Crisis de Evergrande: el Dragón Rojo en jaque
La reciente crisis de Evergrande azotó fuertemente a la economía de China. Podría pensarse que se trata de una sorpresa, pero el Gobierno tiene una historia detrás por contar. Un potencial colapso económico pone en jaque al Dragón Rojo, con el mundo atento a su respuesta. ¿Qué pasará con su economía y qué puede esperarse de sus políticos?
Una crisis previsible
Estas últimas semanas, el mercado inmobiliario chino se ha tambaleado con la suficiente fuerza para desplomarse. Evergrande, una de las principales constructoras del país, dejó clara su incapacidad para cubrir su sobreendeudamiento que asciende a los USD $300,000 millones. En el corto y mediano plazo, el gigante inmobiliario debe pagar varios intereses de múltiples préstamos extranjeros y nacionales, pero no cuenta con la liquidez necesaria para hacer frente a sus compromisos financieros. De declararse oficialmente en la quiebra, la economía china corre el riesgo de experimentar una gran recesión a causa de un efecto dominó.
Elementalmente, la insolvencia financiera de Evergrande alentaría un pánico financiero que ocasionaría una reducción importante de la oferta de crédito en detrimento de la estabilidad de otros sectores económicos del país, sin mencionar las pérdidas inmediatas; pues se sabe que la empresa cuenta con 200,000 empleos fijos, que crea 3.8 millones de puestos de trabajo indirectos al año y que más de un millón de personas están a la espera de sus nuevas viviendas. Se estaría presenciando una catástrofe económica —si bien no equiparable a la crisis del 2008 en Estados Unidos, al menos de gran envergadura—.
Queda claro que, independientemente del resultado del caso Evergrande, la economía del Dragón Rojo está amenazada por una creciente burbuja inmobiliaria.
Aunque la quiebra de esta empresa y la crisis económica de China estén de momento en el aire, es evidente que existe una burbuja inmobiliaria altamente peligrosa en el país. Desde 2008, una combinación entre inyección monetaria y reducción de las tasas de interés constituyó la estrategia macroeconómica del Dragón Rojo para mantener su ritmo acelerado de crecimiento a pesar de la Gran Recesión. Esta es una receta perfecta para estimular el ciclo económico y terminar ocasionando una terrible depresión, como bien señala Hayek.
Fundamentalmente, esto sucede debido a la distorsión del sistema de precios —a raíz del establecimiento de tasas de interés por debajo del precio de mercado—, causando así la generación generalizada de malas inversiones. Estas obviamente se vuelven insostenibles a largo plazo y, consecuentemente, llega la crisis. Precisamente, el mercado inmobiliario chino es el epicentro de estas malas inversiones y el espacio en el que se está desarrollando la burbuja especulativa. Por ende, queda claro que, independientemente del resultado del caso Evergrande, la economía del Dragón Rojo está amenazada por una creciente burbuja inmobiliaria.
La lógica política prevaleciente
Frente a esta complicada situación, ¿qué hará el Partido Comunista? A primera vista, evitar la quiebra del gigante inmobiliario parece ser el punto de partida para mantener la estabilidad económica. Posterior a ello, ya podría darse paso a una estrategia para la paulatina deflación de la burbuja inmobiliaria. Esperar a que el mercado se autorregule —reasignando eficientemente los recursos y acabando con las malas inversiones realizadas— no es una opción atractiva para el Gobierno chino.
Es común que los Gobiernos, en su afán de corregir supuestas fallas de mercado, incurran en políticas altamente ineficientes o «fallas de gobierno».
Como se sugiere en la teoría de public choice, los políticos son actores racionales con intereses privados que actúan en la arena política en función de estos. A grandes rasgos, tales intereses pueden dividirse en electorales, de carrera política e ideológicos, entre los que se resalta la popularidad, la maximización de cuotas de poder, el escalonamiento jerárquico y el apego a la ideología partidista. Cuando los políticos satisfacen estos intereses, extraen rentas del sistema político, lo cual no siempre conlleva a generar beneficios públicos.
En el caso Evergrande, los políticos chinos ven poco atractiva la autorrecuperación del mercado por dos razones principales:
- El período de recesión subsiguiente implica una reducción de su popularidad por su previa contribución a la formación de esta.
- Dicha solución les quita protagonismo y reduce sus cuotas de poder al limitar su interferencia en el asunto. Por lo mismo, se entiende que estos buscarán esencialmente salvar de la bancarrota a Evergrande y encontrar la estrategia intervencionista «óptima» para acabar o controlar la amenazante burbuja inmobiliaria. De este modo, al evitar o paliar la potencial crisis maximizarían su popularidad y sus cuotas de poder. En otras palabras, reforzarían su posición como dirigentes económicos del país.
No obstante, la complejidad económica del escenario es tanta que el riesgo de que la intervención gubernamental sea infectiva es alto. Es común que los Gobiernos, en su afán de corregir supuestas fallas de mercado, incurran en políticas altamente ineficientes o «fallas de gobierno». Entonces, los dirigentes chinos podrían elaborar una estrategia intervencionista desastrosa que empeore la situación, acrecentando la burbuja y estimulando su estallido. Sin embargo, es usual que los políticos estén contaminados con el germen de la «fatal arrogancia», creyendo así que cuentan con el conocimiento y la capacidad racional necesaria para planificar correctamente la sociedad y el mercado. Así, se espera que los políticos chinos ignoren el miedo al fracaso por su autoconfianza desmedida.
Una estrategia alternativa para el Gobierno chino
Ahora bien, existen otras razones importantes por las que se debe considerar una estrategia alternativa del Gobierno chino. No se trata de un plan diametralmente opuesto, sino de una sutil modificación: en lugar de salvar a la empresa, dejarla quebrar. Por lo mismo, se mantienen las dos razones principales que hacen poco atractiva la autorrecuperación del mercado para los políticos chinos —recesión subsiguiente y limitación del intervencionismo—, motivando así su actitud maximizadora de popularidad y de cuotas de poder. En resumen, se sigue conservando la intención de evitar o paliar la potencial crisis, pero sin salvar a Evergrande.
Actualmente, una de las directrices políticas fundamentales del Partido Comunista es la lucha contra la desigualdad económica. Por ello, resultaría contradictorio que el Gobierno chino sufrague con los impuestos de los contribuyentes el rescate de una mega empresa privada con empresarios ricos a la cabeza. Tal estrategia no sería popular entre la élite y población adoctrinadas. Así, el interés del político de apegarse a la ideología partidaria sería sacrificado al igual que su popularidad frente a los fieles al Partido Comunista.
Sumado a esto, debe reconocerse que la burbuja inmobiliaria china exhibe un sobreendeudamiento y una sobreinversión en este sector. De este modo, la economía del gigante asiático evidencia una estructura crediticia poco rentable con necesidad de migrar la inversión hacia sectores más productivos. Esto supone que el Gobierno del país busque reducir la burbuja con un recorte de inversión en el sector inmobiliario, lo cual ya empezó a hacer desde el año anterior a través de una política llamada «las tres líneas rojas».
Dada la necesidad de diversificación económica, el Gobierno chino podría considerar la caída de Evergrande como un catalizador de su objetivo.
Dada esta necesidad de diversificación económica, el Gobierno chino podría considerar la caída de Evergrande como un catalizador de su objetivo. Así, dejarían quebrar a la gran empresa para acelerar esa migración de capitales. No obstante, ello necesitaría también que se controlara el efecto dominó derivado de la bancarrota de Evergrande para mantener el flujo de inversión en el país. Algo que los políticos considerarán realizable a través del estímulo artificial de la inversión, como ya vienen haciendo desde hace años —siendo esto lo que en principio causó la burbuja—.
En conclusión, cualquier estrategia emprendida por el Gobierno chino, además de buscar mejorar el panorama económico, estará enfocada en reforzar su posición como dirigentes de la economía. Un resultado solamente viable a través de la maximización de su popularidad y poder de la mano del intervencionismo. Bajo esta perspectiva, es previsible que, en lugar de una solución, se amplíe el historial de fallas gubernamentales del Dragón Rojo.
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