Eduardo Fernández Luiña / / 14 de enero del 2020

El gran reto del nuevo gobierno

Giammattei- froto Medium

Esta semana, Alejandro Giammattei tomará posesión como el quincuagésimo primer presidente de la República de Guatemala, undécimo de la era democrática. El nuevo Gobierno debe afrontar una serie de retos con ánimo de superar la situación en la que se encuentra el país en este momento. Dicho esto, si tuviésemos que definir las palabras clave que vertebran la acción del futuro ejecutivo guatemalteco, solo deberíamos centrarnos en dos: por un lado, confianza; por otro, estabilidad. Ambos son conceptos asequibles y de fácil comprensión. Sin embargo, su logro representa un desafío político de primera magnitud.  

El Estado guatemalteco necesita urgentemente mejorar sus niveles de confianza. Confianza hacia adentro de parte de sus ciudadanos; pero, también, confianza hacia afuera con objeto de que empresas y el resto de países y organismos internacionales mejoren la imagen que existe sobre Guatemala.  

El Estado guatemalteco necesita urgentemente mejorar sus niveles de confianza.

Lo anterior es de extrema necesidad, pues como varios indicadores señalan, la desconfianza campa a sus anchas por el país desde hace más de diez años. Sobre todo desde el año 2015, cuando el presidente Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, vicepresidenta de la República, fueron encarcelados junto con otros miembros del Gobierno y de las altas instancias del Estado guatemalteco. 

El Gobierno liderado por Jimmy Morales no ha sido capaz, a pesar de las esperanzas depositadas en él a inicios del año 2016, de mejorar las cosas. La legislatura ha estado marcada por la constante tensión entre el Ejecutivo y el resto de instituciones del Estado. Además, el Gobierno de la República ha sufrido un sinfín de presiones internacionales por infinidad de razones. Destaca la no renovación de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala —CICIG— y el problema migratorio con los Estados Unidos de América.

La legislatura ha estado marcada por la constante tensión entre el Ejecutivo y el resto de instituciones del Estado. Además, el Gobierno de la República ha sufrido un sinfín de presiones internacionales por infinidad de razones. Destaca la no renovación de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala —CICIG— y el problema migratorio con los Estados Unidos de América.

Los últimos gobiernos no han sido capaces de afrontar el reto señalado líneas atrás. Podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que incluso han contribuido a promover y generar una situación más incierta a la que se sufría. Y lo anterior, como no puede ser de otra manera, es muy preocupante para la estabilidad de la joven democracia centroamericana. Lo es más aún en estos tiempos, donde toda América Latina está sufriendo una crisis de identidad democrática que ha provocado la deriva autoritaria y sin cortapisas en Venezuela y Nicaragua. Incluso Chile y Colombia, otrora ejemplos de mejora democrática y desarrollo económico, están pasando por malos momentos en la actualidad. 

La confianza institucional no es solo necesaria para asegurar la estabilidad y la buena relación entre poderes o para mantener una buena relación con la ciudadanía. También importa en términos económicos. Por ello, es bueno tener una fotografía general que nos muestre con claridad la situación en la que se encuentra no solo Guatemala, sino toda la región. Valga a modo de ejemplo y para los efectos de este breve artículo la cuestión de la inversión extranjera directa. América Latina se caracteriza por unos reducidos flujos de inversión extranjera directa. Esto, como no puede ser de otra manera, posee un impacto inmediato en la calidad de vida y en la estructura de oportunidades de los individuos. Después de África, América Latina es la región que menos inversión extranjera directa recibe a nivel global. 

Tabla 1. Entradas mundiales de inversión extranjera directa, tasas de variación y distribución por regiones (2008-2017)

Fuente: CEPAL, 2017, p. 25. 

Cuando nos centramos en Guatemala, podemos afirmar que dicho flujo de inversión se ha reducido —desafortunadamente— de manera importante desde el año 2015. 

Tabla 2. Flujos de inversión extranjera directa en Guatemala
(2015-2019)

Fuente: Banco de Guatemala, 2010.Para más información, ver https://www.banguat.gob.gt/inc/main.asp?id=67025&aud=1&lang=1 

Guatemala debería ser atractivo y amigable para la inversión extranjera, pero para ello debe ser primero fiable. Sin lugar a dudas, este es el mayor de los retos para el nuevo Gobierno encabezado por el presidente Alejandro Giammattei. La mejora en la confianza institucional y democrática servirá para mejorar la relación con la ciudadanía y aumentar la estructura de oportunidades de los individuos al enriquecer la situación económica. Solo así el país podrá salir de la situación de impasse en la que se encuentra en la actualidad. 

Guatemala es una nación con grandes activos. Su riqueza natural, su posición geográfica y,  sobre todas las cosas, su gente podrían contribuir al ansiado desarrollo. El gobierno debe ser capaz de generar en los próximos cuatro años un entorno de confianza, credibilidad y estabilidad. Un entorno que facilite —y no entorpezca— la vida de los ciudadanos. Todo con ánimo de frenar la crisis migratoria y ampliar la ventana de oportunidades para la ciudadanía. Todo con el objetivo de que individuos libres y responsables, resultado de su esfuerzo y méritos, logren generar riqueza y con ello prosperidad para sí mismos y para su país. Ojalá pueda ser posible. Sin lugar a dudas, Guatemala y los guatemaltecos se lo merecen. 

Referencias 

  • Banco de Guatemala. (2010). Flujo de inversión Extranjera Directa por país de origen y actividad económica (2008-2019). Banco Central de Guatemala. Recuperado de https://www.banguat.gob.gt/inc/main.asp?id=67025&aud=1&lang=1 
  • CEPAL. (2017). La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe. Santiago: Publicaciones CEPAL, Naciones Unidas. 

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Eduardo Fernández Luiña

Doctor en Ciencia Política y profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales y de UFM Madrid

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