Pablo Guido / / 29 de octubre del 2020

La pregunta clave para el futuro: ¿la pospandemia nos dejará un Estado más grande?

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Hace unos nueve meses, el gobierno chino reconoció públicamente que se había registrado un caso de COVID-19 y unos días más tarde fallecía la primera persona como consecuencia del virus. El 23 de enero, la ciudad china de Wuhan iniciaba la cuarentena y el 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud declaraba al virus como una pandemia. La gran mayoría de los gobiernos decidieron realizar cuarentenas para su población, provocando necesariamente una caída abrupta y de manera simultánea en su nivel de producción, en el consumo y en la inversión. 

El Fondo Monetario Internacional pronosticaba, en enero del 2020, un crecimiento del 3,3% para este año y del 3,4% para el 2021. En junio, con la pandemia desatada, el mismo organismo internacional pronosticaba que el PIB mundial caería un 4,9% en 2020 y se recuperaría en 2021 con un crecimiento del 5,4%. Es probable que cuando el FMI publique su nuevo pronóstico se corrijan hacia abajo los números como consecuencia de que la salida de la pandemia y la cuarentena han sido más lentas de lo que se esperaba. Para comprender la dimensión del grado de destrucción económica de la pandemia y la cuarentena (son cosas distintas, aunque estén relacionadas), si tomamos el pronóstico de una caída del PIB mundial del 5% durante el 2020, significa que habrán “desaparecido” unos 4,5 billones de dólares en términos de bienes y servicios. Esta cifra es equivalente al PIB de Italia y Francia juntos, a tres PIB españoles, al PIB de Alemania (la economía europea más grande) o a 60 veces el PIB de Guatemala. Además, la Organización Internacional del Trabajo estimó que entre abril y junio se perdieron unos 500 millones de empleos. Lo que está pasando en 2020 equivale en términos económicos y sociales a una “bomba” nuclear.

Para comprender la dimensión del grado de destrucción económica de la pandemia y la cuarentena, esta cifra es equivalente al PIB de Italia y Francia juntos, a tres PIB españoles, al PIB de Alemania (la economía europea más grande) o a 60 veces el PIB de Guatemala.

¿Qué sabemos con certeza a día de hoy? Que la pandemia nos hizo más pobres en mayor o menor medida dependiendo del país y del sector económico en el cual trabajamos. Y nos hizo más pobres porque el nivel de ingresos de la población es menor como consecuencia de la caída en el PIB (menor producción = menores ingresos). También nos empobrece por los cientos de millones de puestos de trabajo que se pierden. ¿Qué más sabemos? Los Estados, en mayor o menor medida, lanzaron “paquetes” de ayuda al sector privado para mitigar la pérdida de ingresos de la población, el desempleo y el cierre obligatorio de las empresas. Cientos de miles de millones de dólares que los gobiernos salieron a gastar fueron financiados mayoritariamente con nuevo endeudamiento y/o emisión monetaria. El FMI en su informe fiscal de abril ya estimaba que en los países desarrollados el gasto público en el 2020 se ubicaría alrededor del 44,3% del PIB, unos 5 puntos porcentuales por arriba del nivel del año pasado (39,2%). También sabemos que no solo los Estados han gastado más recursos que el año pasado, sino que también han ido acumulando más regulaciones para “combatir” la pandemia. 

El FMI en su informe fiscal de abril ya estimaba que en los países desarrollados el gasto público en el 2020 se ubicaría alrededor del 44,3% del PIB, unos 5 puntos porcentuales por arriba del nivel del año pasado (39,2%).

Entonces, nos encontramos ante un escenario mundial con un incremento abrupto e inesperado de la pobreza y un Estado más grande. No es la primera vez que sucede. En 1913, el gasto público equivalía al 13% del PIB en los países desarrollados, pasando al 23% en 1937 y al 46% a fines del siglo XX. En dicho período, el mundo pasó por dos guerras mundiales y una crisis económica y financiera, entre otras conmociones. Aquellos tres episodios generaron un incremento del tamaño del Estado y un aumento de sus funciones. Una vez terminados esos conflictos armados y esa gran crisis, los Estados se redujeron, pero nunca al nivel previo. ¿Cuál es la pregunta que debemos hacernos como analistas de la realidad? Debemos preguntarnos si el tamaño del Estado volverá a sus niveles prepandemia o si tendremos un avance adicional del Leviatán. 

¿Por qué es relevante la pregunta? Porque sabemos que los seres humanos nos desarrollamos mejor en libertad, y un mayor “peso” del Estado en nuestras vidas supone una menor velocidad en el desarrollo. Las mayores libertades económicas, por ejemplo, nos han permitido en los últimos 200 años construir un planeta inimaginable para nuestros antepasados de inicios del siglo XVIII. Por decir algo, desde 1820 la pobreza extrema se redujo a nivel mundial del 95% a menos del 10% y el ingreso per cápita mundial se multiplicó más de diez veces. Por lo tanto, la velocidad a la cual el mundo vuelva a crecer, a recomponer los cientos de millones de puestos laborales perdidos y a volver a reducir la pobreza dependerá de la velocidad con la cual los Estados del planeta vuelvan a un tamaño inclusive mucho menor al que tenían en 2019.  

Sabemos que los seres humanos nos desarrollamos mejor en libertad, y un mayor “peso” del Estado en nuestras vidas supone una menor velocidad en el desarrollo.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Pablo Guido

Doctor en Economía. Asesor legislativo. Director observatorio económico (ACIPAN). Profesor visitante de la UFM.

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