Mario A. Duarte / / 2 de agosto del 2022

Reexaminando a Monroe: colonialismo globalista vs. alianzas de Estados soberanos

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Mientras la arrogancia y la falta de visión estratégica y de seguridad nacional imperando en Washington D. C. deja caer a Latinoamérica en un pantano de intereses —esperemos que no a propósito— que podría resultar en varios pequeños «Vietnams» a lo largo del continente americano, los países que aún mantienen su visión en el hemisferio deben buscar nuevas alianzas basadas en diplomacia transparente e intereses expresos. 

Es innegable que el mundo entero se dirige a una recesión económica de grandes proporciones y los efectos en las naciones serán significativos, incluso severos en algunos casos. Aunado a esto, la escasez alimentaria artificialmente creada por grandes países productores y procesadores —quienes han decidido someter sus intereses nacionales a políticas globalistas, como el caso de Holanda— empujará a los países y las regiones a un desequilibrio social que podría degenerar en violentas crisis políticas.

No hay región del mundo en este momento que goce de una estabilidad lo suficientemente dispersa geográficamente para ignorar el peligro de la potencial crisis que se avecina y, aunque algunos países cuentan con buenos indicadores macroeconómicos, índices de seguridad y calificaciones de riesgo, por sí solos no podrán enfrentar una recesión de nivel global. 

De «hermano grande» a «hermano bully»

Por casi ciento cincuenta —150— años, EE. UU. ha mantenido la supremacía política sobre el continente americano, principalmente a través del comercio, los sistemas de préstamos internacionales y los programas gubernamentales de cooperación y apoyo.

Por casi ciento cincuenta —150— años, EE. UU. ha mantenido la supremacía política sobre el continente americano.

La política de EE. UU. del hermano grande —Big Brother—, formulada en los 1880 por el entonces secretario de Estado James G. Blaine, funcionó mientras los estadounidenses solidificaban su supremacía en la región, y los países latinoamericanos se sintieron atendidos y «protegidos» contra la interferencia europea.

Sin embargo, aquella política basada en el libre comercio internacional como generador de prosperidad común y de seguridad tutelada comienza a erosionarse durante la Guerra Fría, cuando la incidencia de EE. UU. sobre la región pasa de ser de mutuo acuerdo a de obediente consentimiento. Aunque la amenaza comunista de aquella época fácilmente adhería a la gran mayoría de naciones a alinearse, la confianza en «el hermano grande» había llegado a su cúspide y, de allí, solo quedaba el declive. 

Cuando John Quincy Adams, secretario de Estado del entonces presidente James Monroe, diseñó la Doctrina Monroe para el continente americano en 1823 como una política de relaciones exteriores, basada en la seguridad, la confianza y el desarrollo mutuo, su principal objetivo era crear un frente unificado contra el colonialismo de otras potencias europeas. Irónicamente, dicha política degeneró con el pasar de los años en una estrategia unilateral de abusiva imposición y de puerta de entrada para el colonialismo globalista al cual algunos presidentes de EE. UU. han buscado ceder la supremacía de su propio país.

Aunque la amenaza comunista de aquella época fácilmente adhería a la gran mayoría de naciones a alinearse, la confianza en «el hermano grande» había llegado a su cúspide y, de allí, solo quedaba el declive. 

¿Puede el continente americano darse el lujo de ser arrastrado a una crisis económica de la que «el hermano grande» y supuesto «socio confiable» tiene responsabilidad material y sin duda parcial culpabilidad con otras potencias como Rusia y miembros de la OTAN? ¿Podrían los países de Latinoamérica buscar esas alianzas entre naciones soberanas de la región y asegurar el apoyo de algunos sectores y estados de los EE. UU. para crear un plan regional para sobrellevar una crisis global?

Vietnam 2.0

Sin duda alguna, Latinoamérica aún depende en gran parte de los EE. UU.; sin embargo, la obtusa política exterior de la administración Biden está obligando a los pocos aliados en la región a que cada vez tomen más distancia y empiecen a considerar apoyos y mercados de otras potencias mundiales. De igual forma, los países que por décadas han estado desalineados a EE. UU. en la región, sin recelo alguno y agresivamente, estrechan sus relaciones y cooperación con países adversarios a la nación estadounidense.

Sin duda alguna, Latinoamérica aún depende en gran parte de los EE. UU.; sin embargo, la obtusa política exterior de la administración Biden está obligando a los pocos aliados en la región a que cada vez tomen más distancia.

Vale la pena mencionar el anuncio hecho por Venezuela de que, en el próximo mes de agosto, se realizará un ejercicio militar a gran escala en conjunto con Rusia, Irán y China, y que posiblemente incluya a otros países latinoamericanos como Nicaragua, Cuba, Perú y Chile. No obstante, más preocupante aún es cómo un país sólidamente aliado de EE. UU., como lo es Colombia, podría en muy poco tiempo encontrarse también antagonizado geopolíticamente con la nación norteamericana.

Muestra de esto es que el recién electo presidente Gustavo Petro ya ha mostrado la intención de reestablecer totalmente sus relaciones y reabrir sus fronteras con Venezuela, así mismo como su oposición a la extradición de narcotraficantes colombianos hacia el país del norte. Ambas posibles decisiones son totalmente opuestas a la actual política exterior antidrogas y anticorrupción de EE. UU.

Nueva doctrina Monroe

Los países en el hemisferio occidental que aún mantienen sus intereses estratégicos en la región no deben permitir ser arrastrados a ser parte de los juegos de ego y poder entre las potencias mundiales.

Actualmente, la inminente crisis económica y alimenticia que nos afectará a todos debe tomar preeminencia en las agendas políticas de las naciones soberanas y que velan por sus propios intereses nacionales; estas deben urgentemente buscar alianzas locales y regionales para hacerle frente. Considerando que los EE. UU. es mucho más que Washington D. C. y que cada uno de sus cincuenta —50— estados pueden por sí mismos buscar sus propias alianzas y proyectos de cooperación con países soberanos, esta crisis que nos acecha presenta la oportunidad perfecta para reexaminar a Monroe y diseñar una nueva doctrina de comercio, prosperidad y seguridad compartida: una alianza de liderazgos políticos, empresariales y de seguridad que no se dejen envolver por los existentes organismos globalistas multilaterales y que puedan trabajar en conjunto, sabiendo que cada uno tiene su propio interés como prioridad.

Esta crisis que nos acecha presenta la oportunidad perfecta para reexaminar a Monroe y diseñar una nueva doctrina de comercio, prosperidad y seguridad compartida.

A diferencia de lo que por siglos ha dominado la diplomacia global, es el momento de una nueva doctrina Monroe basada en la diplomacia transparente, con intenciones claras e intereses expresos. 

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Mario A. Duarte

Fundador y CEO de DH Global Strategy, firma de cabildeo y diplomacia privada global. Sirvió en el Ejército de EE. UU. y fue asesor en temas de seguridad nacional.

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