¿Fue el Gobierno de Carlos Menem liberal?
Carlos Saúl Menem, quien fuera presidente de Argentina por dos períodos, falleció el 14 de febrero de 2021 a los 90 años. Su figura despierta una fuerte controversia en Argentina, ya que, según quien lo analice, lo exalta o lo demoniza.
Político de raza: no temía decir blanco y hacer negro sin ningún tipo de reparos. Esto era algo que, de alguna manera, le sirvió para ganar elecciones, así como enemigos. Nació en la provincia de La Rioja y logró abrirse camino hasta llegar a las más altas esferas del poder hasta que, al finalizar su mandato en 1999, su estrella se iría apagando al compás de los juicios por corrupción que lo acompañarían hasta su muerte.
Sin embargo, nunca tuvo condena firme en ninguna de todas sus causas, muchas de las cuales fueron prescritas por el paso del tiempo y los artilugios jurídicos.
La pregunta que nos hacemos en el título tiene que ver con las medidas que tomó Menen en su primera presidencia, las cuales han dejado abierta esta interrogante hasta la fecha. Algún sector del liberalismo en Argentina considera que Menem fue lo más cercano a un Gobierno liberal que pudo haber tenido el país desde 1945 en adelante. Otros, en cambio, sostienen que, más allá de algunas medidas de corte liberal, el Gobierno de Menem, en todo caso, se ha parecido más a un capitalismo de amigos.
Algún sector del liberalismo en Argentina considera que Menem fue lo más cercano a un Gobierno liberal que pudo haber tenido el país desde 1945 en adelante. Otros, en cambio, sostienen que, más allá de algunas medidas de corte liberal, el Gobierno de Menem, en todo caso, se ha parecido más a un capitalismo de amigos.
En realidad, para entender su Gobierno deberíamos poner en contexto el momento de su llegada al poder y las medidas que impulsó, las cuales alimentaron la ilusión de que Argentina se encaminaba hacia una revolución liberal. Lamentablemente, la experiencia duró muy poco. Una vez superada la hiperinflación de 1989-1990 y a poco de ingresar grandes cantidades de inversiones extranjeras —gracias a las privatizaciones—, el país siguió con su costumbre de mantener un gasto público descontrolado, junto a un fuerte endeudamiento, emisión monetaria y corrupción.
Llegada a la presidencia
Luego de la peor dictadura que sufriera Argentina, entre 1976 y 1983, se produjo el retorno de la democracia de la mano de la UCR, liderada por Raúl Alfonsín, presidente entre 1983 y 1989. En esos años, Menem era visto como un personaje extraño. Podríamos decir que era un populista cuando todavía no se utilizaba masivamente ese término. Reivindicaba el nacionalismo, la recuperación de las islas Malvinas —luego de la derrota de 1982— y la lucha contra el imperialismo.
Hacia 1988 ya se empezaba a disputar la sucesión presidencial de Raúl Alfonsín, quien, a lo largo de su mandato, debió enfrentar levantamientos militares y, sobre todo, una situación económica que nunca logró resolver. Así, Menem, el candidato del partido Justicialista —o peronista—, tenía allanado el camino a un claro triunfo sobre el candidato oficialista. Su campaña electoral estuvo plagada de promesas como “síganme no los voy a defraudar”, la “revolución productiva”, el “salariazo” y otras más alocadas como la de “recuperar las islas Malvinas a sangre y fuego”.
Con esas ideas asumió el poder el 8 de julio de 1989. En ese momento, la economía era un caos. El año 1989 terminó con una inflación superior al 3000 % y al año siguiente llegó a superar el 2300 %. Así, los primeros 20 meses de su gobierno siguieron siendo igual de calamitosos que los del saliente Alfonsín.
El giro al liberalismo
El abandono de sus promesas de campaña y la adopción de medidas que venían reclamando los liberales desde hacía años fue lo que le dio una característica saliente al Gobierno de Menem, lo que hizo que su figura fuera aclamada o repudiada según la ideología de las personas. Muchos de los que lo votaron se sintieron traicionados y otros, que lo miraban con recelo, comenzaron a verlo de otro modo.
Muchos de los que lo votaron se sintieron traicionados y otros, que lo miraban con recelo, comenzaron a verlo de otro modo.
La pregunta del momento era por qué Menem cambió de idea, qué fue lo que le hizo hacer todo lo contrario a lo que venía prometiendo —algo que le queda muy bien a la mayoría de los políticos—.
Quizá para entender este giro de 180 grados debemos tener en cuenta diferentes factores: por un lado, la situación insostenible de la Argentina, sobre todo la hiperinflación que hacía inviable cualquier intento de cálculo económico; por otro lado, el contexto internacional favorecía un cambio hacia políticas de corte liberal, ya que en noviembre de 1989 había caído el Muro de Berlín y en los meses siguientes se comenzó a producir el desmembramiento de la Unión Soviética.
La convertibilidad
La Ley 23.928 de Convertibilidad fue aprobada el 27 de marzo de 1991. El objetivo era crear una moneda estable que generara confianza en los ciudadanos. Fue así que surgió el peso, el cual reemplazó al austral.
Para ello, se quitaron 4 ceros a la moneda. Así, 10 mil australes pasaron a ser 1 peso, y, a su vez, este peso era convertible a 1 dólar. Esta paridad fija daba la posibilidad a los argentinos tenedores de pesos de ir al banco y optar por cambiarlos a la par por dólares.
Hacia finales de 1991, la inflación era del 81 % anual —altísima para un país normal, pero “baja” para uno que venía de 2300 % el año anterior—. En 1992, se llegó al 17 % anual de inflación, y, en los años que siguieron hasta 1999, esta estaría cercana al 0 %. Algo que la mayoría de los argentinos no habían visto en toda su vida.
La reforma del Estado
La reforma del Estado, de acuerdo con la Ley 23.696 de agosto de 1989, implicó una fuerte señal hacia el interior y, sobre todo, al exterior. Fue así que se estableció una corriente privatizadora de empresas públicas, al mismo tiempo que se promovió la apertura de la economía.
Durante este primer Gobierno, se privatizaron empresas de servicios, como las telefónicas, gas, compañías aéreas, aguas corrientes, electricidad, ferrocarriles, correos, canales de televisión, radios, fábricas de armas, rutas nacionales y provinciales; además de desregular el comercio de granos y carnes.
Gracias a esto, las inversiones extranjeras directas pasaron de casi 16 mil millones de dólares en 1992 a 65 mil millones en 1999. Todo esto se vio reflejado en una tasa de crecimiento anual del 7 % entre 1991 y 1994.
Cómo impactó en la vida de las personas
Quizá el cambio más espectacular se pudo apreciar en el ámbito de las comunicaciones. La Argentina de finales del siglo XX tenía una crónica deficiencia en sus comunicaciones. La compañía estatal de teléfonos Entel podía tardar décadas en colocar una línea domiciliaria. De hecho, aquellas casas que ya contaban con una línea llegaban a costar entre un 10 % y un 20 % más que las que no tenían línea.
Lo que sucedió en los 90 fue algo doblemente positivo: por un lado, llegaron al país dos empresas telefónicas como Telecom y Telefónica; por el otro, coincidió con la explosión de un nuevo servicio de comunicaciones con los móviles y la incipiente internet. Dadas estas circunstancias, los argentinos pasaron a tener telefonía de calidad de forma inmediata. La gente solicitaba una línea hogareña y, en un plazo de dos semanas, tenían el aparato funcionando, cuando antes ese trámite podía demorar entre 10 y 20 años —si había suerte—.
Otro ámbito donde se apreciaron mejoras fue en el servicio de energía eléctrica. Antes de las privatizaciones, eran comunes los cortes de energía. Durante los últimos años de la presidencia de Alfonsín, se habían establecidos cortes de energía programados para que la gente supiera en qué momento no tendría electricidad.
En términos generales, el mejor indicador de la primera presidencia de Menem fue la reducción de la pobreza, la cual pasó de 47.3 % en 1989 al 22.2 % en 1995.
En términos generales, el mejor indicador de la primera presidencia de Menem fue la reducción de la pobreza, la cual pasó de 47.3 % en 1989 al 22.2 % en 1995. Esto también explica el triunfo arrasador en las elecciones de 1995. Luego, la tendencia comenzó a revertirse, volviendo a subir al 26.7 %, cuando Menem fue reemplazado por Fernando de la Rúa en 1999.
¿Por qué no prosperó?
Si miramos esta breve descripción de las dos presidencias de Carlos Menem, uno podría llegar a la conclusión de que fue “el más liberal” de los presidentes argentinos desde 1945: economía desregulada, apertura al mundo, moneda estable y privatización de las empresas del Estado. Sin embargo, parecería que ello no alcanzó para sostener un sistema que lentamente volvió a las andadas.
Aquí es cuando nos planteamos si realmente el Gobierno de Menem fue liberal o si solo fue un manotazo de ahogado ante una crisis terminal. En este punto los argentinos no nos ponemos de acuerdo. Por el lado de los críticos, se habla de un Menem “neoliberal” que entregó el país a los capitales privados y extranjeros.
Por el lado de los liberales, están los que rescatan su figura como la de un líder que verdaderamente creía y proyectó un cambio liberal en el país, y otros, entre los que me encuentro, que, si bien reconocen sus reformas, sostenemos que estas no fueron lo suficientemente profundas ni fueron acompañadas por una reducción importante del gasto público ni por una transparencia en los negocios que todavía quedaban en manos del Estado.
En medio de la ilusión por la estabilidad monetaria, la reaparición del crédito hipotecario, las mejoras en los servicios públicos y los viajes al exterior, se escondía la corrupción, una burocracia estatal gigante y un endeudamiento público que alimentaba un gasto descontrolado. Además, para sostener la convertibilidad de 1 peso por 1 dólar, se debía respaldar la emisión monetaria con dólares que llegaban vía deuda pública; por otra parte, esta paridad que mantenía al peso sobrevaluado facilitaba las importaciones de bienes y los viajes al exterior, pero dificultaba las exportaciones.
Mientras al comienzo llegaban las divisas, producto de las privatizaciones y el apoyo de la comunidad internacional, la economía funcionó bien. Sin embargo, cuando el entusiasmo inicial comenzó a desacelerarse y la crisis de México de finales de 1994 —“efecto tequila”— complicó el contexto internacional, la situación empezó a complicarse.
Cuando Menem llegó a la Casa Rosada en 1989, recibió una deuda pública en cesación de pagos por 63 mil millones de dólares. Cuando entregó el mando a Fernando de la Rúa, en diciembre de 1999, la deuda pública era de 123 mil millones de dólares, equivalente al 40 % del PBI. En los diez años de Gobierno de Menem, según datos del INDEC, el desempleo pasó de 7.6 % al 14 %. Mientras tanto, la pobreza también comenzó a crecer a medida que se acercaba el final de su mandato, llegando al 27 % cuando deja el poder.
¿Fue liberal?
Carlos Saúl Menem fue un político con todas las letras, con lo bueno y con lo malo. Poseía un carisma que pocos han tenido desde Juan Domingo Perón a la fecha. Sabía hacer sentir bien a cualquier persona, fuera esta peronista o antiperonista. Sabía que muchas veces hablaba de cosas de las que no tenía la menor idea, pero, aun cuando cometía errores, él mismo se reía de ellos, desarmando al opositor que estaba listo para la crítica.
Habiendo pasado dos décadas de su Gobierno, la figura del recientemente fallecido Menem deja una extraña sensación de haberse quedado en medio del camino. Cuando asumió la presidencia en julio de 1989, el país se prendía fuego: una hiperinflación incontenible y saqueos en los centros urbanos; sin moneda y sin crédito, el país no veía la salida al caos.
No obstante, luego de un comienzo errático, Menem logró encauzar la marcha de las cosas. En 1992, comenzó el plan de estabilización y la convertibilidad. Por fin Argentina parecía encontrar el rumbo, además de adoptar una política exterior que nos acercaba a los países desarrollados. Con una moneda estable y una economía integrada en el marco de la globalización de los años noventa, parecía que se había retomado el camino abandonado después de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, como contrapartida, el capitalismo de amigos, la corrupción y una moneda sobrevaluada terminaron actuando como un ancla que hundió al país nuevamente en la crisis.
Sin embargo, como contrapartida, el capitalismo de amigos, la corrupción y una moneda sobrevaluada terminaron actuando como un ancla que hundió al país nuevamente en la crisis. El gasto descontrolado financiado con deuda externa no era sostenible a mediano plazo, haciendo volar la convertibilidad y la estabilidad monetaria hacia finales del 2001. Quizá el peor legado de todo esto fue que los argentinos no pudieron distinguir entre lo que se había hecho bien y lo que se había hecho mal.
Así, la idea de las privatizaciones y la apertura económica quedó asociada al fracaso y la crisis, lo cual desembocaría en el populismo kirchnerista de las últimas dos décadas.
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