La emergencia del COVID19: el arte político de normalizar lo inaudito
En los libros populares de persuasión se encuentra algo llamado la “táctica del pie en la puerta”. La táctica del pie en la puerta consiste en hacer una pequeña solicitud primero para después hacer una mayor. Si la víctima en cuestión concede tu primera solicitud, tiende a conceder también la segunda. Esto tiende a ser así incluso si en un contexto de normalidad se hubiera rechazado rotundamente tu segunda solicitud en ausencia de una primera.
Sobre pendientes resbaladizas y anclajes mentales
Grosso modo, este mismo principio se conoce también como “pendiente resbaladiza” (slippery slopes en inglés). Si una política está justificada por las circunstancias o no resulta tan impactante en términos de tamaño, no tenemos por qué oponernos. “¿Qué importa? Se trata de casi nada. No tiene importancia”.
A veces se presentan las políticas sin precedentes como estos tipos de primeras solicitudes inocentes. Y, en muchos casos, estas se hacen bajo el pretexto de una emergencia (sea el COVID-19, el calentamiento global o la crisis financiera del 2008). Los políticos utilizan generosamente esta táctica, que es, de hecho, una habilidad imprescindible, sobre todo para aquellos especialmente codiciosos. Veamos cómo.
El peligro del “nuevo normal”
La trampa de este razonamiento es que el modelo mental de las personas involucra puntos de referencia (anchoring en la literatura). No nos parece bien o mal, usual o inusual, un fenómeno según alguna infalible e inmutable norma objetiva. Al contrario, nuestra mente busca puntos de referencia familiares. Estos puntos de referencia van cambiando según lo que observamos y suelen estar sesgados hacia lo más reciente (recency effect).
Estos puntos de referencia van cambiando según lo que observamos y suelen estar sesgados hacia lo más reciente (recency effect).
Cada vez que se logra mover levemente nuestro punto de referencia, lo inusual se vuelve cada vez más usual. Este es el resultado de la “primera solicitud”. El incrementalismo permite la gradual normalización de algo que jamás debe ser normal. Lo mismo ocurre con las políticas públicas. Terminamos tomando decisiones (adoptando leyes) que jamás se hubieran tomado si no fuera por una decisión tibia inicial que abre la puerta a decisiones extremas más adelante. Piense en los siguientes ejemplos:
- ¿Compras masivas por parte de bancos centrales? “Inimaginable”.
- ¿El Banco de Guatemala financiando directamente al Estado? “Fuera de la cuestión”.
- ¿Controles de precios en Guatemala? “Solo en países socialistas”.
- ¿El barril de petróleo a $10? “Jamás va a pasar”.
- ¿Precios de inmuebles a $2000 el metro cuadrado en Guatemala? “Ni en 100 años”.
- ¿Más de $100 millones de dólares para un jugador de fútbol? “Solo si fuera Dios”.
- ¿Un “regalo” del gobierno de $1200 dólares para cada estadounidense? “Jamás va a pasar, menos si ganan los republicanos”.
- ¿Un déficit fiscal de $4 billones de dólares o el 20% de la economía en tiempos de paz en EE. UU.? “Seguro que también crees en los unicornios”.
- ¿Eurobonos? “Imposible. No entiendes las diferencias culturales en Europa”.
Cualquiera que hubiera hecho estas preguntas hace 10 o 20 años, se esperaría este tipo de respuestas. Pero aquí estamos, en el año 2020 y con todas estas quimeras hechas realidad.
Llegó el nuevo normal
A día de hoy, la mayoría contestaría a estas mismas preguntas de la siguiente manera: “Sí, ¿por qué no?”. Lo irracional se ha vuelto comúnmente razonable. Hoy por hoy, nos encontramos a la mitad de la pendiente resbaladiza y sin posibilidad de vuelta atrás. La reacción por parte de un votante típico a los extremos a los cuales hemos llegado es apática, desensibilizada y pasiva. Hoy por hoy, se encoge de hombros sobre asuntos que hace años eran motivo de revolución.
La reacción por parte de un votante típico a los extremos a los cuales hemos llegado es apática, desensibilizada y pasiva.
La aceptación de las políticas extremas, tanto en alcance como en tamaño, justificadas por emergencias es un testimonio de los logros de los políticos que vuelven normal lo anormal.
Las constituciones y el estudio de la historia
El único remedio ante este reto es replantearnos nuestros puntos de referencia. El remedio personal es estudiar historia. Ser un estudiante de historia nos permite poner en contexto lo que se considera “normal” a día de hoy con lo que se consideraba “normal” en el pasado.
El remedio colectivo son las constituciones: documentos inmutables que pueden resistir la prueba del tiempo y que nos recuerdan qué es lo normal a través de principios. Las constituciones son un punto de referencia explícito que puede evitar que normalicemos lo anormal. Bien hechas, pueden ser anclajes a la racionalidad en un mundo irracional.
El nuevo normal es peligrosísimo. ¿Capisce?
AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.