Encanto y la Acción humana
Encanto cuenta la historia de Alma, quien con los años se consolida como la abuela y máxima autoridad dentro de la familia Madrigal. Ella huyó de una invasión violenta de su pueblo natal, perdiendo a su esposo, pero quedando con sus tres hijos: Pepa, Julieta y Bruno. La vela con la que huía adquiere milagrosamente poderes mágicos, repeliendo a los invasores y construyendo una casa animada donde vivirán los Madrigal en un pequeño pueblo mágico rodeado de altas montañas.
Con el paso del tiempo, en la película se revela que la vela mágica ha permanecido encendida, protegiendo al pueblo del mundo exterior y permitiéndole un moderado progreso económico. La vela también otorga poderes mágicos, o dones, a los Madrigal: Julieta cura malestares con la comida que prepara; Pepa controla el clima, y Bruno, supuestamente, puede ver el futuro y es condenado al ostracismo por las revelaciones que hace de él. Los hijos de Pepa Madrigal y Félix son Dolores, quien tiene un superoído; Camilo, quien puede mutar en cualquier persona del pueblo, y Antonio, quien recién recibe el don de hablar con los animales.
Las hijas de Julieta Madrigal y Agustín son Isabela y Luisa. Aquella es perfecta y puede hacer que flores florezcan por doquier, y esta tiene una fuerza descomunal. La tercera hija de esa pareja es Mirabel, a quien, aparentemente, la vela negó poder alguno, siendo el personaje a través del cual se narra la historia de la película.
La familia Madrigal: el proceso de mercado y los efectos de la planificación central
El proceso de mercado
Con cada vez que veo la película, he llegado a identificar varios elementos de la Acción humana de Ludwig von Mises. El filme pasa casi perfectamente como una crítica a la planificación central —socialismo— por parte de un dictador benevolente a partir de una noción del proceso de coordinación que es el mercado.
Encanto es una metáfora que podría representar lo fantástico que resulta el proceso coordinador que es el mercado. Podríamos llamar a esto también: «la magia de la sociedad como acción concertada». Tomemos como ejemplo mi afirmación sobre los talentos de cada miembro de la familia Madrigal. En la película, la vela mágica los otorga en una emocionante ceremonia. En la vida real, llegamos al mundo con ciertos talentos, o dones, que se desarrollan y se vuelven más especializados con la acción de cada individuo.
¿De dónde vienen? De una cantidad inmensurable de condiciones: de cada una de ellas y de todas a la vez. La capacidad de un individuo de componer sinfonías puede ser determinada, en parte, por su herencia genética, o por el hecho de haber sido alimentado con todo menos con ollucos —que, gracias a Dios, no están representados en la película—, o por las dos concurrentemente. Por lo que a nosotros respecta, pudo haber sido magia la determinante del desarrollo de la configuración mental de una persona que pudo haber resultado en una ventaja comparativa particular —aquello que una persona puede hacer mejor que las demás—. La ventaja comparativa de Luisa es su descomunal fuerza; la de Isabela, colmar todo de flores.
Encanto es una metáfora que podría representar lo fantástico que resulta el proceso coordinador que es el mercado.
Por fuera de un contexto violento —del que huyeron y se encuentran blindados—, cada uno de los miembros de la familia Madrigal utiliza sus respectivos dones para satisfacer las necesidades de los demás. Julieta cura con buñuelos sus males, mientras Camilo asume la forma de varias personas para ayudar en tareas específicas, que van desde asumir la forma de una mujer para poder dormir a un bebé, a la de un alto hombre para poder, junto con otro, ayudar a poner un letrero en lo alto de un muro. Literalmente, y como sucede con el empresario respecto del consumidor, se tiene que poner en los zapatos de los demás para poder ayudarlos.
Sucede lo mismo en una sociedad libre —en ausencia de bloqueos institucionales a la acción individual—. Con nuestros talentos natos, y con aquellos que desarrollamos y refinamos por medio de la práctica, nos ponemos al servicio de los demás. O bien emprendemos en favor de la satisfacción de las necesidades de las demás personas, o bien vendemos nuestro despliegue de capacidad física e intelectual a quien se haya puesto en ello tomando en cuenta nuestras ventajas comparativas. Para hacerlo, tenemos que ser empáticos con los demás, ponernos en sus zapatos imaginando la forma en la que se podrían remover incomodidades y alineamos nuestras acciones hacia ello. Precisamente, para poder satisfacer nuestras necesidades, tenemos que pensar en las de los demás y actuar de acuerdo con ellas —y esa información nos llega por medio del sistema de precios—. La manera en la que logramos coordinar nuestras acciones con las de los demás, sin conocernos, sin importar siquiera si nos caemos bien o no, sin mediar palabra alguna, sino por medio de la información que interpretamos del sistema de precios, es algo casi mágico.
Alma, el dictador benevolente
Los cursos de acción de los Madrigal los determina la abuela Alma. En otras palabras, los usos de esos dones no se llevan a cabo de acuerdo con los planes individuales de cada uno de los Madrigal, sino a partir de la planificación central de la abuela —de la cual, hay que decirlo, no se conoce don especial alguno, pero sí muy buenas intenciones—. A pesar de la identificación de los dones de cada uno de ellos, es ella la que determina qué se hace con ellos, en favor de quién, en qué momento y, por supuesto, a qué costo. Es más, en un momento de la película, la abuela hace saber al resto de los Madrigal que espera que cada uno de ellos traiga «orgullo a la familia» y vaya a «servir a la comunidad y fortalecer [su] hogar». Al parecer, la abuela Madrigal posee conocimiento perfecto acerca de las necesidades de todos los individuos por dentro y fuera de la familia, concibiendo el punto exacto donde se equilibran ofrecimientos con necesidades —oferta y demanda—, con lo cual emite órdenes a diestra y siniestra durante la organización de la fiesta de la revelación del don de Antonio y a lo largo de la historia. De Isabela, respecto de la cual se ha decidido que se casará con el mozalbete del pueblo, el simplón de Mariano, la abuela espera en todo momento perfecta simetría. Un símbolo de tal equilibrio podría ser la foto que se toman durante la fiesta, en la cual todos los que aparecen en ella están perfectamente formados —y de la cual se excluye a la desposeída de don, Mirabel—.
Y así sucede cuando ese proceso armónico de cooperación —que es la sociedad libre— es intervenido por un planificador central. Independientemente de la identificación que hayamos hecho de las necesidades de los demás, como la abuela Alma, se nos dicta qué tenemos que hacer o a qué precio y en qué. No somos más dueños de nuestros dones y se nos impide ofrecerlos en ese proceso de coordinación. A partir de una concepción perfecta del mercado, donde supuestamente la información sobre aquellas necesidades futuras es conocida sin falla alguno por todos —queriendo decir con ella que la información es simétrica—, se impactan por parte del planificador central las acciones libres de los individuos de la sociedad —se interviene el mercado y los individuos terminan haciendo no lo que sus voluntades les dicten, sino lo que la voluntad del planificador central mande según sus cálculos de equilibrio perfecto—. A partir de la concepción normativa del modelo de competencia perfecta, en el cual está implícita la superioridad del conocimiento del planificador central, se diseñan y ejecutan prohibiciones, se controlan precios y se determinan monopolios.
Los efectos de la planificación central: grietas en la sociedad
Los problemas de la planificación central comienzan a manifestarse en algunos miembros de la familia. Luisa comienza a sentir una incipiente frustración al darse cuenta de que tienen sobre sus hombros el peso de muchas personas causado por los mandatos centrales de su abuela. Mirabel se siente como un rotundo fracaso, porque su trabajo no resulta asignado a ningún curso de acción por parte de su abuela, al no identificar esta ninguna utilidad en sus conocidos dones y al no permitir que Mirabel los ofrezca libremente. Con atención también se puede comenzar a sospechar con las expresiones de Isabela que casarse con Mariano no está dentro de sus preferencias más urgentes.
Al mismo tiempo, la casa comienza a verse amenazada con la ruina por lo que parecen ser fallas estructurales, siendo evidente que se podría derrumbar sobre sus debilitados cimientos. Ante el evidente deterioro de la magia y lo que la rodea al cabo de cincuenta años, la abuela Alma intenta distraer la atención por varios medios. En la celebración de la fiesta de Antonio, pide que pongan música y recomienda que los asistentes disfruten de los fuertes tragos que se ofrecen; en la mesa del desayuno, el día siguiente a la fiesta, exhorta a los miembros de la familia a trabajar el doble, mientras comienza a llamar a contemplar culpar de todo a Mirabel. Otros personajes temerosos de la abuela, como el padre de Mirabel, recomiendan hacer como si nada estuviera pasando.
Estos son justamente los resultados de la planificación central a largo plazo. Las acciones de los individuos se ven entorpecidas. Los cursos de acción de los empresarios y los de los trabajadores ya no reportan ganancias, puesto que terminaron haciendo todo lo contrario a aquello que prometía recompensas por sus acciones productivas —justamente aquello que terminaba por beneficiar a sus semejantes—.
Así, el capital acumulado en la sociedad se comienza a consumir, generando cada vez más y más pobreza. Como en algunos países antes del derrumbe de la Unión Soviética, los individuos viven vidas cortoplacistas, tristes y desesperanzadas. Ante el fracaso de su política de planificación, el dictador benevolente comienza a pensar en más y mayores intervenciones —e incluso puede llegar a introducir distracciones de la crisis—. Usualmente comienza a tratar de identificar un enemigo interno, como la «avaricia» o disrupción de los empresarios a la par de tratar de distraer la atención de los verdaderos problemas, lo cual puede hacer con estímulos a la demanda agregada por medio de expansión monetaria o, literalmente, música y espectáculos.
Mirabel: la magia de la mente individual
La culpa, por parte de la abuela Alma, y progresivamente por parte de los demás, se comienza a imputar a Mirabel, quien ha tratado de investigar las causas remotas del agrietamiento de la casa y el desorden generalizado al interior de la comunidad. Su búsqueda la lleva a indagar por su tío, Bruno, de quien no se sabe nada desde hace casi diez años a causa de su ostracismo. La razón por la cual fue excluido de la familia fue por su supuesta habilidad de conocer y decir las cosas futuras, cuyas revelaciones terminaban asustando a la gente.
Buscándolo, Mirabel se encuentra con una especie de tabla verde de vidrio, donde resultan materializadas las visiones de Bruno sobre el futuro. En ella, puede ver una imagen que permitiría identificar a Mirabel como posible causa del deterioro de la casa. Sin embargo, cuando Bruno es confrontando por ella —habiendo vivido todos esos años dentro de los muros de la casa—, Mirabel se da cuenta de que él, en realidad, no ve el futuro. En un ritual donde se encierran los dos en una especie de domo de arena que gira a gran velocidad, ambos pueden ver que los posibles desenlaces en el futuro son, entre otros, la ruina o salvación de la casa y, por ahí derecho, de la sociedad.
Lo que queda claro, con algo de ayuda de Bruno, es que todos esos posibles resultados dependen, en últimas, de las decisiones individuales de Mirabel. Se les revela, muy a sorpresa de ella, que el restablecimiento estructural de la casa y de la magia que los rodea a todos depende de su decisión de reconciliarse con su hermana Isabela, con quien ha tenido una relación algo atropellada, debido a la usual actitud odiosa y presumida de ella.
Como lo revela Bruno a Mirabel, el futuro no existe; no hay un destino. O mejor, el futuro sí existe, pero en múltiples versiones que son forjadas por nuestra imaginación, donde también habitan esas imágenes. Son nuestras acciones presentes las que nos revelan el futuro día a día, pudiéndolo comparar con la imagen que nos habíamos hecho de él para ver si coinciden o no. Lo verdaderamente mágico, lo que resulta ser en realidad un milagro, es nuestra mente, en la que se crean todas esas imágenes del futuro y donde también se forjan las distintas estrategias para llegar a ellas. Es más, como un anuncio del desenlace de la película, Julieta, la mamá de Mirabel, le advierte esto cuando trata de consolarla al ver su frustración por no ser tan útil en la familia como sus primos y sus hermanas: «tu maravillosa mente».
La película termina con el reconocimiento de la abuela Alma de que era su obstinación por dominar las vidas de sus familiares lo que estaba causando grietas en la magia, en la capacidad de coordinación de todos los miembros de la comunidad. Expresamente reconoce ella que la magia no está en los dones de los Madrigal, sino que es representada por Mirabel, más específicamente —y siguiendo a lo que había dicho su mamá anteriormente— en su «maravillosa mente», capaz de producir el futuro por medio de sus acciones concretas, en su libertad de elegir. Es la acción concertada, organizada por la división del trabajo, gobernada por el derecho de propiedad privada sobre los factores de producción, lo que ayuda a reconstruir la casa y también la magia —recuperando todos sus respectivos dones—.
Todos los habitantes del pueblo acuden con sus propias herramientas y especialidades a contribuir a tal reparación, y es claro que sus lazos de amistad, el espíritu fraterno que los une, es el resultado de la cooperación a través del intercambio de sus distintos dones y no su causa.
La película es relevante en cuanto integra las categorías del argumento con el cual von Mises arroja críticas estructurales devastadoras al socialismo, a pesar de que incluye un elemento que, hasta ahora, se podría considerar de literatura fantástica.
Conclusión
Encanto es una película fascinante. Viviendo en Colombia es muy entretenido ver constantes referencias a la cultura del país a través de las diferentes formas de hablar y expresarse —particularmente de cada región del país—. Ver al tío Félix acomodar sus pantalones después de bailar es algo que todos en Colombia hemos visto en cada dos tíos. Fotográficamente hablando, es una experiencia visual del más alto valor, porque en cada escena no hay ahorro alguno en explosión de colores.
Sin embargo, Encanto es digna de ser vista más de una vez por la cualidad que tiene de revelar cada vez minúsculos detalles con un gran significado, que resultan coincidir con las enseñanzas de von Mises, Kirzner y Hayek sobre el funcionamiento del proceso de mercado y, particularmente, sobre la imposibilidad de asignar eficientemente recursos escasos cuando no hay propiedad privada sobre los medios de producción y, por ende, se terminan asignando arbitrariamente de acuerdo con la escala de valoración del planificador central.
La película es teóricamente relevante en cuanto integra las categorías del argumento con el cual von Mises arroja críticas estructurales devastadoras al socialismo, a pesar de que incluye un elemento que, hasta ahora, se podría considerar de literatura fantástica: la humildad de la abuela Alma al reconocer su error y reestablecer el orden natural de la propiedad privada sobre los medios de producción, de tal forma que se pueda vivir en armonía y prosperidad económica.
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