Isabel Reyes / / 27 de agosto del 2020

Los barrancos y el capital social

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Ciudad de Guatemala comprende una serie de elementos que vuelven de su día a día una realidad sumamente compleja y heterogénea. Por ello, todas las propuestas que busquen resolver problemas asociados a la movilidad y a la distribución del espacio público deben partir de premisas que rechacen absolutos y busquen los matices para así lograr una planificación urbana integral y sostenible.

La implementación del Plan de Ordenamiento Territorial en el 2008 trajo consigo la noción de los barrancos como áreas protegidas, clasificándolos territorialmente dentro de las zonas G0 y G1. Como resultado de esto, la regulación sobre estas zonas se concentró en limitar la densidad de construcción, incluso prohibiendo la ocupación humana. El afán de evitar la explotación de los barrancos tuvo como principal consecuencia el congelamiento del valor económico, y, por consiguiente, la anulación de las ventajas que estas zonas representan para la edificación del capital social guatemalteco. En otras palabras, la pasividad de la Municipalidad a la hora de aprovechar sistemáticamente estas zonas resultó en la creación de dos realidades paralelas: aquellas integradas en las dinámicas urbanas y aquellas que, en aras de preservar los espacios naturales, se terminan invisibilizando por completo. De este fenómeno se despliegan otras aristas sociales, como la creación de una sociedad atomizada, que se muestra apática hacia el problema pobreza y que es proclive al conflicto.

El afán de evitar la explotación de los barrancos tuvo como principal consecuencia el congelamiento del valor económico, y, por consiguiente, la anulación de las ventajas que estas zonas representan para la edificación del capital social guatemalteco.

Pese a que pueda parecer que en este momento todos los procesos se han estancado, es necesario utilizar esta etapa para formular soluciones innovadoras tomando en cuenta todos los elementos del sistema para aprovecharlos en la medida de lo posible. Esto introduce a los barrancos como una gran oportunidad para impulsar el desarrollo desde una perspectiva enfocada en la conectividad entre zonas y la interacción entre particulares. Además de constituir un 41.79% del área metropolitana, los barrancos presentan una distribución bastante balanceada a través de la región. De esta cuenta, integrarlos en el esquema urbano es una iniciativa que implicaría muchos retos en distintas esferas de acción, pero promete grandes cambios en la dinámica ciudadana.

Esto introduce a los barrancos como una gran oportunidad para impulsar el desarrollo desde una perspectiva enfocada en la conectividad entre zonas y la interacción entre particulares.

Mapa 1: Distribución de barrancos en el área metropolitana

Los barrancos suponen un tipo de recurso ideal para apostar por una gestión fundamentada en la gobernanza policéntrica. Más allá de una consolidación institucional rígida, se propone un sistema de reglas enfocadas en el desarrollo de núcleos paralelos con funciones solapadas. Es importante tomar en cuenta que la naturaleza de los barrancos en la ciudad no es homogénea; cada región tiene distintas fortalezas y se enfrenta a obstáculos diferentes. De esta manera, la policentricidad supone una gran herramienta para emprender un camino orientado al dinamismo, la cooperación y la competencia entre núcleos que se han especializado y han hecho más eficientes los procesos atendiendo a las demandas específicas de cada área.

Mapa 2: Porcentaje de barrancos desglosado por zona

Ciudad de Guatemala está compuesta por dos dimensiones: una que se ha construido y una que forma parte de las condiciones naturales de la región. Es importante comprender que estas dos dimensiones influyen en las dinámicas sociales, económicas, políticas y ambientales. Por ello, es necesario proponer desde esa óptica soluciones vecinales y aprovechar los barrancos como espacios de entendimiento y diálogo autónomo. El primer paso hacia la construcción de capital social radica en la interacción generada por la inserción del individuo en los espacios públicos, y no existe una mejor manera de lograrlo que tomando en cuenta todas las variables de la ecuación. 

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Isabel Reyes

Politóloga con especialización en políticas públicas, egresada del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Francisco Marroquín. Le interesa el gobierno local, la investigación social y el desarrollo sostenible.

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