Rogelio Núñez / / 8 de diciembre del 2020

Lecciones que dejan las elecciones de Bolivia, de EE. UU. y la crisis de Perú

Perú (foto cortesía de Jeison Higuita)

La crisis institucional en Perú y los recientes comicios presidenciales en Bolivia y EE. UU., pese a las enormes diferencias que existen entre ambos países, dejan lecciones de alcance universal. Lo ocurrido en las dos naciones andinas y en la gran potencia mundial lanza tres mensajes sobre el momento político-social y sobre lo que pueda acontecer a corto plazo en América Latina. 

La crisis institucional en Perú y los recientes comicios presidenciales en Bolivia y EE. UU., pese a las enormes diferencias que existen entre ambos países, dejan lecciones de alcance universal. Lo ocurrido en las dos naciones andinas y en la gran potencia mundial lanza tres mensajes sobre el momento político-social y sobre lo que pueda acontecer a corto plazo en América Latina.

Las dos elecciones ponen en cuestión la eficacia de los análisis de los expertos y la opinión pública, que apostaban por la derrota abrumadora de Trump y el fracaso del MAS en su intento de regresar al Palacio Quemado en Bolivia. En ambos comicios, la sociedad, las encuestadoras y los principales medios de comunicación urbanos y cosmopolitas no supieron leer la realidad de sus propios países. No tomaron en cuenta todo el peso de las dinámicas locales (rurales y de las ciudades medianas y pequeñas) que explican el triunfo arrollador del masismo y el respaldo de casi el 50% que obtuvo el trumpismo. Esas burbujas de modernidad no entendieron a una importante parte de la población, que en un caso dio la victoria a Arce y en otro hizo a Trump mucho más competitivo. 

Ambos procesos se polarizaron (a favor o contra Arce en el caso boliviano y hacia Biden/Trump en el estadounidense) porque más allá de la ideología y la coyuntura primó el voto identitario. El voto indígena se alineó con Arce al ver amenazado el estatus alcanzado desde el 2005, mientras que en EE. UU. el voto más conservador se volcó con Trump. Esa preeminencia del voto identitario provoca que se conformen sociedades y electorados altamente polarizados en los extremos, con candidatos que plantean agendas país incompatibles y que en los hechos excluyen al adversario. En Bolivia, el masismo es mayoritario (55%), pero tiene enfrente a un antimasismo fragmentado que representa al 45%. En EE. UU., la sociedad se divide casi por la mitad en trumpistas y antitrumpistas.

Como explica Moisés Naim, un “factor que nutre la polarización es la identidad. Como la identidad suele ser más permanente y menos fluida que las posiciones políticas “normales”, a este tipo de agrupaciones políticas se le dificulta más el hacer concesiones en asuntos que conciernen la identidad de sus miembros. Esto, naturalmente, las hace más inflexibles, ya que el radicalismo y la polarización suelen ir juntos”.

Finalmente, la tercera lección la ofrece Perú, que es un compendio de todos esos problemas observados en las elecciones de Bolivia y EE. UU. y de cómo la polarización, la fragmentación y la debilidad institucional impiden que estos países impulsen las reformas estructurales necesarias para modernizarse y adaptar sus economías a la actual revolución tecnológica. La destitución del presidente Vizcarra muestra no solo graves problemas de gobernabilidad sino la ausencia de instituciones fuertes y estados eficientes y eficaces.

La existencia de fuertes instituciones es un antídoto eficaz contra los efectos negativos de la polarización extrema, la corrupción y el exceso de personalismo, pues unas instituciones sólidas refuerzan los incentivos para encontrar acuerdos y dar estabilidad a las políticas de largo plazo. Sin embargo, como muestra el caso peruano, las instituciones no gozan en estos momentos de buena salud en la región. Los presidentes obtienen muy bajo respaldo social, la desconfianza hacia los partidos políticos es elevada y generalizada, y lo es también hacia el legislativo, la justicia y el resto de organismos públicos. 

La existencia de fuertes instituciones es un antídoto eficaz contra los efectos negativos de la polarización extrema, la corrupción y el exceso de personalismo, pues unas instituciones sólidas refuerzan los incentivos para encontrar acuerdos y dar estabilidad a las políticas de largo plazo.

Por eso, el reto a corto y medio plazo es reforzar las instituciones y darles credibilidad, así como medios humanos, financieros y materiales para que puedan desplegar políticas públicas eficientes que disminuyan el sentimiento de desafección. Solo unas administraciones fuertes y con el músculo suficiente pueden, en alianza estratégica con la sociedad civil y el empresariado, atacar las fuentes de donde procede el mal (la polarización): el aumento de la precariedad económica, de la frustración de expectativas y la sensación de injusticia. 

Solo unas administraciones fuertes y con el músculo suficiente pueden, en alianza estratégica con la sociedad civil y el empresariado, atacar las fuentes de donde procede el mal.

La alternativa es quedar condenados a que nuestras democracias desaparezcan en medio de una oleada populista y demagógica.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Rogelio Núñez

Investigador senior asociado del Real Instituto Elcano. Experto en América Latina. Profesor de la Universidad de Alcalá en España.

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