muy raros brotes de optimismo frente al futuro, el estado de ánimo de los que vivimos en Colombia es de irritación respecto a la situación actual de las cosas; nuestro relativamente bajo grado de libertad económica y nuestro constante afán de mejora es contrarrestado por lastres estatales, año tras año, en forma de mayores y más extensas regulaciones sobre nuestras acciones y más altos impuestos. El empresario es comúnmente el objetivo militar.

Sin embargo, tomando algún descanso del estupor pesimista, pero muy conscientes de estar enfrentando una tasa efectiva de tributación para la mayoría de empresas del 69.7 %, se nos entra un optimismo extraño. ¿Vivimos acaso en un lugar tan infernal? La posible respuesta a esto es, como muchas otras cosas, relativa. No es la tasa efectiva de tributación argentina de 106,3 %; tampoco es la boliviana ni la venezolana de 83,7 % y 73,3 % respectivamente. Un relativo infierno —o mediocre paraíso— fiscal de 69 % de tasa de tributación efectiva puede rápidamente convertirse en un relativo paraíso fiscal al lado de algún otro pedazo de mundo con unas tasas de 70 %, 80 % o 90 %.

Un relativo infierno —o mediocre paraíso— fiscal de 69 % de tasa de tributación efectiva puede rápidamente convertirse en un relativo paraíso fiscal al lado de algún otro pedazo de mundo.

Esto es similar a lo que sucede cuando salimos de fiesta con amigos con personalidades magnéticas —y nada más al final y teniendo en cuenta que todo puede eventualmente empeorar—: no somos tan feos.

El cambio: ¿de infierno a paraíso fiscal? o ¿de paraíso a infierno fiscal?

La carrera presidencial en Colombia giró alrededor del tropo —bastante desgastado— del cambio. Ambos candidatos se ofrecieron y suelen ser percibidos como los precursores del cambio. Respecto de uno de ellos, el cambio que creo que más sobresalió es la reducción del Estado para disminuir el gasto público y la corrupción, añadiendo algo de promesas populistas en términos de subsidios. Respecto del otro, el cambio se prometió en términos de aumento de las funciones del Estado, convirtiéndose este en la fuente principal de prosperidad para la mayoría de la población, implicando una agresiva reforma tributaria en términos de mayor recaudación y gasto público. Dejo a ustedes la tarea de averiguar cuál es cuál.

Panamá Papers en esteroides

Toda la discusión ha hecho que recuerde una particular cadena de noticias alrededor del escándalo de un singular caso de personas huyendo de infiernos fiscales. Un gran número de compañías off-shore, ubicadas en su mayoría en refugios fiscales, fueron utilizadas por varios millonarios para mantener el estado de sus finanzas en secreto. Espectacularmente denominado los «Pánama Papers en esteroides», los Pandora Papers revelaron cerca de 12 millones de documentos de cerca de 14 proveedores de servicios a nivel internacional —en su mayoría firmas de abogados y otros tipos de compañías— que se encargaron de crear cuentas off-shore secretas en varias jurisdicciones en favor de unos 330 políticos de alto nivel de unos 90 Estados, además de varios deportistas, artistas e inclusos famosos criminales. Entre estos se contaron en su momento: el ministro de Finanzas de Brasil, el primer ministro de la República Checa, el rey de Jordania, personalidades rusas muy cercanas a Vladimir Putin e incluso la cantante colombiana Shakira. Quedó en ese momento al descubierto que todas estas personalidades han comprado acciones, casas, automóviles y obras de arte a través de esas compañías off-shore, beneficiándose del secreto financiero que ofrecen.

Un gran número de compañías off-shore, ubicadas en su mayoría en refugios fiscales, fueron utilizadas por varios millonarios para mantener el estado de sus finanzas en secreto.

Ante la realidad de los infiernos fiscales que son —y pueden llegar a ser— ciertos países, la existencia de aquellos paraísos fiscales como los que revelaron los Pandora Papers es, por decir lo mínimo, comprensible. Los individuos tomarán la decisión de ahorrar e invertir dependiendo de varios factores. Uno de esos factores será la estimación que se tenga de las acciones de los demás individuos. Aquellos individuos demandarán aquellos bienes presentes que crean que producirán retornos futuros. En otras palabras, invertirán en procesos productivos, siempre y cuando estimen que el derecho de propiedad que tengan sobre esos bienes futuros y sobre las ganancias que de estos se deriven esté garantizado. Si descuentan fuertemente el futuro, en caso de contar con una altísima probabilidad de reducirse su riqueza en el futuro a causa de expropiaciones, los individuos se verán más avocados a consumir en el presente y no a ahorrar e invertir en producir para conseguir ganancias futuras. Habrá razones de sobra para no producir en favor del consumo futuro y, en vez de esto, consumir lo que más se pueda en el presente.

Por lo que a nosotros nos respecta, la riqueza de personas como Shakira es producto de haber producido en beneficio de muchas otras personas. Pues bien, la razón detrás de la utilización de esas empresas off-shore, muchas de ellas ubicadas en refugios fiscales, por parte de personas como Shakira obedece a una acción racional por parte de ellas de distraer sus riquezas acumuladas de la depredación de agentes estatales operando en infiernos fiscales —jurisdicciones con tasas de tributación efectivas especialmente altas—. Es muestra, si así lo queremos ver, de una mayor demanda de medios de defensa en contra del irrespeto sistemático de derechos de propiedad privada, respecto del cual consideran víctima a sus riquezas.

Es muestra, si así lo queremos ver, de una mayor demanda de medios de defensa en contra del irrespeto sistemático de derechos de propiedad privada, respecto del cual consideran víctima a sus riquezas.

Para bien o para mal…

Este texto lo escribo desde el pasado. Al ser publicado, sabremos ya quién ganó la elección presidencial y con qué margen de ventaja lo hizo. Los efectos económicos del resultado de la elección presidencial en Colombia no son poca cosa y no se pueden descontar tan alegremente. Al concretarse el proyecto político del presidente electo, y de cumplirse sus promesas más visibles de campaña —lo cual es prudente no creer del todo—, Colombia puede continuar siendo el relativo paraíso fiscal de las personas en Argentina o Chile. Por otro lado, de concretarse el otro proyecto político, el país se puede convertir en un verdadero infierno fiscal en esteroides, ante lo cual diríamos que todo tiempo pasado fue mucho mejor al extrañar profundamente la tasa actual de 69 %. Recordemos que las cosas pueden cambiar para mucho, mucho peor. Ya veremos qué pasa —y, por ende, qué tanto envejece esta columna en los próximos meses—.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Santiago Dussan

Doctor del derecho y profesor de análisis económico del derecho de la Pontificia Universidad Javeriana, Cali

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