El retroceso democrático a manos de las autocracias camufladas
El presidente Joe Biden, desde que asumió en enero de 2021, se refirió en varias oportunidades a la cuestión de la “batalla” entre las democracias y las autocracias. Sin embargo, el que lo haya hecho en el Capitolio, el 28 de abril, durante el discurso presidencial anual ante senadores y congresistas, es una señal de la relevancia que el tema ha tomado en la política pública de la principal potencia mundial.
En dicho discurso, Biden describió expresamente al presidente chino Xi Jinping como un autócrata y, además, habló en estos términos: «los adversarios de los Estados Unidos, los autócratas del mundo…. no ganarán el futuro, nosotros lo haremos». Un mes atrás, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, también el presidente había dicho que «en muchos lugares, incluyendo Europa y EE. UU., el avance de la democracia está en peligro».
En el debate académico, el tema de las autocracias se analiza desde hace más tiempo, unos veinte años. Quizá uno de los libros de divulgación que ha tenido mayor impacto sobre la cuestión es Cómo mueren las democracias —publicado en 2018— de los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt de la Universidad de Harvard.
¿Qué es una autocracia?
Ahora bien, todos entendemos, de manera aproximada, qué es un régimen democrático. Algunas de sus características más relevantes son la competencia electoral y de partidos, y las garantías sobre las libertades civiles, como la libertad de asociación, de sufragio, de expresión. No obstante, ¿qué es una autocracia?
Sería una “nueva” forma de gobierno autoritario; aunque, en realidad, este fenómeno ya sucedió en el período de “entreguerras” en el siglo XX con el nazismo alemán y el fascismo italiano. Mientras que en décadas pasadas las fuerzas políticas autoritarias intentaban llegar al poder mediante un “golpe de Estado”, ahora lo hacen utilizando las herramientas de la democracia —ganando elecciones— para ir socavando esta.
Lo hacen de manera pausada, lenta, cambiando de a poco las reglas de juego y terminando por liquidar aquellas instituciones que son la marca registrada de un régimen democrático: las elecciones limpias, las libertades civiles y la división de poderes. Ejemplos de ello se encuentran en Rusia, Venezuela y Nicaragua. La toma del poder por la fuerza —después de la caída del imperio soviético y los regímenes comunistas— no tiene buena prensa en el mundo, por lo que hubo que cambiar la metodología de “asalto” al Gobierno.
Los datos
Vamos a los datos. Se pueden utilizar tres fuentes al respecto: el Instituto V-Dem, que es quizá el que hoy día cuenta con la base de datos más amplia sobre el tema; Freedom House, a través de su reporte anual, y el Democracy Index de la revista The Economist. Los tres coinciden en sus mediciones: la cantidad de los regímenes democráticos ha venido en retroceso en el siglo XXI.
Tomemos los datos de V-Dem. El Instituto divide a los países en cuatro categorías: las democracias electorales, las democracias liberales, las autocracias electorales y las autocracias cerradas —sin elecciones—. Veamos la evolución en el mundo de dichas categorías:
Las democracias —electorales y liberales— alcanzaron un registro de 92 países en 2020, mientras que las autocracias —electorales y cerradas— sumaron 87 países. Como consecuencia que la India ha pasado a ser una autocracia —electoral— en 2020, casi el 70 por ciento de la población mundial hoy vive bajo dicho régimen.
Visto desde una perspectiva histórica, el mundo hoy tiene menos autocracias que hace cinco décadas —122 versus 87—; pero, desde 1990, los países con autocracias electorales se han incrementado un 50 por ciento —40 a 62—. También es cierto que hay más democracias hoy que en 1990, pasando de alrededor de 55 a 92 países.
Entonces, ¿cuál es el problema? Según V-Dem, la “tercera ola de autocratización” se está acelerando, con 25 países y el 34 por ciento de la población mundial en ese proceso de retroceso; mientras que el proceso de “democratización” es cada vez menor, alcanzando tan solo a 16 países y el 4 por ciento de la población del mundo.
Podemos decir que son demasiadas circunstancias en un período tan breve —20 años— como para haber afectado —¿impulsado?— el proceso autocrático mundial, fundamentalmente, el de las autocracias electorales “disfrazadas” o camufladas de democracias.
Los regímenes “enmascarados”
Retomo un punto mencionado: el que estos regímenes “enmascarados” de democracia que van lentamente abandonando las características de estas últimas podría asemejarse a lo sucedido en el período que va entre la finalización de la Primera Guerra Mundial y el inicio de la Segunda Guerra —1918 a 1939—. En aquella oportunidad, la mayor intervención del Estado en la vida de los habitantes durante la Gran Guerra —1914 a 1918— fue un hecho que se mantuvo con posterioridad a la finalización de esta. A esto se le sumó la Gran Depresión hacia finales de los años 20, que afectó a todo el hemisferio occidental.
Esto tuvo su correlato en el surgimiento de fuerzas políticas antisistema, como el fascismo en Italia y otros países europeos, o el nazismo en Alemania —este último desembocaría en un régimen totalitario—. Ahora bien, ¿qué relación tiene esto con lo que está sucediendo en estas dos primeras décadas del siglo XXI?
En los últimos veinte años, el mundo ha sufrido varias crisis internacionales: el combate al terrorismo, iniciado como consecuencia del ataque a las Torres Gemelas en 2001; la crisis financiera de 2007-2008; y, por último, la pandemia iniciada a principios de 2020 y que aún continúa. A esto se le suma el surgimiento del poder chino a nivel global en materia geopolítica y económica, y el resurgimiento de Rusia después del colapso soviético entre 1989 a 1991. Podemos decir que son demasiadas circunstancias en un período tan breve —20 años— como para haber afectado —¿impulsado?— el proceso autocrático mundial, fundamentalmente, el de las autocracias electorales “disfrazadas” o camufladas de democracias.
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