Edgar Gutiérrez Aiza / / 10 de octubre del 2019

Repensando la desafección hacia la democracia

desconfianza democracia Latinobarómetro

En los últimos años, Guatemala ha demostrado cierta desafección hacia su sistema democrático. El bajo apoyo a la democracia ha sido motivo de alarma, quedando en el 2018 con los datos expuestos en la siguiente tabla. En ella, se expresa la opinión ciudadana sobre si la democracia es el mejor sistema de gobierno o si están dispuestos a aceptar algún tipo de autoritarismo:

Fuente: Latinobarómetro, 2018

Fuente: Latinobarómetro, 2018

El hecho de que más del 70% de la ciudadanía no apoye explícitamente la democracia puede representar un problema para la consolidación y la confianza institucional de Guatemala. Esta tesis ha sido presentada y sostenida por el politólogo español Eduardo Fernández Luiña en varios espacios, y la alarmante situación de desafección puede ser un síntoma de que la cultura política guatemalteca está mutando hacia valores autoritarios, presentando una seria amenaza a la libertad. El informe de Latinobarómetro (2018) hace también una pregunta parecida a la anterior, pero formulada de forma diferente:

Fuente: Latinobarómetro, 2018

En esta ocasión, el 49.9% de los encuestados demuestran algún tipo de apoyo a la democracia, mucho mejor que el 28.1% de la otra pregunta. ¿Por qué dos preguntas que parecen cuestionar lo mismo tienen respuestas distintas?

A pesar de la evidente desafección del ciudadano hacia su sistema democrático que expone Latinobarómetro, puede existir un lado positivo en la cultura política guatemalteca. Como argumentan Yun-han Chu y Min-hua Huang (2010), el problema de disminución del apoyo a la democracia, generalizado a nivel mundial, puede ser un error metodológico de medición antes que un genuino peligro de valores democráticos. Resulta que la definición de democracia es tan amplia que difícilmente las respuestas son comparables, incluso entre individuos. Muy probablemente, dicen los autores, si se pregunta en clave de los valores que la democracia propugna, las respuestas serían otras.


El problema de disminución del apoyo a la democracia, generalizado a nivel mundial, puede ser un error metodológico de medición antes que un genuino peligro de valores democráticos.

La gente, se supone, debería tener más tendencia a apoyar la libertad de expresión, de locomoción y de sufragio antes que la represión y la censura. Usar la «palabra D» invita a una dispersión brutal entre respuestas, probablemente porque el guatemalteco promedio asocia autoritarismo con «orden» —la romantización de la época de Ubico, por ejemplo— mientras que asocia democracia con una gran variedad de aspectos como «la brecha de desigualdad entre ricos y pobres», «satisfacer necesidades básicas», «igualdad de oportunidades» o, simplemente, la «ausencia de un líder fuerte». La cuestión es que, con definiciones distintas, las encuestas no recogerán respuestas comparables entre sí.

El guatemalteco promedio asocia autoritarismo con «orden», mientras que asocia democracia con elementos como «la brecha de desigualdad entre ricos y pobres».

El guatemalteco promedio asocia autoritarismo con «orden», mientras que asocia democracia con elementos como «la brecha de desigualdad entre ricos y pobres».

¿Qué se puede hacer para mejorar las mediciones? Los autores sugieren categorizar cuatro ejes que resumen de forma desglosada la desafección: 1) el nivel deseado de democracia; 2) la cantidad adecuada de democracia que debe —o no— haber; 3) la eficacia de la democracia percibida por parte de los ciudadanos; y 4) la prioridad que tiene —o no— la democracia por encima de otros valores sociales, como la igualdad o el desarrollo económico. Todo esto se mide sin usar la palabra «democracia» para evitar caer en el sesgo de la dispersión de opiniones por diversidad de definiciones. Diseñado así, ¿preferirá un guatemalteco que los poderes estén concentrados en un actor en lugar de estar divididos? ¿Valoraría más la opinión de un jefe de Estado por considerarlo una figura paterna? Esperemos que no sea el caso.

Cambiar la metodología de la encuesta puede tener resultados significativamente distintos a los actuales. Esto no quiere decir, sin embargo, que la desafección desaparezca al cien por ciento. Muy probablemente la desafección siga en niveles altos, pero la ventaja es que se pueden dimensionar adecuadamente los problemas para diseñar intervenciones enfocadas específicamente en resolverlos. Enfocarse, por ejemplo, en la eficacia de la democracia para satisfacer al ciudadano será más importante que dedicar esfuerzos a que la gente priorice la calidad democrática por sobre otros problemas. El punto es que ambas no se solucionan de igual forma.

Muy probablemente la desafección siga en niveles altos, pero la ventaja es que se pueden dimensionar adecuadamente los problemas para diseñar intervenciones enfocadas específicamente en resolverlos.

La tesis de Eduardo Fernández Luiña sobre el peligro de la desafección sigue latente e invita a seguir investigando. Este artículo aporta nada más a la operacionalización de las variables a medir para poder enfocar esfuerzos de forma correcta. Es perfectamente posible que la falta de apoyo siga siendo un problema, pero tal vez sea menor del percibido. La lucha por la democracia es eterna, no se puede bajar la guardia y merece cada gramo de nuestro esfuerzo.

Referencias

  • Chu, Y.-h., y Huang, M.-h. (2010). The Meanings of Democracy: Solving an Asian Puzzle. The Journal of Democracy, 21(4), 114-122.
  • Corporación Latinobarómetro. (2018). Informe Latinobarómetro 2018. Recuperado de https://bit.ly/1itZ6pf

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Edgar Gutiérrez Aiza

Estudiante del MSc. en Politics Research en la Universidad de Oxford y egresado del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la UFM. 

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