Un vórtice de caos: Haití en el fuego cruzado de caciques políticos, pandillas paramilitares y potencias extranjeras

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Uno de los mayores riesgos políticos en la actualidad es el colapso estatal. En esencia, esto se trata de un Estado fallido, es decir, un país que ya no es capaz de gobernarse a sí mismo y desciende en anarquía. Ejemplos infames de este fenómeno son Somalia y Afganistán. Estos países no solo se vuelven incapaces de velar por sus habitantes, sino que se convierten en una amenaza existencial para sus vecinos al ser el refugio de grupos armados peligrosos. En la actualidad, Haití, el país francoparlante más grande del Caribe, está enfrentando una profunda crisis sociopolítica aunada a una virtual guerra civil entre pandillas vueltas grupos paramilitares. De hecho, el país es considerado como el más frágil de América y ha estado entre los 10 más inestables del mundo por 15 años. ¿Qué explica la actual situación de Haití?

Un país históricamente problemático

Haití fue una colonia francesa fundada inicialmente por piratas que ocuparon un vacío de poder dejado por el Imperio español que controlaba la isla de La Española. Eventualmente, el tercio occidental de la isla se le cedió a Francia y se fundó Haití como una colonia azucarera esclavista. Su independencia siguió el ejemplo revolucionario de su madre patria, pero creando la primera república de exesclavos del mundo. Desde su independencia en 1804, el país se caracterizó por su inestabilidad. Había constantes cambios de régimen que oscilaban entre imperios y repúblicas. Cuando el país se consolidaba, invadía y anexaba a su vecina, República Dominicana, generando así resentimiento permanente entre ambos países. La animosidad entre los vecinos, sin embargo, fue apaciguada por la creciente influencia y eventual ocupación militar de los Estados Unidos de toda la isla a inicios del siglo XX como parte de sus aspiraciones imperialistas en el Caribe. En Haití, esto supuso un periodo de relativa estabilidad. 

Desde su independencia en 1804, el país se caracterizó por su inestabilidad. Había constantes cambios de régimen que oscilaban entre imperios y repúblicas.

Con el retiro de las tropas estadounidenses de la isla y la decreciente intervención no militar en el marco de la Segunda Guerra Mundial, la inestabilidad regresó a la política haitiana. Esta vez, la solución a dicho fenómeno fue la dictadura de la familia Duvalier entre 1957 y 1986. En 1990, el país empieza su camino a la democracia con la elección del presidente Aristide. Este, sin embargo, fue derrocado, solamente para ser restituido a la fuerza por una intervención militar estadounidense. Este personaje y sus aliados, partidarios de la izquierdista teología de la liberación, intentaron concentrar el poder en los 90. Sin embargo, fue derrocado finalmente en 2004. Desde entonces, el país estuvo intervenido por las Naciones Unidas con el fin de pacificarlo y garantizar la democracia. 

La intervención de las Naciones Unidas y el colapso institucional

La intervención de las Naciones Unidas tiene resultados generalmente positivos al garantizar la estabilidad de Haití. Se lograron celebrar elecciones en 2010-2011 y en 2015-2016, asegurando así una transición en el poder relativamente pacífica. Sin embargo, en 2017, bajo la administración de Moïse, se retiraron las fuerzas armadas de paz de la ONU. En 2019, se terminó la intervención directa de las Naciones Unidas, dejando solamente una oficina de asesoría para el país. El fin de la intervención de la ONU llevó a un nuevo surgimiento de violencia en Haití. Además, Moïse, al igual que su antecesor Martelly, aplazó las elecciones con el fin de extender su estancia en el poder. La crisis se recrudeció con el asesinato del presidente Moïse el 7 de julio de 2021, ya que no se tenía claro quién debería sucederlo en el poder. Esto llevó al surgimiento de facciones políticas en competencia. 

El primer aspirante al poder era el primer ministro Joseph. Él acababa de ser destituido por Moïse como primer ministro, pero su reemplazo no fue juramentado antes del magnicidio. Por ende, muchos veían su sucesión como ilegítima. Entre sus opositores estaban el ministro Henry, quien era el primer ministro designado, pero sin juramentar. La presión internacional y los disturbios a nivel local llevaron a la renuncia de Joseph y al ascenso de Henry. El nuevo primer ministro pronto enfrentó acusaciones de haber confabulado en el asesinato del expresidente Moïse. Despidió a los encargados de dichas investigaciones. Además, insiste en que debe quedarse en el poder como Gobierno de transición hasta que se celebren elecciones que él mismo retrasa. Al mismo tiempo, el defenestrado Joseph creó su propio partido político para presionar desde fuera del Estado. Paralelamente, el presidente del Senado Lambert —cuyo poder se acabó porque los mandatos de los senadores expiraron ante la ausencia deliberada de elecciones— organizó el llamado Acuerdo Montana. Este plan para crear un Gobierno de transición propuso un presidente tecnocrático interino. Esta acción de la sociedad civil palidece en comparación con la virtual guerra civil entre pandillas en el país. 

Además, insiste en que debe quedarse en el poder como Gobierno de transición hasta que se celebren elecciones que él mismo retrasa.

¿Pandillas o ejércitos de mercenarios?

Desde 2020, Haití ha visto la expansión prácticamente militar de «pandillas». Estas, que nacieron en los barrios pobres de las ciudades principales, ya no son simplemente bandas criminales menores, sino que son grupos armados paraestatales. Estos grupos tienen aspiraciones políticas y militares evidentes. Por ejemplo, un grupo llamado 5 Secondes tomó la Corte Suprema de Haití por la fuerza. De manera más relevante, los grupos innovaron al crear confederaciones. Así, las 200 pandillas existentes se concentraron mayoritariamente en dos frentes: el G9 y el G-PEP. Esto supone una violencia más específica y eficiente dirigida a enemigos claros. El enfrentamiento entre ambas confederaciones ha llevado a atrocidades de guerra, como la violación sistemática y terrorista de niñas y mujeres, el reclutamiento forzado de niños como soldados y ejecuciones en la calle. Al presente, controlan más de la mitad del territorio haitiano, así como infraestructuras clave, como puertos y las entradas a las ciudades principales. Además, tienen redes clientelares basadas en la distribución de comida o combustible —a veces hasta robados de la propia ONU— en un país cada vez más pobre y hambriento. Los haitianos protestan contra estas condiciones, pero esto solo aumenta la violencia e inestabilidad. 

Una interpretación del conflicto es que, ante el colapso institucional del país, surgen facciones armadas que en anarquía compiten por el control del territorio. Un análisis más detallado de las conexiones de estos grupos, sin embargo, pareciera indicar que estas confederaciones de pandillas son brazos armados de grupos de poder político. Esta estrategia de poder la empezó Moïse al aliarse con Chérizier, el líder pandillero que eventualmente crearía el grupo G9. Esta confederación de grupos armados mantiene sus vínculos con Henry. Por su parte, el G-PEP es aliado de la oposición haitiana, específicamente de las facciones de izquierda vinculadas al expresidente Aristide que regresó al país en 2021. Debe reconocerse, no obstante, que estos grupos no siempre cooperan con sus aliados políticos. De hecho, el G9 bajo Chérizier se está perfilando como un grupo revolucionario independiente y antisistema. Además, las pandillas miembros cambian su afiliación con relativa facilidad y hay guerras entre miembros confederados. 

Un análisis más detallado de las conexiones de estos grupos, sin embargo, pareciera indicar que estas confederaciones de pandillas son brazos armados de grupos de poder político.

Una comunidad internacional ambigua

Si los actores políticos internos de Haití están divididos, lo mismo se puede decir de los actores internacionales. El Grupo Central es el grupo de países y organizaciones internacionales que han influenciado mucho en el país desde la intervención de la ONU. Está compuesto por Estados Unidos, Francia, Alemania, España, Canadá, Brasil, la ONU y la OEA. Este grupo fue responsable por la intervención militar y la asesoría al Gobierno. De hecho, el primer ministro Henry llegó al poder por presión de este grupo. Sin embargo, en 2022, este grupo no apoya decididamente a ninguna facción. Apoyando una «solución haitiana», el grupo no ha retirado su apoyo al cuestionado Henry, pero tampoco respalda decididamente al Acuerdo Montana. Además, no se aspira a una nueva intervención militar para debilitar a las pandillas. 

Afuera del Grupo Central, existen otros países importantes que inciden en el caos político haitiano. Un caso de corrupción de la venezolana Petrocaribe contribuyó al alzamiento contra Moïse. Una investigación en Colombia impulsó las acusaciones contra Henry de haber incidido en el magnicidio de Moïse. República Dominicana, la eterna enemiga de Haití, está construyendo un muro para aislar a Haití y persigue violentamente la migración haitiana con el pretexto de contener la expansión de las pandillas. Adicionalmente, acusaron a Joseph infundadamente de tener vínculos con los criminales. Países caribeños que reciben migrantes, como las Bahamas, aspiran a negociar directamente con las pandillas para prevenir los flujos migratorios, ignorando tanto al Gobierno como a los otros grupos políticos. Finalmente, Aristide tuvo su refugio en Cuba, mostrando los vínculos políticos del expresidente. 

República Dominicana, la eterna enemiga de Haití, está construyendo un muro para aislar a Haití y persigue violentamente la migración haitiana con el pretexto de contener la expansión de las pandillas.

Un vórtice de problemas agente-principal

La apremiante situación en Haití es el resultado de la divergencia de intereses de varios actores en un escenario de alta incertidumbre. Una herramienta que ayuda a entender la proliferación de estos actores enemistados es el problema agente-principal. En esencia, un actor escoge a otro actor para delegar ciertas responsabilidades. Sin embargo, esta delegación no garantiza que el interés del principal —quien delega— sea cumplido por el agente —a quien se le delega responsabilidad— al tener sus propios intereses.  

El primer caso es el de los primeros ministros. Cuando el presidente asesinado cambió a la persona en el cargo, se creó un conflicto sobre quién legítimamente debía sucederle. Esto llevó a conflictos internos que causaron que se recurriera a soluciones extraestatales para llegar a una solución. Para eso, los líderes políticos delegaron responsabilidades de poder en los grupos armados. Estos, sin embargo, no cumplen el interés de los líderes. Algunas pandillas quieren el poder para sí mismos, mientras otras expolian a la ciudadanía. Ante este escenario, los países extranjeros no saben a quién escoger para pacificar el país. Las grandes potencias no se deciden por un solo agente, por lo que apoyan dos que tienen intereses conflictivos. Algunas potencias locales atacan los agentes de otros países, incentivando a que exista más conflicto. En este enredo de problemas de agente-principal, una solución local a la situación se ve poco factible. Si se basa en la historia, solo la intervención militar directa o un hombre fuerte pueden estabilizar el país. 

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Luis Carlos Araujo Quintero

Estudiante del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales. Ferviente creyente de la moderación y del respeto a las reglas justas y correctas. Defensor de la libertad en todas sus dimensiones. 

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