Democracia vs. dictadura: el proceso decisorio en la política exterior

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La invasión de Ucrania es, evidentemente, el resultado de una planificación estratégica a largo plazo de Putin. El mandatario ha sido muy claro a través de los años en sus aspiraciones de reclamar las antiguas fronteras del Imperio ruso. En efecto, la esfera de influencia que pretende mantener se centra en aquellos países que alguna vez pertenecieron a la Unión Soviética. Por otro lado, China parece ser un espectador silencioso. El Partido Comunista Chino ha mantenido una política exterior sutil, pero ambiciosa: sus inversiones en la nueva Ruta de la Seda no han sido desapercibidas. Ellos, igual que Putin, han reiterado desde Mao Zedong que uno de sus objetivos principales es la recuperación de Taiwán. En este panorama internacional, pareciera que los regímenes autoritarios tienen una mayor visión a largo plazo y grandes ventajas sobre otras potencias democráticas. Sin embargo, ¿es esto completamente cierto?, ¿cómo toman decisiones sobre política exterior las democracias y las dictaduras? y ¿cuáles son sus ventajas y limitaciones?

Las democracias tienen un grave problema: sus gobernantes no suelen pensar a largo plazo. Esto sucede porque los políticos suelen priorizar aquellos problemas que les afectarán a corto plazo, es decir, en las próximas elecciones. Por dicha razón, tienen un incentivo para adoptar políticas públicas que parezcan muy buenas en un principio, pero que causen muchos estragos a la larga. Un claro ejemplo es el gasto público: los políticos anuncian programas con presupuestos generosos y dejan que las próximas generaciones tengan que limpiar todo el desastre. Aunque el Gobierno de Estados Unidos cuenta con un departamento de «expertos» que asesoran al presidente, este sabe que en cuatro u ocho años se podrá lavar las manos y desearle suerte al próximo en la fila.

Las democracias tienen un grave problema: sus gobernantes no suelen pensar a largo plazo. Esto sucede porque los políticos suelen priorizar aquellos problemas que les afectarán a corto plazo, es decir, en las próximas elecciones.

Los dictadores tienen más flexibilidad para determinar su política exterior. Debido a que creen que ellos o su partido se mantendrán en el poder por muchos años, pueden pensar a largo plazo. Al fin y al cabo, la seguridad del Estado equivale a proteger el régimen que los alimenta. Tampoco tienen que satisfacer a muchos actores. Nada más deben complacer a las élites más cercanas que les permiten gobernar. En el caso de la Unión Soviética, el secretario general solo respondía a líderes y facciones internas. En la Rusia de Putin, él responde nada más ante los oligarcas y políticos clave que le permiten permanecer en el poder.

Hasta este punto, pareciera que las autocracias tienen una ventaja considerable sobre las democracias. Sin embargo, hay unas desventajas de las que muy difícilmente se pueden escapar. La primera y, en mi opinión, más importante de todas es la cámara de eco que el dictador y su partido suelen crear a su alrededor. Por default, el disenso es una amenaza a todo régimen autoritario. Si no hay discusión pública y abierta sobre las decisiones de los gobernantes, ¿cómo pueden aprender de sus errores? El miedo a las represalias por sugerir que el dictador se equivocó hace que quienes gobiernan sean incapaces de comprender la realidad y aprender. Hayek bien advirtió que los gobernantes tienen un problema para obtener la información necesaria para tomar buenas decisiones; este problema se agrava en las cámaras de eco que las autocracias crean a su alrededor.

En la Rusia de Putin, él responde nada más ante los oligarcas y políticos clave que le permiten permanecer en el poder.

¿Qué tan bien informado está Putin de la realidad? Probablemente, los únicos que saben la respuesta son sus ministros e informantes. Todos hemos visto videos en redes sociales de lo imponente que es Putin en sus conferencias. ¿Quién se atreverá a darle las malas noticias? Esto significa que la decisión de invadir Ucrania se pudo haber tomado sobreestimando la capacidad de las fuerzas armadas rusas y subestimando la posible resistencia ucraniana. Asimismo, Putin pudo haber sobreestimado el apoyo que los rusos tendrían por la invasión. Es difícil saber realmente qué tan popular eres cuando acostumbras encarcelar e intimidar a la oposición. En resumen, la propia arrogancia del dictador evita que sus decisiones estén apegadas a la realidad.

En este sentido, los regímenes democráticos brillan por su capacidad de generar discusión pública. Es cierto que los políticos pueden ocultar información o manipular la narrativa sobre sus decisiones. Sin embargo, los medios de comunicación —especialmente los periodistas—, los centros de investigación y organizaciones de derechos humanos tarde o temprano se enteran. La política exterior es debatida libremente. En cierto sentido, esta discusión pública moldea y nutre la política exterior. También la humaniza: aunque algunas veces EE. UU. buscó que las dictaduras latinoamericanas hicieran el «trabajo sucio» con las guerrillas, siempre emergieron voces dentro del pueblo estadounidense que denunciaron las violaciones a derechos humanos y abusos. Esto no sucede, por supuesto, con dictaduras. Son brutales y su política exterior puede llegar a serlo también.

Aunque los latinoamericanos hemos detestado históricamente la injerencia de los Estados Unidos, definitivamente estamos mejor bajo la sombra de una potencia democrática que una autoritaria. Los países que se encuentran en la periferia rusa son testigos de ello.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Pablo Andres Rosal

Estudiante de Ciencia Política con una especialización en Políticas Públicas del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la UFM. Apasionado por la cultura, la economía y la religión, y cómo afectan al desarrollo de un país.

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