El sesgo mayoritario del sistema electoral guatemalteco

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El pasado 16 de junio tuvieron lugar en Guatemala unas elecciones cargadas de polémica. Sea como fuere, y dando tiempo a las instituciones competentes para que resuelvan los problemas asociados a algunas de las actas, la victoria de la Unidad Nacional de la Esperanza —UNE— en la mayoría de departamentos del país parece fuera de toda duda. Sin embargo, lo anterior no debería distorsionar la información que se extrae de los datos. En cierto sentido, la victoria de la UNE es resultado del sistema electoral guatemalteco y el sesgo mayoritario bajo el cual este fue diseñado.

Si tomamos los datos obtenidos hasta el momento —aunque todavía no son definitivos— , podemos observar que la UNE alcanzó el 17.86% de los votos válidos emitidos. En dicho porcentaje se suman tanto los votos obtenidos en el ámbito distrital como los votos recibidos a través del listado nacional. Una de las funciones básicas del sistema electoral es la traducción de votos válidos emitidos en cuota de poder obtenida. Es decir, al final, el sistema desea trocar el voto emitido desde la ciudadanía en una cuota de poder expresada en curules en el interior del Congreso de la República.

Lo que se comprueba con base en la recolección de datos realizada por Phillip Chicola es que la UNE, con el 17.86% de los votos, obtuvo unos 52 diputados —uno arriba o abajo—. Como se sabe, en esta elección, el número de diputados en la cámara guatemalteca era de 160. Por tanto, con el 17.86% de los votos en la cámara legislativa, su cuota de poder ascendió hasta el 32.50%. La conclusión es evidente: el sistema electoral genera un efecto mayoritario resultado de una fórmula proporcional utilizada en distritos electorales de baja magnitud. 

Como hemos señalado líneas atrás, la UNE fue el partido más votado. Pero fruto de la elevada fragmentación existente en el sistema político guatemalteco, debemos informar de que fueron pocos los lugares en los que el partido encabezado por Sandra Torres superó el 40% de los votos válidos emitidos. Se trata de una mayoría minoritaria, nunca una mayoría absoluta. Sin embargo, fue capaz de ser la primera fuerza en un gran número de distritos y capitalizar estas primeras posiciones gracias al efecto mayoritario producto de la baja magnitud de muchos de sus distritos electorales. El sistema político guatemalteco cuenta con 24 distritos —circunscripciones— electorales. Para llegar a ese número, debemos contar los departamentos, el distrito metropolitano —o capitalino— y el listado nacional. La tabla 1 muestra la cantidad de diputados que se eligen por distrito.

Número de distritos electorales Departamento Número de diputados
1 El Progreso 2
2 Baja Verapaz 2
3 Zacapa 2
4 Sacatepéquez 3
5 Santa Rosa 3
6 Sololá 3
7 Retalhuleu 3
8 Izabal 3
9 Chiquimula 3
10 Jalapa 3
11 Totonicapán 4
12 Petén 4
13 Jutiapa 4
14 Chimaltenango 5
15 Suchitepéquez 5
16 Escuintla 6
17 Quetzaltenango 7
18 Quiché 8
19 San Marcos 9
20 Alta Verapaz 9
21 Huehuetenango 10
22 Distrito Central 11
23 Distrito de Guatemala 19
24 Listado Nacional 32
TOTAL 24 160
Fuente: elaboración propia con datos del TSE

Como se sabe, la fórmula de distribución de curules en Guatemala es la ideada por D´Hondt. Un mecanismo —en teoría— proporcional. Sin embargo, y aunque pueda parecer una estafa, dicha fórmula produce impactos —efectos— mayoritarios en circunscripciones de baja magnitud. Hablamos de magnitudes de cuatro diputados o más pequeñas.

Como se puede observar, en el sistema político guatemalteco más del 50% de las circunscripciones poseen cuatro diputados o menos. Si añadimos las de cinco diputados, consideradas por muchos politólogos circunscripciones pequeñas, la cifra sube a 15 distritos electorales de 24 existentes. Es decir, el 62,5% de los distritos electorales del país fueron ideados para generar un efecto mayoritario y dar estabilidad —supuestamente— al sistema en su conjunto. Lo anterior produce que en algunos distritos de, por ejemplo, tres diputados —siete departamentos del país—, la UNE con aproximadamente el 30-35% de los votos recibidos pudiese obtener dos diputados, el 66% de la cuota de poder —dos de los tres diputados en juego—.

Debemos ser conscientes y señalar el efecto que deseaban lograr con este sesgo mayoritario los padres de la Ley Electoral y de Partidos Políticos —LEPP—. Básicamente, querían un sistema con dos o tres partidos grandes y pequeñas organizaciones que pululasen alrededor de los mismos introduciendo una mayor cuota de pluralismo político. El Listado Nacional es el mecanismo que se encargaría de llevar a cabo lo anterior. Como se puede deducir, dicho listado es un mecanismo compensatorio con magnitud elevada —32 diputados— para facilitar el ingreso a la cámara legislativa guatemalteca de partidos minoritarios.

Desafortunadamente, los padres de la Ley Electoral no lograron, me temo, el efecto deseado y a día de hoy el sistema solo beneficia —en el campo legislativo— al único partido grande y con presencia territorial real: la UNE. La ciudadanía debe ser consciente de los elementos identitarios del sistema electoral. Solo así puede «aprender» a jugar adecuadamente dentro del mismo. Solo así puede, a través de la evolución y el aprendizaje, desarrollar mejores mecanismos de control y castigo sobre los partidos políticos del interior de la República y sobre los individuos que realmente participan en el juego de tronos de la política guatemalteca.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Eduardo Fernández Luiña

Doctor en Ciencia Política y profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales y de UFM Madrid

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