Un intento de desambiguación del capitalismo (dada la impunidad de mercado de Avianca)
Las palabras se utilizan de acuerdo a sus usos. Y muchas veces, se usan totalmente desligadas de su significado original.
El presidente de la nación Argentina, en la celebración del día de la industria en ese país, dijo, entre otras cosas, que la pandemia del COVID-19 ha dejado una particular enseñanza: el capitalismo no debe volver a ser lo que fue. Tan solo tenemos que hacer un breve esfuerzo para poder leer entre líneas y darnos cuenta de que Alberto Fernández participa de la noción modal de la actualidad. Esta no solo culpa al capitalismo de la pandemia, sino que, por causa también de él, por la obsesiva fijación en la riqueza monetaria, considera que se ha descuidado la vida y “se ha premiado la economía”. Como si el capitalismo fuera un accidente que pudiera evitarse.
El señor Fernández no está solo. Para él y para muchos, el capitalismo es nada y todo lo malo al mismo tiempo. Ellos afirman batiendo los brazos que el capitalismo fue el sistema económico que resultó en las grandes bondades tecnológicas de los últimos dos siglos de vida occidental. Sin embargo, está acabado. Si bien fue beneficioso en el pasado, no lo será más para el futuro. Con el mismo manierismo, dirigen sus críticas hacia los economistas, queriéndoles hacer ver su infantil inocencia al fijar sus estudios sin ninguna atención a la historia. Se han especializado en considerar la economía de mercado como el único patrón de cooperación social, obsesionándose exclusivamente por las condiciones que habilitan su funcionamiento. Al hacer esto, dejaron de prestar atención al hecho de que el capitalismo solo se ha conocido en los últimos dos siglos y que se restringe a tan solo una pequeña minoría de sociedades. Ha habido y habrá otras civilizaciones con costumbres y mentalidades diferentes donde se pueden observar otras formas de organización social. El capitalismo es un accidente; una etapa efímera en la evolución histórica de la civilización a superar.
Suficiente confusión. Es aquí donde nos damos licencia para desambiguar la palabra con el interés de que se use de acuerdo a su significado original.
Capitalismo significa: sistema económico basado en la propiedad privada de los factores de producción. Descansemos, pues no es más que esto. Se trata de un modo de acción condicionado por la división del trabajo. A su vez, es el resultado de un largo proceso de evolución que consiste en los esfuerzos de múltiples agentes de ajustar sus acciones a un inmodificable entorno. La aplicación de este sistema ha permitido la transición de un estado de salvajismo a uno de civilización.
Capitalismo significa: sistema económico basado en la propiedad privada de los factores de producción. Descansemos, pues no es más que esto.
Un elemento importante en ese proceso de evolución ha sido la capacidad que ganaron los agentes de ajustarse a aquellas condiciones inmodificables haciendo diferenciaciones con ayuda de una herramienta particular que podemos llamar cálculo económico. En algún momento, la suma de acciones concertadas que es el mercado estuvo marcada por el hecho de llevarse a cabo no por medio del trueque (intercambio directo), sino en términos de dinero, de un medio universal de intercambio. A partir de este punto, no solo pudieron los agentes evaluar sus acciones de acuerdo a ganancias o pérdidas monetarias, también fue posible evaluar la totalidad de los medios de producción en términos de dinero en complejos procesos productivos. A esta suma se le conoce como capital.
Así, podemos afirmar que el fin inmediato de toda acción que pretenda adquirir es el incremento, o al menos la preservación, del capital. La cantidad que se consuma durante un periodo definitivo de tiempo sin que disminuya el capital lo llamaremos ingreso o renta. Si el consumo es superior al ingreso disponible, la diferencia la tendremos por consumo de capital. Si acaso el ingreso disponible es mayor que la cantidad consumida, la diferencia la tendremos por ahorro. Así, llegó un punto en esta evolución en el que los agentes del mercado pudieron hacer diferenciaciones, en términos de capital, entre cursos de acción que probablemente desperdiciarían valiosos recursos; y aquellos que atenderían a las necesidades de sus semejantes de acuerdo a sus distintos grados de urgencia a cambio de una ganancia empresarial pura en términos de dinero. Esto no es sino una forma sofisticada de decir que las personas, a partir de este momento, pudieron hacer distinciones de qué hacer y qué no hacer tomando en cuenta las pérdidas y ganancias que anticipaban.
El capitalismo no es un accidente histórico. Es, en cambio, un particular estado evolutivo de la economía de mercado en el cual la acción concertada de sus agentes pudo comenzar a guiarse hacia la satisfacción de necesidades de varios grados de urgencia con ayuda de la herramienta mental del cálculo económico, fundamentada en la noción de capital y su ingreso correlativo. Todo esto, partiendo del principio habilitante de la propiedad privada.
El capitalismo no es un accidente histórico. Es, en cambio, un particular estado evolutivo de la economía de mercado en el cual la acción concertada de sus agentes pudo comenzar a guiarse hacia la satisfacción de necesidades de varios grados de urgencia con ayuda de la herramienta mental del cálculo económico, fundamentada en la noción de capital y su ingreso correlativo.
La descoordinación entre los deseos de los consumidores y los dueños de los medios de producción es identificada por parte de los empresarios gracias a la información que transmiten los precios en dinero. Esta información es pasada a los dueños de los factores de producción también por medio del sistema de precios, quienes comprenden que su trabajo, sus bienes de capital y sus porciones de tierra son llamados a ser integrados económicamente para producir algo en favor de alguien más. Cada uno de los agentes involucrados en este complejísimo sistema de información se da cuenta de qué está por hacerse, en qué cantidades y en qué momento está por hacerse. Para esto es de crítica importancia la información que resulta de las pérdidas y ganancias monetarias. En este sistema, se toman decisiones sobre el uso del capital a partir de la anticipación de los caprichos de los consumidores. En este sistema, es el consumidor (no los dueños de los factores de producción y definitivamente no los empresarios) el que determina qué riquezas surgen, cuáles se mantienen, cuáles desaparecen y de qué manos lo hace. En este sistema, el consumidor es soberano y es capaz de guiar la dirección de la producción en masa de acuerdo a quien gane o pierda su favor. Sí, precisamente como un concierto cuyo tiránico director es el consumidor, como lo fue Karajan con la Orquesta Filarmónica de Berlín.
La forma en la que se usa el término hoy en día dista notablemente de su significado original. Muchos medios de producción se encuentran no en manos de propietarios privados, sino en manos de agentes estatales que funcionan como sus fideicomisarios temporales, a pesar de su apariencia privada. Blindados de la información que transmiten los precios por no ser dueños de esos medios de producción, deciden de manera completamente ajena a la voluntad de los consumidores los destinos de empresas. Estas empresas se llenan de riquezas no por satisfacer las necesidades de los consumidores, sino por contar con el favor estatal. Sus riquezas son solo posibles a partir de la pobreza de una parte de la población y están desligadas de la generación de bienestar alguno.
Siendo aquel el significado, difícilmente se puede aceptar como una idea mínimamente respetable llamar, por ejemplo, al gobierno colombiano favorecedor del capitalismo y, por ende, escéptico del sistema económico totalmente contrario: el socialismo. Una aerolínea como Avianca, sin ningún prospecto de ser financiada por medio de inversionistas privados; con una muy baja calificación por parte de Standard & Poor’s de CCC-; con un gran problema de liquidez; y un riesgo altísimo de no estar a la altura de enfrentar vencimientos de deuda cercanos, debe ser capaz de entender el mensaje por parte de los consumidores: cualesquiera decisiones que se hayan tomado para atender nuestra demanda, sencillamente no han sido exitosos. Es hora de liquidar lo poco que queda y reasignarlo a cursos de acción realmente productivos en nuestro favor. Es hora de dejar que alguien más se ocupe de esto, alguien con la visión que en esta oportunidad no se tuvo. La poesía del libre mercado de aprender de los errores y actuar de acuerdo a la información que estos nos brindan habría sido la respuesta apropiada en un sistema al que llamaríamos, con razón, capitalista. Inyectar dinero a través de un jugoso préstamo estatal financiado con la entrega involuntaria del dinero de los que pagan impuestos para que siga a flote una empresa que a todas luces no genera la cantidad de ganancia que haría atractiva inversión alguna de capital, tierra o trabajo no es en medida alguna capitalista.
Que sea entonces esta la oportunidad de comenzar a decir capitalismo cuando se quiera hacer referencia a una de las manifestaciones más humanas que podrán concebirse: a la de calmar el afán de lidiar con el cambio; de aprovechar las oportunidades futuras para superar cada vez más a la generación anterior. Todo lo demás es pantomima insulsa, como la salvación de Avianca por parte del Estado colombiano.
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