Electorados conscientes de su geopolítica: elecciones en Francia y Hungría en el marco de la guerra ruso-ucraniana

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La guerra entre Rusia y Ucrania es considerada por algunos como un punto de inflexión en la historia. Desde un punto de vista internacional, se aumentó la tensión entre Rusia y la OTAN al punto de que la segunda se está movilizando subrepticiamente contra el régimen ruso con la entrega de armas.

Es más, países tradicionalmente neutrales están dando indicios de aliarse con Occidente militarmente. En este marco, abril fue un mes electoral importante en el continente, ya que países líderes como Francia y Hungría decidían si renovaban su liderazgo político o lo reelegían.

¿Tuvo la guerra ruso-ucraniana un impacto en los resultados electorales de Europa en abril de 2022?

La «extrema derecha europea» y la influencia rusa en la Unión

Para este artículo, se hará una definición no exhaustiva de la «extrema derecha europea». Este es una oleada de movimientos políticos ultraconservadores que ganaron influencia en todo el continente a partir de la Gran Recesión desde 2008. La diferencia esencial con el conservadurismo mainstream es su actitud iliberal. Mientras los conservadores abogan por moralidad universal y patriotismo que defiende el pluralismo político, la extrema derecha aboga por la imposición de una moralidad religiosa y un nacionalismo étnico excluyente.

Mientras los conservadores abogan por moralidad universal y patriotismo que defiende el pluralismo político, la extrema derecha aboga por la imposición de una moralidad religiosa y un nacionalismo étnico excluyente.

En aspectos políticos, abogan por la centralización fuerte del Estado. Esto implica un rechazo a la institucionalidad supranacional europea y la división de poderes nacional, sobre todo de las cortes. En cuanto a lo social, rechazan fuertemente la migración de regiones no europeas como Medio Oriente. Además, se persiguen grupos que consideran ajenos a la moralidad cristiana como la diversidad sexual. Finalmente, su economía es iliberal por abogar por un Estado clientelar que provee de servicios a su base electoral. Debe aclararse que existe una «izquierda radical» europea también, que coincide con esta derecha nueva en sus políticas salvo por la religión.

Si bien el movimiento analizado es europeo, tiene una fuerte vinculación internacional: Rusia. Muchos líderes de estos movimientos ven a Vladimir Putin como un ejemplo a seguir. De hecho, el régimen de este último tiene exactamente los mismos principios citados en el párrafo anterior. Esto no era un problema hasta la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022. Con este conflicto, hubo analistas que consideraban que la «extrema derecha europea» iba a fracasar. En esencia, creían que el electorado iba rechazar a sus «Putin» locales en el marco de un frente unido europeo contra la guerra.

Por otra parte, otros analistas aseguraban que una economía mundial en crisis por las sanciones económicas contra Rusia iba a fortalecer a los nacionalistas porque su electorado, generalmente las clases medias bajas y rurales, iban a ser afectados desproporcionadamente por la inflación.

¿La caída del bastión ruso en la Unión Europea?

Al iniciar la guerra, el líder europeo que se encontró en la peor situación fue el primer ministro húngaro Viktor Orbán. Él era el aliado indiscutible de Putin dentro de la Unión Europea. Su gobierno empezó en 2010 y se ha vuelto cada vez más autoritario, al menos en la superficie. Se le acusa de querer atentar contra la independencia de las cortes en su país y de querer controlar a la prensa y los medios.

Entre sus políticas más controversiales se tiene la persecución de homosexuales a través de leyes que pretenden prohibir su existencia o reconocimiento. Estas acciones le han valido constantes choques con la Unión Europea, que considera que sus políticas atentan contra la democracia. Si bien el índice de democracia muestra una caída constante bajo su gobierno, el país sigue siendo una democracia defectuosa.

En el marco de la guerra, Orbán abandonó a Putin y declaró a Hungría esencialmente como neutral en esta guerra. Esto lo alejó también de la Unión Europea, que buscaba un frente unido contra Rusia usando sanciones económicas, y de su aliado ultraconservador natural Polonia, un enemigo acérrimo de Rusia. Su neutralidad, sin embargo, pareció ser suficiente para su electorado. Ganó las elecciones, renovando y fortaleciendo su mayoría absoluta en el parlamento por cuarta vez consecutiva. De hecho, un nuevo partido aún más radical entró al parlamento como su aliado.

Pese a la afinidad ideológica con Rusia, Orbán responde a un rasgo geopolítico esencial de Hungría: la ambivalencia. En esencia, este país es suficientemente poderoso para retar el poder de cualquier potencia que pretenda controlarla. Durante la Guerra Fría, Hungría fue uno de los mayores retos al control soviético de Europa del este aun siendo un país comunista. De hecho, si bien era una dictadura, era menos represiva que la soviética. En su intento de alejarse de Rusia, decidió unirse a la OTAN de la mano del mismo Orbán en la época postsoviética.

Ya en el marco de una UE fuerte, Hungría pivotó de nuevo a Rusia. Ahora con una guerra entre ambas, decide aislarse. Esta política del primer ministro logró satisfacer a su electorado nacionalista, valiéndole la reelección.

Pese a la afinidad ideológica con Rusia, Orbán responde a un rasgo geopolítico esencial de Hungría: la ambivalencia.  

¿El baluarte del liberalismo europeo?

La siguiente gran elección europea fue la de Francia. Las dos rondas de las presidenciales le dieron la victoria al partido centrista y liberal del país. Sin embargo, esta victoria debe contextualizarse. Por primera vez en la Quinta República francesa desde 1958, los partidos tradicionales, el conservador y el socialista, no pasaron a la segunda vuelta de las elecciones.

De hecho, ni siquiera superaron el 5 % de los votos válidos. En su lugar, tres partidos tomaron ese lugar: el centrista, el ultraderechista y el ultraizquierdista. El primero es el partido oficial del presidente Macron. Por su parte, los últimos dos tienen un quinto del electorado cada uno y existen desde finales del milenio pasado. Ambos han crecido, pero la ultraderecha es la que supone el mayor reto al orden francés establecido.

En las elecciones de 2022, el centrismo y la ultraderecha quedaron en primer y segundo lugar respectivamente. La ultraizquierda estuvo en un cercano tercer lugar. En la segunda vuelta, Macron logró su reelección. Esto, a diferencia de Estados Unidos, es muy raro; el que busca la reelección tiende a perder. La victoria de Macron, sin embargo, no fue tan fuerte como en 2017. En ese año, ganó 66 % de los votos frente a un 33 % de la candidata ultraderechista Le Pen. En 2022, los porcentajes fueron 58% y 42%, respectivamente. De hecho, solo Le Pen aumentó su voto a nivel nacional, mientras Macron mantuvo su nivel de voto.

Los resultados de estas elecciones muestran algo importante del rol de Francia: un desgaste. El eje franco-alemán es esencialmente el sostén geopolítico de la Unión Europea. De hecho, se puede ver este organismo como la extensión del poder de estas dos potencias en conjunto. Este rol hegemónico, aunque da muchos beneficios, acarrea el peso de la responsabilidad. Es así como quien detenta el poder sufre un castigo doméstico del electorado por cualquier crisis europea. El partido conservador lideró a Francia en la creación de la Unión Europea desde el inicio de la Quinta República.

Este partido perdió su control del gobierno ante los socialistas en los 1970. Un bipartidismo relativamente estable nació en los 90 y los 2000, solo para ser reemplazado por los nuevos tres partidos de las elecciones de la década de 2010. Un factor que contribuye a esta inestabilidad es justamente la responsabilidad hegemónica que incentiva el voto por actores nuevos en vez de los tradicionales.

El eje franco-alemán es esencialmente el sostén geopolítico de la Unión Europea.

Crónica de una muerte anunciada que no pasó

Las elecciones en Hungría y Francia de 2022 son un claro ejemplo de que la «extrema derecha europea» no fracasó. Es más, se vio robustecida. Siguió gobernando en Hungría y hasta con más poder en el parlamento. Si bien no ganó en Francia, ha sido la vez que más cerca estuvo de llegar el poder. Además, aún faltan las elecciones legislativas en el país. Así, es claro que la guerra en Rusia no desincentivó el voto por sus radicalismos ideológicamente afines. ¿Qué podría explicar entonces su posición electoral? Como se vio, se puede atribuir en parte a las malas condiciones económicas.

En este artículo, se argumenta que existen razones geopolíticas que explican el comportamiento del electorado. La vinculación de los ultraderechistas con Putin no es suficiente para cambiar el nacionalismo húngaro que aspira a la independencia entre dos grandes potencias. Asimismo, el nacionalismo francés naciente, fuerza que junto a otras ya reemplazó a partidos políticos desgastados por dirigir una potencia hegemónica, no va a ser aplacado por mala prensa contra un dictador ruso. Los votantes de cada país no tienen incentivos claros para votar contra sus ultraconservadores nacionales por una guerra lejana. Aunque a nivel internacional la guerra parece ser transformadora en el comportamiento de los Estados, el impacto de la misma a nivel político nacional es mínimo. No importa si los medios se oponen; el individuo siempre se interesa más por lo que afecta a su propio país a la hora de votar.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Luis Carlos Araujo Quintero

Estudiante del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales. Ferviente creyente de la moderación y del respeto a las reglas justas y correctas. Defensor de la libertad en todas sus dimensiones. 

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