Pablo Guido / / 24 de marzo del 2021

Lo que dejó el 2020 en materia fiscal en el mundo

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En mi artículo publicado en CADEP en octubre del año pasado, nos preguntábamos si la pandemia nos dejaría un Estado más grande. Los datos del Monitor Fiscal del Fondo Monetario Internacional de enero de 2021 nos confirman los números:

  • Los países desarrollados alcanzaron un gasto público equivalente al 49.2 % del PIB (+10 puntos porcentuales por encima del 2019); los países emergentes, 35 % (+3.1 pp), y los países de bajos ingresos, 19.2 % (+0.5 pp). 
  • La deuda pública en relación al PIB estaría cerrando el 2020, para las tres categorías de países, en 122.7 % (+18 puntos porcentuales respecto al 2019), 63.3 % (+9 pp) y 48.5 % (+5.2 pp). 
  • El déficit fiscal, siempre para los mismos tres grupos, habría sido en 2020 del 13.3 % (+10 pp), 10.3 % (+5.5 pp) y 5.7 % (+1.7 pp). 

Como vemos, la deuda de los Estados Unidos en 2020 escaló como un cohete espacial como consecuencia de la enorme ampliación del déficit fiscal, provocado por un “movimiento de pinzas” simultáneo: 1) una fenomenal caída en la recaudación generada por la pandemia y la cuarentena (por el colapso en la oferta de bienes y servicios provocado por las restricciones sobre las actividades económicas y por la retracción en la demanda por las restricciones en la circulación de personas y los menores ingresos) y 2) una subida abrupta y significativa en las erogaciones estatales (gastos sanitarios, asistencia a desempleados, programas de ayuda a empresas y trabajadores, etc.). Por lo que el resultado fue obvio: un “salto” en los desequilibrios fiscales que fue financiado en gran parte con emisión de deuda y otra parte con emisión monetaria de los bancos centrales.

El Monitor Fiscal del FMI estima que durante 2020 el “paquete” fiscal de todos los Estados del planeta, para hacer frente a la pandemia, fue de 14 billones de dólares ($14.000.000.000.000), que incluyen mayores gastos y recortes tributarios. Este monto equivale a casi el 15 % del PIB mundial, lo cual evidencia la magnitud del “paquete” de ayuda, probablemente el mayor de la historia en una crisis que incluye a todo el planeta, sin contar las dos guerras mundiales. Por supuesto que esta expansión fiscal no se aplicó homogéneamente a lo largo del mundo; ya que las magnitudes fueron mayores en aquellos países más desarrollados, por la capacidad productiva que tienen sus economías, el mayor acceso al crédito y la mejor calidad de sus monedas. 

Dicho esto, hay que hacerse una nueva pregunta: ¿cuáles son las consecuencias económicas de este paquete fiscal? Dado que el Estado no genera por sí mismo recursos y debe extraerlos siempre del sector privado, los billones de dólares que formaron parte de la asistencia fiscal global en 2020 son o serán un costo para el sector privado. Los 14 billones de dólares, a grandes rasgos, fueron financiados con una deuda emitida por la Tesorería y que adquirió el sector privado (que tendrá que ser pagada con impuestos recaudados en el futuro), y con una deuda también emitida por el Gobierno, pero que compraron los bancos centrales (que será pagada por el sector privado a través del impuesto inflacionario). No hay almuerzo gratis. Por supuesto que este mayor costo para el sector privado podría ser compensado si en el futuro se generan reformas que reduzcan otros costos de producción para dicho sector (por ejemplo, rebajas en la carga tributaria, mayor desregulación en los mercados o mayores reducciones en las barreras al comercio exterior).

Pasemos a ver un segundo aspecto, muy relevante, que es el proceso de vacunación en el mundo. Al 13 de marzo hay países que han vacunado a un porcentaje alto de su población, como Israel (60 %), Gran Bretaña (35 %), Chile (25 %) o EE. UU. (21 %); pero la gran mayoría de países hoy se ubica por debajo del 10 %. Los países de la Unión Europea apenas están alcanzando el 8 % en promedio, por ejemplo. China e India, cuya población en conjunto es de unos 2.500 millones de personas, solo han administrado 80 millones de vacunas en total. El mundo registra un alcance de apenas el 2,8 % en el proceso de vacunación. 

La relación entre las finanzas públicas y la vacunación es directa: cuanto mayor sea la velocidad de vacunación y, por lo tanto, más rápido se alcance la inmunidad colectiva, más pronto se reactivarán los sectores de la economía, permitiendo así alcanzar mejoras en el nivel de recaudación de los Estados e ir reduciendo los gastos vinculados a la pandemia y la cuarentena. Digamos que el proceso de vacunación tiene relación directa con la mejora en las finanzas públicas al ir cerrando el déficit fiscal y al reducir el ritmo de expansión de la deuda estatal y emisión monetaria. Sin embargo, el escenario fiscal, como consecuencia de esta crisis, está claro: un mayor nivel de endeudamiento del Estado (la relación deuda/PIB aumentó solo en 2020 del 83 % al 98 %) y un mayor nivel de gasto público. 

La pregunta ahora es la siguiente: ¿veremos una reversión en el gasto público a los niveles prepandemia o, como la historia nos ha mostrado, nos tendremos que enfrentar con un tamaño de Estado mayor al que se tenía antes de esta crisis? De esto hablaremos en una siguiente ocasión.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Pablo Guido

Doctor en Economía. Asesor legislativo. Director observatorio económico (ACIPAN). Profesor visitante de la UFM.

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