¿Deberíamos abrir las listas electorales?
En los sistemas electorales democráticos, las preferencias de los votantes son canalizadas a través de los votos. Dentro de este proceso se encuentra la elección del organismo Legislativo, para el que las candidaturas se presentan por medio de listas entre las cuales el electorado debe elegir. Estas listas normalmente siguen tres formatos: cerradas y bloqueadas; cerradas y no bloqueadas; y abiertas.
Las listas cerradas y bloqueadas obligan al votante a elegir en bloque, es decir, debe atenerse al orden de los candidatos tal y como lo presenta el partido. De manera parecida, las listas cerradas y no bloqueadas —o semiabiertas— le dan al electorado la oportunidad de elegir el orden de los candidatos, pero dentro del mismo partido. Por otro lado, las listas abiertas le ofrecen al votante la oportunidad de conformar su propia lista, pudiendo elegir entre candidatos de distintos partidos y el orden en el que se desee votarlos (Nohlen, 2007).
Las listas cerradas buscan privilegiar y fortalecer el voto partidario, ya que siguen la tendencia de fomentar la disciplina dentro de la institución e impulsar la colaboración y la cooperación entre los miembros del partido.
Las listas cerradas buscan privilegiar y fortalecer el voto partidario, ya que siguen la tendencia de fomentar la disciplina dentro de la institución e impulsar la colaboración y la cooperación entre los miembros del partido. Así, los votantes no votan directamente por los candidatos, sino por el partido, y es el partido quien proporciona las listas de los candidatos a elegir dependiendo de la cantidad de escaños que gane (Holcombe, 2016). Este formato de listas es el predominante en América Latina, siendo utilizado en Argentina, Costa Rica, Guatemala, Nicaragua, Paraguay y Uruguay.
Por otra parte, con las listas abiertas ocurre lo contrario, ya que aumenta la personalización del voto. Su mayor desventaja es que tiende a disminuir la unidad y disciplina partidaria interna haciendo más costosa la toma decisiones como bloque. Esto lleva a incentivar la autonomía de los diputados frente a su propio partido, debilitando la cohesión dentro de la misma institución y dificultando el consenso entre sus miembros (Zovatto, 2008). Este tipo de lista es usado en las elecciones legislativas de El Salvador, sin embargo, su contabilización requiere más tiempo y recursos que la de una lista cerrada, por lo que su aplicación resulta más costosa.
Las listas abiertas incentivan la autonomía de los diputados frente a su propio partido, debilitando la cohesión dentro de la misma institución y dificultando el consenso entre sus miembros.
Guatemala cuenta con un sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas, por lo que el electorado debe votar por una lista previamente dada por el partido y no tiene la opción de modificarla (Brolo, 2013). Esto, según la teoría, debería fortalecer al partido. Sin embargo, en el país los partidos son débiles y duran poco. Aquí, la política está altamente dirigida a la persona y no a la entidad partidaria como organización enraizada en la sociedad; es decir, el electorado vota por el individuo y no por un partido político como institución. Guatemala no parece ser la excepción, pues Mires (2012) explica que el personalismo aplicado a la política es un fenómeno común en la mayoría de países latinoamericanos. Analizándolo desde un punto de vista sociológico, ocurre debido a que las masas hacen necesaria la presencia de un “hombre fuerte” (Mires, 2012).
La política está altamente dirigida a la persona y no a la entidad partidaria como organización enraizada en la sociedad; es decir, el electorado vota por el individuo y no por un partido político como institución.
En Guatemala vemos, entonces, una realidad de facto diferente a la esperada en la ley. Contamos con listas cerradas y bloqueadas que en teoría deberían fortalecer las estructuras partidarias, sin embargo, vemos partidos débiles y poco institucionalizados. El electorado guatemalteco sigue votando por la persona, aún cuando el sistema de listas del país busca alejarlo del personalismo y acercarlo al voto partidario. Entonces, ¿cuál es la solución? ¿Abrir los listados?
Referencias
- Brolo, J. (2013). El tamaño importa: variaciones por distrito en elecciones legislativas de Guatemala 1984-2011. Guatemala: Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES).
- Holcombe, R. (2016). Advanced Introduction to Public Choice. Reino Unido: Edward Elgar Publishing.
- Mires, F. (29 de diciembre del 2012). Personalismo político. El Mostrador. Recuperado de https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2012/12/29/personalismo-politico/
- Nohlen, D. (2007). Sistemas electorales, presidenciales y parlamentarios. Nueva York: International Institute for Democracy and Electoral Assistance.
- Zovatto, D. (2008). La reforma político-electoral en América Latina. 1978-2007: evolución, situación actual, tendencias y efectos.. Revista de Derecho Electoral, 6, 1-57.
AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.