Eduardo Fernández Luiña / / 7 de noviembre del 2019

Una reflexión sobre el drama chileno: La importancia de la batalla de las ideas

Chile protestas populismo confianza

Desde hace más de tres semanas, Chile sufre unos disturbios que han puesto contra las cuerdas a la que es, sin lugar a dudas, la mejor democracia de América Latina. A día de hoy, desafortunadamente, se han perdido veintitrés vidas (Tele Sur, 2019). Además, en el ámbito económico, las pérdidas son elevadísimas; el metro ha sufrido daños tasados en más de US$300 millones (Urquieta, 2019). A nivel privado, «la Cámara de Comercio de Santiago calculó unas pérdidas comerciales de más de 1,400 millones de USD» (Cooperativa.cl, 2019). Además, se han identificado más de 25,000 locales afectados por los «incendios, saqueos o destrozos» (Cooperativa.cl, 2019). Después de esta situación, la pregunta es cómo ha sucedido esto en el país más rico de América Latina. ¿Qué ha pasado para llegar a esta situación?

Después de esta situación, la pregunta es cómo ha sucedido esto en el país más rico de América Latina. ¿Qué ha pasado para llegar a esta situación?

La política tiene que ver con las emociones y con los intereses. Definitivamente, y a pesar de lo que muchos piensan, la prosperidad no se percibe de manera espontánea, se debe comunicar con ánimo de presentar a la ciudadanía el porqué de los resultados. Hace unos años, desde el Instituto Juan de Mariana tuve la oportunidad de publicar un pequeño informe titulado Los movimientos populistas. ¿Una expresión social de descontento o una estrategia para concentrar poder político? (2016). En dicho trabajo, se señala que los populistas hacen generalmente «usufructo del descontento» (Rupnik, 2007). La cuestión es: ¿cómo es posible que una protesta violenta y de naturaleza destructiva y antisistema haya calado en la sociedad?

Definitivamente, Chile es uno de los países más ricos de la región. Si se compara con el resto de América Latina, el PIB per cápita chileno duplica —casi— al existente en la citada área geográfica. La gráfica número 1 presenta los datos comparando la realidad chilena con el resto de las Américas.

Gráfica 1. PIB per cápita chileno y PIB per cápita latinoamericano

Imagen que contiene mapa, texto

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Fuente: Jiménez, 2018.
Para más información, consultar: https://bit.ly/2PX8lpM

Como se puede observar, el crecimiento del producto interno bruto per cápita no ha dejado de subir en el territorio chileno. La gráfica número 2 expresa mejor esa subida.

Gráfica 2. Ingreso per cápita en Chile entre 1810 y 2016

Fuente: Jiménez, 2018.
Para más información, consultar: https://bit.ly/2PX8lpM

Como se puede comprobar, es a partir del año 81 y sobre todo de 1990 cuando Chile despega, literalmente, en su camino hacia el desarrollo. Es vox populi que fueron varios gobiernos de izquierda —la famosa concertación— los que rigieron el país durante esos años. Las medidas apostaban por una clara liberalización de la economía y por la inserción de Chile al proceso de globalización. Estas políticas públicas produjeron resultados a corto plazo y, al mismo tiempo, posicionaron a Chile como uno de los países más comprometidos con el libre comercio a nivel global. Prueba de todo lo anterior es que, en la actualidad, Chile sigue siendo el país del mundo con más tratados de libre comercio firmados.

Prueba de todo lo anterior es que, en la actualidad, Chile sigue siendo el país con más tratados de libre comercio firmados.

Lo anterior, la decidida apuesta que Chile hizo por la globalización y por las políticas liberales —de concesión, de liberalización—, produjo críticas de todo tipo en las facciones más radicales de la izquierda. Chile era para estos grupos de izquierda un país próspero, pero profundamente desigual. Es decir, para estos grupos, la riqueza solo llegaba a unos pocos, haciendo mucho daño a una gran parte de la población marginada del sendero de la prosperidad. Sin embargo, una vez más, la evidencia vuelve a quitarle la razón a los argumentos provenientes de la izquierda. Es cierto que Chile no es el país más igualitario de América Latina; pero debemos tener presente algo relevante: la igualdad no es buena per se. Y lo que debe importar a corto plazo no es fomentar medidas de igualdad, sino medidas de lucha contra la pobreza. De todas formas y en ambas cuestiones, los resultados que ha obtenido Chile durante su periodo democrático han sido sorprendentes.

Es cierto que Chile no es el país más igualitario de América Latina; pero debemos tener presente algo relevante: la igualdad no es buena per se.

El coeficiente de GINI es el indicador global para medir la desigualdad. Como se presenta en el gráfico número 3, dicho indicador no ha dejado de bajar durante los últimos treinta años. De hecho, Chile ha logrado reducir en diez puntos dicho coeficiente, pasando del 0.56 que tenía en 1985 al 0.46 que tiene en la actualidad. Es evidente que la democratización del país ha aportado una mayor igualdad, además de una gran victoria en la lucha contra la pobreza.

Gráfico 3. Evolución del coeficiente de GINI en Chile entre 1985 y 2018

Fuente: Elaboración propia con datos del Banco Mundial.
Para más información, consultar https://bit.ly/2NMRJyw

La pobreza extrema en Chile ha sido casi erradicada, y para evidenciar lo anterior solo debemos ir al informe que CEPAL publicaba este año con el título Panorama Social de América Latina 2018. Con base en dicho trabajo de investigación, la pobreza extrema en Chile afectaba en el año 2017 al 1,4% de la población (CEPAL, 2019, p. 83). La pobreza no extrema afectaba en ese mismo año al 10,7% de la población (CEPAL, 2019, p. 83). Junto a Uruguay, Chile es el país que de forma más exitosa ha luchado contra este fenómeno. Y como hemos indicado líneas atrás, ha sido capaz de todo esto gracias a políticas públicas vinculadas a la liberalización y apertura comercial.

Sin embargo, y como hemos indicado, esta evidencia no parece ser ni admitida ni reconocida por la extrema izquierda chilena. Y esto, el éxito evidente de las políticas liberales implementadas en mayor o menor medida durante tres décadas, no ha sido capaz de calar en la población. El populismo aprovecha crisis reales con objeto de obtener cuotas de poder y avanzar en sus ansias autoritarias. Si la crisis no existe, juega con la retórica y la comunicación, todo con el ánimo de intoxicar el ambiente político y aumentar la distancia ideológica que existe entre los individuos. Si la estrategia tiene efecto, la polarización resultado de dicha maniobra sirve para generar la crisis. Y esto parece ser lo que ha sucedido en el actual Chile. Cuando observamos las manifestaciones, vemos a jóvenes universitarios —nunca tantos han disfrutado de la oportunidad de ir a la universidad en la historia de Chile— con una mentalidad antisistema.

El populismo aprovecha crisis reales con objeto de obtener cuotas de poder y avanzar en sus ansias autoritarias. Si la crisis no existe, juega con la retórica y la comunicación, todo con el ánimo de intoxicar el ambiente político y aumentar la distancia ideológica que existe entre los individuos.

La batalla de las ideas es de gran importancia, y, desafortunadamente, en Chile no se le ha dado la relevancia que dicha batalla posee. Esa dejadez por parte de liberales, conservadores y socialdemócratas moderados amigos del libre comercio ha dado espacio a la extrema izquierda. Esta no ha dejado de obtener esferas de influencia. Lo anterior ha provocado que los antisistema controlen parte de la opinión pública, sean capaces de destruir la cultura de dicho país y se atrevan a generar una imagen completamente distorsionada de la realidad nacional. El resultado es la existencia de un amplio porcentaje de jóvenes —de clases medias en su mayoría— confundidos, desubicados y desafortunadamente enfadados con el actual sistema. Nunca los chilenos han sido ni tan ricos ni tan iguales. Sin embargo, la percepción que impera en la población es que la nación navega en una incertidumbre insalvable, en un caos provocado por el capitalismo. Por el contrario, ha sido este, el capitalismo global y las políticas públicas de liberalización los que han provocado el ascenso meteórico de Chile. Tanto si lo vemos de manera individual como en perspectiva comparada dentro de la región latinoamericana, Chile ha sido un ejemplo de cómo hacer las cosas bien.

Esperemos que las élites sean responsables, frenen la actitud liberticida y destructiva de los grupos antisistema y Chile vuelva a ser lo que lleva siendo durante los últimos treinta años: el mejor ejemplo de desarrollo del continente iberoamericano.

Hoy, más que nunca, el precio de la libertad es la eterna vigilancia.

Referencias

  • CEPAL. (2019). Panorama social de América Latina 2018. Santiago de Chile: CEPAL. Cooperativa.cl. (26 de octubre de 2019). El comercio de Chile calcula pérdidas por más de 1.400 millones de dólares. Recuperado de https://bit.ly/2PVlQq1
  • Fernández Luiña, E. (2016). Los movimientos populistas. ¿Una expresión social de descontento o una estrategia para concentrar poder político? Madrid: Instituto Juan de Mariana.
  • Jiménez, J. I. (16 de mayo de 2018). El crecimiento económico en Chile 1810 – 2016. Meditaciones Sociológicas. Recuperado de https://bit.ly/2PX8lpM
  • Redacción BBC News Mundo. (22 de octubre de 2019). Protestas en Chile: confirman la muerte de 15 personas mientras continúan los disturbios pese a que el gobierno suspendió el alza de las tarifas del metro en Santiago. BBC News. Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-50112080
  • Rupnik, J. (14 de febrero de 2007). Populismo de Europa del Este. Clarín.
  • Tele Sur. (31 de octubre de 2019). Fiscalía de Chile registra 23 muertos durante protestas. Recuperado de https://bit.ly/2K0ppaN
  • Urquieta, C. (24 de octubre de 2019). Dura pérdida para el metro: No tiene seguros para estaciones ni trenes. CIPER. Recuperado de https://bit.ly/33qEaep

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Eduardo Fernández Luiña

Doctor en Ciencia Política y profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales y de UFM Madrid

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