Mecanismos de disputabilidad y pretorianismo
Sudamérica ha experimentado uno de los años más agitados en su historia. Desde la proclamación de Juan Guaidó como presidente provisional de Venezuela, hasta las manifestaciones masivas en Ecuador, Chile y Bolivia, casi todos los países que componen el continente sur han encabezado titulares mediáticos a nivel mundial. Incluyendo Colombia, por haber elegido a la primera alcaldesa de Bogotá.
Con los estallidos, y las elecciones sorpresivas, no faltan los análisis intentando explicar lo acontecido, entre ellos los de mis compañeros Jonatán Lemus en «La crisis en América Latina no es ideológica, pero favorece a la izquierda» y Eduardo Fernández Luiña y su artículo «Una reflexión sobre el drama chileno: La importancia de la batalla de las ideas». Otros simplifican la complejidad de la región en términos binarios de derecha o izquierda: «que las políticas neoliberales fracasaron» o «que los políticos de izquierda buscan perpetuarse en el poder». Y aunque ambas posiciones explican en alguna medida el desenlace de lo ocurrido en Ecuador y Bolivia, se quedan cortas en explicar las causas de la volatilidad política que existe en Latinoamérica.
En este espacio busco agregar a la conversación una explicación alternativa de las causas estructurales que provocan que la región sea propensa a golpes de Estado, manifestaciones violentas y elecciones fraudulentas. Lo han dicho Acemoglu (2012), Robinson (2012), Fukuyama (2008) y Naím (2019): la democracia en Latinoamérica está fundamentada en instituciones extractivas, liderazgos caudillistas, corrupción y economías de productos primarios. Una serie de variables que, combinadas, verdaderamente hacen que la consolidación de una democracia moderna sea una tarea cuesta arriba.
La democracia en Latinoamérica está fundamentada en instituciones extractivas, liderazgos caudillistas, corrupción y economías de productos primarios.
Pero también existen dos enfoques más que no suelen ser tan populares, pero que resultan prioritarios para entender más nuestra región. Me refiero a los mecanismos de disputabilidad y el pretorianismo. Para Pettit (1997), la democracia como se entiende comúnmente está ligada al consentimiento y, casi exclusivamente, vinculada a la elección popular del personal del Estado. Según el autor, la democracia puede entenderse también como un modelo más de disputa —o disenso— que de consenso, por lo que un gobierno será más democrático en la medida en que el pueblo, de forma individual y colectiva, disfrute de la posibilidad permanente de disputar las decisiones gubernamentales. En otras palabras, el único modo que tiene un régimen republicano para garantizar la libertad como no-dominación es con la introducción sistemática de posibilidades de disputar los actos del Estado por parte del ciudadano y que estos sean canalizados dentro de propios procesos institucionales (Pettit, 1997).
Un gobierno será más democrático en la medida en que el pueblo, de forma individual y colectiva, disfrute de la posibilidad permanente de disputar las decisiones gubernamentales.
Por otro lado, el pretorianismo es un concepto que hace alusión a la guardia pretoriana. Esta se encargaba de proteger a los emperadores romanos, pero con los años adquirió una influencia política indebida. En la región, hemos visto de manera continua la influencia que han tenido los grupos militares en la continuidad o cese de regímenes caudillistas. Parece que el poder militar nunca ha estado subordinado al poder civil, sino que siempre ha permanecido como un actor autónomo, vigente y con relevancia dentro de la política.
En Latinoamérica, nos sobra pretorianismo y nos falta disputabilidad. La incapacidad del Estado de resolver las demandas por canales institucionales provoca que las discusiones políticas se den en las calles y no en los espacios deliberativos propios de una república; estos son son el Congreso y las cortes judiciales y/o constitucionales. La carencia de estos canales de disputabilidad, la constante relevancia de grupos militares en la política ciudadana así como las variables mencionadas anteriormente, hacen que nuestros países presenten ciclos económicos de estancamiento, proliferación de populismos y tendencias autocráticas (Naím, 2019).
En Latinoamérica, nos sobra pretorianismo y nos falta disputabilidad. La incapacidad del Estado de resolver las demandas por canales institucionales provoca que las discusiones políticas se den en las calles y no en los espacios deliberativos propios de una república.
Bien lo decía Ostrom (1997): «Emperadores vienen y se van; imperios surgen y se caen. Sin embargo, las autocracias como sistemas de gobierno que dependen de un solo centro de la Autoridad Suprema muestran una resistencia sorprendente». Y parece que ese es el caso de la región. Vemos la salida y la entrada de nuevos jugadores y viejos conocidos, que al igual que sus antecesores serán propensos a continuar con dinámicas autocráticas para mantenerse en el poder. Al fin y al cabo, como bien lo ha explicado la teoría de public choice, ese es el incentivo del político.
No obstante, la lección que no podemos dejar pasar es que cada día la élite política es más proclive a actuar de manera autoritaria y la ciudadanía tiene menos herramientas o espacios para responder.
Referencias
- Acemoglu, D and Robinson, J. (2012). Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity and Poverty. London. Profile Books LTD.
- Fukuyama, F. (2008). Falling Behind: Explaining the Development Gap Between Latin. Oxford: Oxford University Press.
- Naím, M. (6 de noviembre del 2019). Why Latin America Was Primed to Explode. Foreign Affairs. Recuperado de https://www.foreignaffairs.com/articles/central-america-caribbean/2019-10-29/why-latin-america-was-primed-explode
- Ostrom, V. (1997). The Meaning of Democracy and the Vulnerabilities of Democracies. United States. The University of Michigan.
- Pettit, P. (1997). Republicanismo. United States: Oxford University Press.
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