Ian Cohen / / 2 de abril del 2020

El reto del mercado del petróleo ante el coronavirus

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El paso de los años nos ha demostrado que en cualquier momento todo se puede agravar de un momento a otro y que lo que se consideraba cotidiano se puede ver enfrentado a una gran serie de cambios que se presentan de manera inesperada. En un mundo cada vez más globalizado y dependiente de distintos países y actores, los cambios repentinos y las acciones tomadas por pocos pueden afectar de gran manera a la arena internacional y el rumbo del futuro de muchos. Por lo tanto, nos vemos atados a adaptarnos a los resultados de estas externalidades sobre las que no se puede tener el control. 

Un gran ejemplo de esto es la llegada del coronavirus, que no solo tiene el potencial de afectar la salud de millones de vidas sino también los mercados mundiales con una gran ola de recesión económica. Un caso es el que la OPEC (Organization of the Petroleum Exporting Countries) tiene por delante. La OPEC es una organización que ha tenido como objetivo coordinar y unificar las políticas del crudo entre los países que son miembros de esta, tales como Irán, Kuwait, Arabia Saudita y Venezuela. 

Uno de los acontecimientos que definirá el futuro de esta organización es el coronavirus y la capacidad de supervivencia que la OPEC demuestre ante la pandemia. La razón de la preocupación se debe a la cuarentena colectiva a la que se ha visto sometida China, cuyo ha resultado en la parálisis del consumo local y la caída de las cifras en la industria manufacturera a niveles nunca antes vistos. China es el segundo país con mayor consumo de petróleo a nivel mundial (aproximadamente 14 millones de barriles al día) y la OPEC es uno de sus grandes abastecedores. A día hoy, las ventas de crudo a China han bajado de manera alarmante y el precio del barril ha tenido que bajar de 70 a 50 dólares. Agregado a esto, Rusia, uno de los mayores aliados y contribuyentes de capital a la OPEC, tuvo que sumarse a las políticas del recorte “para sostener el precio en lo que constituye un reconocimiento implícito de debilidad”. Esto deja a la OPEC y a todos los países dependientes de esta en una posición sumamente complicada y angustiosa. Los ministros de energía llevaron a cabo reuniones el jueves 5 y el viernes 6 de marzo para tratar de llegar a un acuerdo con Rusia que nivele la caída de la demanda del crudo; sin embargo, no se llegó a ningún acuerdo.

Uno de los acontecimientos que definirá el futuro de esta organización es el coronavirus y la capacidad de supervivencia que la OPEC demuestre ante la pandemia.

La OPEC tuvo en el pasado el control casi total del mercado petrolero a nivel mundial, gracias a lo cual pudo poner precios a su antojo. Este poder se vio diluido cuando más países emergieron en el mercado global petrolero. Ahora la organización se encuentra en un mundo en el que hay más de 50 países productores, entre los que se encuentra Estados Unidos. Hace tan solo una década apenas existían 20 productores y Estados Unidos era importador. A esto hay que sumar el fracking, actividad que ha logrado dejar atrás el monopolio que la OPEC tuvo alguna vez y le ha obligado a reducir la producción para tratar de relanzar los precios. 

Este es solo el caso de uno de los sectores del complejo mercado mundial. Analizándolo nos damos cuenta de que ni los productos más esenciales son invulnerables a las fallas del mercado que, en este caso, podríamos denominar externalidades, como menciona Caplan. Externalidades negativas que crean un efecto dominó en el que acciones individuales (o la falta de ellas) crean problemas colectivos cada vez más grandes. La causa de ello puede estar en las asimetrías de información. Asumamos que una falta de control de calidad por parte de los proveedores de alimentos en el mercado de Wuhan fue lo que incidió en la propagación del virus a nivel local y, como resultado, en el cierre temporal del mercado dejando a personas sin empleo. De este modo, inicia una inmensa y compleja cadena de consecuencias que crea múltiples externalidades con las que podemos llegar a entender cómo hemos terminado en una crisis mundial partiendo de acciones tan diminutas. 

Externalidades negativas que crean un efecto dominó en el que acciones individuales (o la falta de ellas) crean problemas colectivos cada vez más grandes.

Nos encontramos con una mano invisible que nos recuerda que la organización espontánea está compuesta por seres imperfectos que realizan acciones imperfectas que pueden afectar a muchos de manera imprevista. Sin embargo, esta compleja red ha demostrado que es capaz de superar cualquier obstáculo que se le ponga enfrente y resurge cada vez más fuerte e inmune. Es cuestión de aprender y reorganizarse. 

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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