Brasil: el costo de la inacción
Las amenazas del COVID-19 en el caso brasileño no solo suponen una crisis de salud pública o el advenimiento de una recesión económica, también proyectan una lucha política que hasta la fecha tiene consecuencias sobre el orden público y la proliferación de casos.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se ha manifestado abiertamente en contra de las propuestas de Luiz Henrique Mandetta, el entonces ministro de salud. Además de tachar las recomendaciones de higiene y confinamiento como el producto de una histeria colectiva, la postura inicial del Gobierno se caracterizó por una inacción sostenida por la negación, y culminó en la destitución de Mandetta. No fue hasta casi un mes después del primer caso que se aprobaron una serie de medidas como la declaración de un estado de calamidad, la generación de ayudas económicas y la flexibilización del derecho laboral para permitir la conservación de trabajos.
Debido al cambio de rumbo tardío, los alcances del contagio no han cesado y, por ahora, Brasil cuenta con el número más alto de casos confirmados y decesos de la región. Tenemos, entonces, por resultado un entorno plagado por la pasividad, cuyas principales consecuencias son la incertidumbre y el pesimismo. Esto se consolida como una ventana de oportunidad al emprendimiento político, a través del cual las condiciones pueden ser capitalizadas por diversos actores para crear una armazón que permita edificar proyectos puntuales. Tal es el caso de Fernando Haddad, quien inició su carrera política en la alcaldía de São Paulo en el 2001 y fue consolidándose a través de ministerios hasta que en el 2018 se presentó en la contienda presidencial como la competencia directa de Bolsonaro.
Esto se consolida como una ventana de oportunidad al emprendimiento político, a través del cual las condiciones pueden ser capitalizadas por diversos actores para crear una armazón que permita edificar proyectos puntuales.
Figura 1: Progresión de contagio y decesos por COVID-19 en Brasil
En términos panorámicos, existe un incipiente emprendimiento político que se ha reflejado en iniciativas de diversos actores de la política brasileña. Con sus debidos matices e intensidades, estas iniciativas se han proyectado mayoritariamente en dos dimensiones: una institucional y una social. Desde las instituciones de gobierno de rango federal, se ha visto un amplio margen de resistencia a la postura presidencial por parte de algunos funcionarios públicos.
En términos panorámicos, existe un incipiente emprendimiento político que se ha reflejado en iniciativas de diversos actores de la política brasileña. Con sus debidos matices e intensidades, estas iniciativas se han proyectado mayoritariamente en dos dimensiones: una institucional y una social. Desde las instituciones de gobierno de rango federal, se ha visto un amplio margen de resistencia a la postura presidencial por parte de algunos funcionarios públicos. Tales son los casos de São Paulo y Río de Janeiro, donde los gobernadores han tomado la batuta de los métodos de contención declarando confinamientos obligatorios y, al mismo tiempo, contraindicando abiertamente la postura del presidente. Por otro lado, la dimensión civil tampoco ha dejado desatendida la problemática. La acelerada propagación del virus en las comunidades más pobres del país ha desencadenado en la imposición de toques de queda fácticos por parte de las pandillas y milicias criminales que residen en favelas.
En el 2018, una de las elecciones más polarizadas de la historia reciente de Brasil dejó como ganador a Bolsonaro con el 55.21% de votos válidos emitidos y una opinión pública mayoritariamente en su favor. Ahora vemos como, entre otras cosas, su fatua reacción a la amenaza del COVID-19 ha erosionado aún más su popularidad, que ha caído ya un 33%. Esto nos demuestra que la naturaleza del mercado político es altamente circunstancial y que puede ser poco robusta ante cambios abruptos en el entorno.
Parece que Brasil se está enfrentando a una pandemia con los ojos vendados. Por ahora, vemos como el virus ha sometido la configuración de pesos y contrapesos a pruebas de resistencia y adaptabilidad. Sin embargo, lo que es verdaderamente interesante es cómo este vacío generado por Bolsonaro crea las condiciones adecuadas para que los gobernadores (que hasta ahora han actuado dentro de un margen estrecho) emprendan un proyecto político que permita una participación más activa en los rangos federales en un futuro cercano.
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