Un héroe más allá del muro
El muro que separa a Occidente de China en el siglo XXI no se levanta ladrillo sobre ladrillo, sino algoritmo sobre algoritmo. Y dista mucho de ser aquel que dividió a Europa. El Gran Cortafuegos de China permite al Partido Comunista mantener a los ciudadanos aislados en redes sociales aprobadas por el Gobierno. En estos espacios, se puede escribir y leer solo lo que el Gobierno, que interfiere de forma inmediata en las comunicaciones, permite. Conocido también como el Escudo Dorado, este ha sido el mayor proyecto de control total de las comunicaciones humanas en la red.
En este contexto, el mes de diciembre del año 2019, un médico comunicó por medio de un sistema de mensajería personal a un grupo de colegas la posibilidad del brote de una enfermedad. Al mismo tiempo, recomendaba la prevención por considerar que esta significaba el regreso del virus SARS o uno similar. Su nombre era Li Wenliang. Pero la respuesta de la dictadura china fue contundente. Tan solo cuatro días después, el Gobierno decidió vetar su libertad de expresión y obligarle a firmar un documento en el que se hacía constar, bajo la acusación de difundir comentarios falsos, que entendía la gravedad de sus actos.
¿Cuáles serían los efectos de negar arbitrariamente a este médico la posibilidad de comunicar sus conocimientos a las demás personas? Independientemente de la exactitud de estos, las razones por las cuales debía habérsele permitido se encontraban ya en la obra de John Stuart Mill:
“Si esta opinión es justa se les priva de la oportunidad de dejar el error por la verdad; si es falsa, pierden lo que es un beneficio no menos grande: una percepción más clara y una impresión más viva de la verdad, producida por su choque con el error”.
El conocimiento acumulado en la experiencia del doctor Li permitió proyectar una crisis de salud que debería haber sido sometida a una discusión libre y abierta. Es necesario crear espacios en los que los puntos de vista de cada uno puedan ser confrontados con otros en un proceso de deliberación colectiva. Sin embargo, esta amenaza pública fue vedada del choque con otras opiniones, consecuencia de un enorme sistema de control al servicio de la dictadura.
Es necesario crear espacios en los que los puntos de vista de cada uno puedan ser confrontados con otros en un proceso de deliberación colectiva.
Limitar la libre expresión en China ha causado resultados inesperados para el mundo. Estos ya fueron anunciados por pensadores occidentales como John Milton, que enfrentó el mismo mal en un contexto tecnológico diferente. Milton avisó en su discurso, Areopagítica, sobre el riesgo de imponer un control absoluto sobre lo que las imprentas podían difundir. A pesar de que estas medidas se disfrazaban de intentos de guiar el desarrollo ideal de la sociedad, lo único que garantizan es la censura. Milton también señaló que este poder evitaría una mayor aproximación a la verdad y, por ende, afectaría negativamente a las decisiones de interés común de la especie.
Sin embargo, China tiene, gracias al proyecto Escudo Dorado, el control total de las comunicaciones por medio de la red. Se calcula que esto ha costado al mundo la posibilidad de reducir el impacto del COVID-19 entre un 66% y un 95%. Así, el uso de esta tecnología en China recuerda a aquella tormenta que Stuart Mill pronosticó para la libertad de expresión cuando, en favor de las mayorías o de la opinión pública, se ejercieran opresiones ilimitadas. En esta forma, constituye un Leviatán basado en el Estado-software, adversario formidable para el desarrollo humano, que debería estar basado en la experiencia individual y la verdad.
El Internet global es en China una herramienta de un Gobierno central que pretende ser absoluto y que levanta un muro impenetrable para la comunicación colectiva o individual. Cabe reflexionar sobre la expansión de sistemas de control total, cada vez más sofisticados, mejor elaborados y menos perceptibles. Limitan al mínimo posible la opinión, la expresión, la conciencia y, por ende, al individuo y su libertad.
Cabe reflexionar sobre la expansión de sistemas de control total, cada vez más sofisticados, mejor elaborados y menos perceptibles. Limitan al mínimo posible la opinión, la expresión, la conciencia y, por ende, al individuo y su libertad.
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