¿Por qué la interacción política no es importante para el guatemalteco “de a pie”?
Guatemala es un país atravesado por una frontera de perspectiva, interpretación e interés que divide en su mayoría al sector público y al sector privado. Este es un entorno de interdependencia donde las acciones y los planes de cada sector dependen e influyen de manera significativa en las decisiones de su contraparte. Los representantes del sector privado (personas individuales y empresas) están siempre atentos a los cambios que devienen del sector público (contemplan los riesgos políticos e intentan mitigarlos como mejor pueden); y el sector público depende en gran parte del financiamiento proveniente del sector privado (impuestos u otros).
La relación entre ambos sectores es notoria en términos de observación, pero en interacción están muy alejados el uno del otro. Aun cuando muchos funcionarios públicos desean tener influencia en el sector privado, y algunos individuos y grupos de poder en el sector público, el grupo más común de individuos, denominado “de a pie” prefiere alejarse de la interacción pública casi por completo. ¿Por qué ocurre este fenómeno? Existen dos posibles razones para ello.
La primera razón es que el sistema público/político de Guatemala tiene una connotación negativa. Está considerado como “fallido”, “ineficiente” y, sobre todo, “corrupto”. Los guatemaltecos percibimos esto en nuestros funcionarios públicos e, independientemente de si es o no cierto, esto representa una barrera de entrada psicológica para cualquier persona que desee interactuar públicamente.
El sistema público/político de Guatemala tiene una connotación negativa. Está considerado como “fallido”, “ineficiente” y, sobre todo, “corrupto”.
El índice de percepción de la corrupción calculado por Transparency International muestra que esto es real. Este índice es cualitativo y se basa en encuestas y evaluaciones de expertos. Su escala es de 0 a 100; un número bajo representa una corrupción percibida en el sector público alta.
Los guatemaltecos percibimos nuestro sistema político/público como altamente corrupto y la tendencia sigue la misma conclusión (33 en 2012 y 26 en 2019). En otras palabras, cualquier integrante del sector público, sea cómplice de corrupción o no, recibirá este título ¿Cuál es el incentivo transmitido? Seas corrupto o no, serás tratado como tal, así que renta más serlo. Y, si esta no es tu intención, la acción de entrar a interactuar políticamente es altamente desincentivada.
Seas corrupto o no, serás tratado como tal, así que renta más serlo. Y, si esta no es tu intención, la acción de entrar a interactuar políticamente es altamente desincentivada.
La segunda razón es la composición del sistema electoral. En Guatemala tenemos 14 partidos políticos. Según la teoría del votante mediano, los actores dentro del sistema ordenan a estos partidos políticos y a sus representantes en un plano ordenado de izquierda a derecha. De acuerdo a la teoría, el votante escogerá racionalmente al candidato que esté más cercano a su postura. De esta forma, y suponiendo que la gran masa de votantes está cerca del votante mediano, el partido que sea capaz de acercarse más a la postura política del votante mediano ganará.
¿Cuál es el problema en Guatemala? Es fundamentalmente un tema de costos e información imperfecta. Antes que nada, saber la postura política propia requiere de tiempo de introspección y cierto nivel de conocimiento de las posturas e ideologías políticas. Esto ya representa un costo de oportunidad grande para una persona; es decir, el tiempo invertido en ese proceso podría haberse dedicado a otras actividades.
Saber la postura política propia requiere de tiempo de introspección y cierto nivel de conocimiento de las posturas e ideologías políticas. Esto ya representa un costo de oportunidad grande para una persona.
A esto hay que sumarle un segundo elemento: la cantidad de partidos. Pensemos que, incluyendo la propia, se deben conocer al menos 15 posturas políticas como mínimo. Y esto suponiendo que el candidato comparte la misma postura del partido, algo que casi nunca es cierto. El tiempo requerido para conocer cada postura es grande y puede usarse en algo más productivo. Además, el supuesto es que las posturas son estáticas y, como podemos inferir a partir de la teoría del votante mediano, en realidad no lo son, ya que tenderán a desplazarse hacia el votante mediano. Esto, a su vez, crea un problema de información imperfecta: los partidos saben los movimientos reales y falsos, el votante no. El siguiente paso es tomarse el tiempo para conocer a cada candidato, sus intenciones, antecedentes, sus propuestas y especular acerca de si las cumplirá o no. Es una inversión muy grande que pocos están dispuestos a hacer.
Lo descrito anteriormente se conoce como el “votante irracional racional”, término acuñado por Bryan Caplan, en The Myth of the Rational Voter. El argumento de Caplan cobra aún más lógica si le agregamos la democracia, en donde un voto informado no influye significativamente en la elección de gobernantes (si el votante decisivo conociera su situación, el incentivo sería informarse, pero este no es el caso). Así, podemos ver claramente por qué a un guatemalteco de a pie no le es conveniente interactuar con la política: no es un tema de percepción ideológica desinformada, sino una acción racional.
A un guatemalteco de a pie no le es conveniente interactuar con la política: no es un tema de percepción ideológica desinformada, sino una acción racional.
Este problema no tiene una solución definida. Al problema de la connotación negativa nos quedan dos salidas visibles: confianza en el sector público (algo ideal y utópico) o una reforma en el sistema a través de métodos democrático-republicanos. Respecto al problema de los costos de interacción, nos quedan otras dos soluciones: fomentar la creación de criterio propio en la mayoría de los individuos (nuevamente, algo complicado) o la reforma constitucional de limitar los partidos políticos. Más participación requiere de un mejor sistema público y un mejor sistema público requiere de más participación; este razonamiento circular caracteriza a Guatemala y forma la base de por qué la interacción política es percibida como “no importante” y una “pérdida de tiempo”. El guatemalteco de a pie, siendo racional, prefiere invertir su tiempo en actividades con retornos más significativos.
AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.