Olav Dirkmaat / / 25 de abril del 2023

¿Por qué surgió la polémica de la tasa de pobreza?

Foto cortesía de Diego José

Guatemala es, indudablemente, un país pobre, pero no se encuentra en una situación más precaria que la de Haití u otros países en la región. Aunque los niveles de pobreza en Guatemala siguen siendo altos, es innegable que han disminuido en el tiempo. No obstante, hubo muchas personas que se alarmaron y molestaron cuando se cuestionó la calidad, el uso y la interpretación de los datos.

¿Por qué algunas personas intentan presentar a Guatemala como un país más pobre de lo que realmente es?

Aparentemente, para algunos, tener un compromiso intransigente con la verdad es algo malo. Consecuentemente, la pregunta que surge es por qué algunas personas se esfuerzan en presentar a Guatemala como un país más pobre de lo que realmente es. ¿Por qué hay grupos de interés que están tan comprometidos en mostrar una imagen (más) negativa de su propio país? Una posible respuesta podría encontrarse en la teoría de public choice, la cual nos permitiría analizar los incentivos que motivan estos discursos.

Un resumen: La falsedad de los datos

La realidad es que el dato que afirmaba que Guatemala era más pobre que Haití, estaba plagado de un error insoslayable: la línea de pobreza. Para calcular la línea de pobreza nacional, el INE usa una canasta básica, en parte, mal calculada. Cuanto mayor es la sobreestimación (errónea) de la canasta, más alto es el umbral de pobreza y más alta es la tasa de pobreza[1].

Además, la línea de pobreza nacional es extremadamente arbitraria. En los Estados Unidos, se encuentra en $35 dólares al día ($13,000 al año). Como resultado, el 10% en los Estados Unidos se considera pobre. Sin embargo, todos estaríamos de acuerdo en que alguien con un ingreso de $13,000 al año en Guatemala no debería considerarse pobre.

Utilizando datos de 2021 de la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos del INE, calculé la tasa de pobreza de manera correcta según mi juicio. La tasa de pobreza estimada es del 22.4% en 2021 (puedes encontrar más detalles aquí).

Sin embargo, muchas personas se ofendieron con los intentos de obtener el dato correcto. A continuación, analizaré por qué a través del public choice, después de hacer un pequeño desvío sobre la discusión sobre el auto-odio de Sad Gaad.

La cultura suicida del auto-odio: Una explicación psicológica de lo que pasó

Según Sad Gaad, parece que cualquier progresista que se respete está casi obligado, por defecto, a adoptar el «auto-odio cultural». Ningún académico «progresista» debería cometer el delito de incurrir en este tipo de patriotismo «vulgar» y «sin vergüenza». Esta autocritica irracional parece no tener límites.

Parece que algunos solo se contentan cuando ven «hechos» que confirmen su convicción política. «¡Te dije que estamos cada vez peor!», porque «nuestros gobernantes son los peores». Algunos psicólogos llamarían a esto el sesgo de confirmación. Si sientes la convicción de que no hay otra forma de que Guatemala sea el país más pobre del universo (y más allá), tendrá que ser así, a pesar de lo que diga la evidencia. No obstante, un académico, al igual que los empresarios e inversores que se exponen a los mercados, al menos si desean tener éxito, siempre debe estar dispuesto a cambiar su opinión basándose en un mejor argumento o nuevos hechos.

Este victimismo, sin embargo, está acabando con la ciudadanía del país en lugar de construirla, contrario a lo que algunos grupos afirman. Somos los peores, porque sí, y no es «mi» culpa, es culpa de nuestros gobernantes. Cualquier dato que ponga en duda el dogma —por ejemplo, que Guatemala como país pobre está mucho mejor que docenas de otros países— es herejía y debe ser tratado como tal ante el ojo público. ¿Se pueden imaginar la reacción de estos grupos de interés cuando alguien tan solo sugiere que si durante los últimos cuatro años, a pesar de la pandemia, hubo algún avance? Hacer la pregunta es suficiente para ser «cancelado» en algunos grupos de activismo político.

Cualquier dato que ponga en duda el dogma —por ejemplo, que Guatemala como país pobre está mucho mejor que docenas de otros países— es herejía y debe ser tratado como tal ante el ojo público.

Mientras algunos, como Sad Gaad, han intentado explicar este afán de la autocrítica cultural irracional a través de la psicología, otros enfoques como el public choice sugieren que se puede explicar mediante incentivos económicos y la búsqueda de rentas políticas (rent-seeking). Lo veremos a continuación.

Una explicación económica: Pobreza y rent-seeking

Es relativamente fácil distinguir entre un activista político y un académico. Un académico busca la verdad, mientras que un activista político, pues… hace activismo, a veces a costa de la verdad. A veces, los activistas tienen puestos académicos y, muy raramente, los académicos tienen puestos activistas (yo diría que el congresista estadounidense Ron Paul cae en esta última categoría, pero es una excepción, un «romano entre griegos»).

Los ingresos en donaciones, préstamos y transferencias de los activistas políticos muchas veces dependen de la urgencia o gravedad del problema que el activista político promete resolver. Dicho de otra forma, el activista político depende de su activismo para obtener ingresos. Si este activismo está vinculado directamente con la «pobreza», y la búsqueda de fondos (ayuda internacional y/o donaciones) se basa en la pobreza, entonces cuanta más pobreza haya, mejor. Más que un interés en la verdad, existe un interés en tener una «narrativa pegajosa». La falsa creencia de que Guatemala es el país más pobre de la región puede ser un factor de peso en la recaudación de fondos. Más que «la» realidad, sirve una realidad paralela: más que «la» verdad, sirve la narrativa. Esta dinámica se vuelve aun más relevante en las ONG financiadas con dinero estatal que en aquellas financiadas con dinero privado.[2].

La asignación de la ayuda internacional sigue diferentes lógicas. Esta ayuda estatal puede ser asignada por geografía (África, Asia o las Américas) o por tema (derechos de la mujer, derechos de minorías étnicas, (des)nutrición infantil, etcétera) o, como es habitual, ambas. Sin embargo, dentro de la asignación regional, se hace una asignación menos restrictiva a nivel de país. Las diferentes organizaciones no gubernamentales (ONG) de índole privado, pero financiadas con dinero público, compiten por estos fondos. No son necesariamente los mejores en darle uso al dinero, sino en cabildear para conseguirlo: hay una diferencia entre ambos.

Asimismo, activistas en otros países, objetivamente más pobres que Guatemala, como Honduras, El Salvador y Nicaragua, procuran lo mismo: pintar su país lo peor posible para obtener la mayor fracción de la ayuda a repartir.

Dada esta competencia, resulta comprensible la oposición a una «búsqueda de la verdad» de un académico. Para muchos que dependen directamente de la narrativa negativa de Guatemala, cualquier evidencia que ponga en duda su pesimismo extremo es un ataque directo a sus ingresos personales. Una vez asignada la renta, no usan los fondos asignados para resolver la pobreza, sino los destinan a gastos de funcionamiento y beneficios personales. La búsqueda de la verdad se vuelve irrelevante.

Este tipo de rent-seeking genera daños económicos que van más allá del dinero de los contribuyentes desperdiciado en donaciones. El proceso de asignación de estas donaciones conlleva costos, ya que diferentes personas y organizaciones compiten por ellas. Los ganadores de esta competencia son los destinatarios de las donaciones, pero los perdedores también han incurrido en costos al competir por las mismas rentas. Estos costos incluyen el trabajo, los materiales, el cabildeo y otros costos que incurre un rentista político. Debemos sumar los esfuerzos de ellos, en su búsqueda de rentas, en la ecuación económica de la ayuda internacional, que de por sí ya tiene un resultado sumamente negativo.

Cuando un burócrata incurre en nepotismo, él no asume el costo: el contribuyente lo asume.

Aquí es importante señalar que cuando un propietario de una empresa incurre en «nepotismo» al contratar a su suegra, por ejemplo, el costo lo asume él mismo. El «nepotismo privado» es insignificante en la vida real porque el propietario usa su propio dinero y asume el costo. En cambio, la ayuda internacional es distribuida por burócratas con dinero de los contribuyentes. Cuando un burócrata incurre en nepotismo, él no asume el costo: el contribuyente lo asume. Esto hace que el «nepotismo» tenga un giro radicalmente diferente de un caso a otro.

Todo esto muestra que la arbitrariedad en el proceso de asignación de rentas, en el caso de la ayuda internacional, no tiene ningún contrapeso.

¿Debemos tener datos de pobreza?

También mencioné en una ocasión que en este caso específico, sería mejor seguir el ejemplo de Hong Kong y dejar de recopilar datos. Tenerlos solo invita una intervención estatal que a menudo termina en fracaso en lugar de éxito.

Esta idea controvertida, aplicada por uno de los mayores milagros económicos de la historia, Hong Kong, también fue criticada por algunos cuando lo mencioné. Sin embargo, es responsabilidad de ellos demostrar para qué propósito sirve la recopilación de cada dato macroeconómico específico para informar la política pública en puntos concretos. Cualquier persona en el sector privado entiende que recopilar datos con el mero propósito de recopilarlos es improductivo: uno recopila datos y mide algo porque cree que la información le ayuda a tomar mejores decisiones. En el caso de la tasa de pobreza, esto es muy dudoso, especialmente porque el dato macro de pobreza es inútil ya que no indica, por ejemplo, en qué parte del país la pobreza es la más extrema.

Las cifras macro de pobreza sirven para poco propósito, excepto la búsqueda de rentas por parte de activistas políticos que, paradójicamente, condenan a los más pobres a seguir siendo pobres.

Una persona despreocupada diría que es bueno tener un termómetro que pueda indicar cómo está mejorando (o empeorando) el país, y los datos macroeconómicos pueden dar una idea de estas mejoras. El problema con esto es que las buenas políticas públicas no dan resultados de un año al otro, sino de una generación a otra. La atribución ingenua de causa y efecto (entre políticas públicas y resultados económicos) por parte del electorado es entrañable, pero dañina.

En conclusión, mi premisa es que las cifras macro de pobreza sirven para poco propósito, o más bien un propósito perverso, excepto la búsqueda de rentas por parte de activistas políticos que, paradójicamente, condenan a los más pobres a seguir siendo pobres. Esta es la explicación de la «histeria» alrededor de la tasa de pobreza.


[1] Personas como el diputado Aldo Dávila no se dan cuenta de su incoherencia cuando, por un lado, critican a Guatemala por tener la canasta básica más cara de la región, y por el otro, alegan que la tasa de pobreza sea tan alta. La canasta básica guatemalteca cuesta cuatro veces más que en El Salvador, pero el costo de vida definitivamente no es cuatro veces más alto que el salvadoreño.  

[2] Aun así, el modelo de gobernanza de las ONG, incluso cuando son financiadas con donaciones privadas, tiende a sufrir de problemas principal-agente.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Olav Dirkmaat

Director del Centro para el Análisis de las Decisiones Públicas (CADEP) y profesor de economía en la UFM. CIO de Hedgehog Capital. Doctor en Economía por la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid.

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