Los hijos del autoritarismo y la rotación de élites: elecciones en Filipinas en 2022
Las elecciones de Filipinas en 2022 llevan dos apellidos conocidos de regreso al palacio presidencial: Marcos y Duterte. El presidente electo, Bongbong Marcos, es hijo del infame dictador filipino de la Guerra Fría, Ferdinand Marcos, quien fue responsable de violaciones masivas de los derechos humanos y de corrupción millonaria de la mano de su esposa Imelda. Por su parte, la vicepresidente electa, Sara Duterte-Carpio, es hija del actual titular de la presidencia. El mandatario saliente, Rodrigo Duterte, es acusado de crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional por su Guerra contra las Drogas, política de gobierno que ha llevado a ejecuciones extrajudiciales masivas contra civiles filipinos acusados, a veces infundadamente, de ser narcotraficantes y drogadictos. Si bien los hijos no son responsables de los pecados de sus padres, ninguno de los dos mandatarios electos rechaza su legado y hasta lo celebran. Este bagaje político, sin embargo, no parece haber asustado al electorado filipino. De hecho, ambos ganaron sus elecciones con casi 60 % de los votos y debe considerarse que en este país asiático ambos cargos se escogen por separado. ¿Qué explica esta victoria electoral?
El modelo político del sureste asiático y la colonización occidental
Como muchos lugares del mundo, Filipinas es un Estado originado de la colonización europea. En el caso de este archipiélago, España fue la potencia colonial. Sin embargo, antes de la presencia europea, el sudeste asiático era una región con su propio desarrollo político. Mientras que en Europa surgían Estados modernos, el sudeste asiático vio el nacimiento de mandalas. Estos modelos políticos son como ciudades-Estado con un área de influencia basada en relaciones y no en territorio. Este proceso se empezó a dar en las Filipinas, pero fue interrumpido con la conquista. Sin embargo, hay tres regiones culturales y lingüísticas donde surgieron estos modelos políticos: el centro del archipiélago —el cual coincide con las islas Bisayas y el sur de Luzón—, la isla de Mindanao al sur y el norte de Luzón separado por las montañas.
Con la colonización española, el énfasis de esta potencia europea fue el área central del archipiélago. De manos de la presencia europea, nacieron grandes ciudades portuarias en la región, como Manila, la capital, o Cebú. Las regiones sur y norte se mantuvieron al margen de la colonización, conservando su relación con regiones ajenas al archipiélago filipino. El sur preservó la conexión con islas de la actual Indonesia en virtud de la fuerte presencia islámica, mientras que el norte mantuvo sus conexiones con China y Japón, sobre todo en cuanto al comercio. El traspaso colonial a Estados Unidos a raíz de la guerra con España en 1898 no cambió la dinámica de concentración del poder político y económico en la región central, especialmente en torno a Manila.
El traspaso colonial a Estados Unidos a raíz de la guerra con España en 1898 no cambió la dinámica de concentración del poder político y económico en la región central, especialmente en torno a Manila.
La independencia y el surgimiento de nuevas élites
La independencia de las Filipinas en 1946 llevó a la creación de la primera democracia en el Lejano Oriente. Su carácter democrático, como el de la mayoría de estos regímenes en sus inicios, era limitado, tanto de manera legal como en cuanto al poder efectivo. En el caso filipino, las mismas élites «centrales» que dominaron el país en la colonia seguían gobernando. Sin embargo, surgió competencia de regiones tradicionalmente excluidas del poder. El primer reto vino del norte de las Filipinas. La fuerte lucha de esta región contra la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial llevó a su empoderamiento. De hecho, la dictadura de Ferdinand Marcos se puede entender en este contexto. Este guerrillero antijaponés llegó a la presidencia en el marco de un norte controlado políticamente por él y su familia. Una de las maneras en que se perpetuó en el poder, además de cambiar antojadizamente la constitución, fue a través del control de las fuerzas armadas del país. En esencia, la mayoría de las fuerzas y el liderazgo eran de la región de Marcos, garantizado así la lealtad del ejército en virtud de afinidades étnicas.
La Revolución EDSA de 1986 llevó a la caída del régimen de Marcos. Esta, en esencia, supuso la rebelión de las élites antiguas del país. La líder del movimiento, Corazón Aquino, provenía de las familias poderosas de Manila. La caída de Marcos, sin embargo, no supondría la salida de las élites del norte de la política nacional. De hecho, el mayor aliado militar y sucesor de Aquino era primo de Marcos. Hasta la década del 2010, las familias poderosas de la región central de Filipinas dominarían la política del país. Aunque el poder se alternaba entre partidos liberales y conservadores-nacionalistas —algo típico de las democracias del Lejano Oriente—, las élites centrales se mantuvieron en el poder mediante dinastías políticas. De hecho, entre 1960 y 2016, seis de siete presidentes eran parientes: Aquino, madre e hijo; Macapagal, padre e hija, y Marcos —el dictador y el primo que lo traicionó al aliarse con las primeras dos familias—. El único presidente no emparentado fue destituido por Macapagal hija con el apoyo de Corazón Aquino en 2001.
Su carácter democrático, como el de la mayoría de estos regímenes en sus inicios, era limitado, tanto de manera legal como en cuanto al poder efectivo. En el caso filipino, las mismas élites «centrales» que dominaron el país en la colonia seguían gobernando.
Si bien la Revolución EDSA llevó de regreso al poder a las élites centrales a nivel nacional, esta victoria no supuso la eliminación del dominio político de la familia Marcos en la región norte de las Filipinas. De hecho, la esposa y los hijos del dictador dominaron la política regional a partir de los 90, siendo gobernadores, senadores o representantes. Paralelamente, una nueva élite se estaba gestando en el sur del país: los Duterte. Esta familia ha gobernado la principal ciudad sureña, Davao, desde los 90. Políticamente, el sur había sido excluido del poder nacional por ser el escenario de dos levantamientos armados simultáneos: una guerrilla comunista y un movimiento islamista secesionista. La dictadura no logró sofocar los conflictos, mientras que las democracias se tardaban demasiado en negociar acuerdos. En este caos, surge el líder Rodrigo Duterte en los 90. En vez de desmovilizar las fuerzas paramilitares, decidió enlistar a los combatientes en escuadrones de la muerte estatales para matar narcotraficantes, drogadictos, enemigos políticos y civiles inocentes. Pese a sus medios incorrectos, la política del alcalde se volvió popular en el país. Esto lo llevaría a la presidencia en 2016.
El regreso de la élite del norte de la mano de la élite sureña ascendente
Para las elecciones de 2022, Duterte quería que su hija le sucediera como presidente. Sin embargo, se prefirió una alianza con la familia Marcos, dejando a Duterte hija como vicepresidente. Esta alianza fue esencial para poder lograr una victoria efectiva sobre las élites centrales del país. En las elecciones anteriores, los candidatos liberales y nacionalistas propios de las élites de Manila ganaban el poder al ganar la mayoría de distritos en las regiones central y sur del país. Con la alianza de las élites del norte y del sur, se garantizó superar los votos de la región central. Así, esta nueva coalición llega al poder uniendo élites periféricas contra las del centro.
Rotación de élites y grupos de interés
Los resultados electorales en 2022 inauguran una nueva etapa en la democracia filipina. Por primera vez desde 1986, las élites centrales del país y sus aliados no lograron hacerse con alguna de las altas magistraturas del país. Además, el regreso de la familia de la dictadura y la entrada de una nueva familia del sur es novedoso. Para entender mejor este proceso, hay que entender la teoría del elitismo. Autores como Mosca, Pareto y Michels argumentan que la élite es un grupo minoritario que ostenta el poder. A diferencia de la perspectiva marxista que ve la élite como algo malo y expoliador, el elitismo como teoría ve la élite como algo natural que siempre existe. Los grandes cambios en la sociedad se dan a raíz de modificaciones a nivel de las élites. La élite puede ser abierta o cerrada en la medida que acepta nuevos miembros; mientras más abiertas, menos violenta es la transición. Políticamente, las élites se pueden ver como grupos de interés que abogan por avanzar sus intereses en el Estado sobre el cual tienen cierta influencia.
En el caso de las Filipinas, las elecciones pueden ser un indicio de un cambio fuerte por la configuración de las élites. Las élites que habían controlado el país desde la independencia han sido desplazadas del poder, o al menos del Ejecutivo. Esta élite ya fue excluida del poder una vez con la dictadura de Marcos. Sin embargo, lograron asimilar una parte de esta nueva élite para regresar al poder. En 2022, la parte excluida de la élite norteña regresó al poder aliándose con la excluida del sur. Cabe notar que esta nueva élite en el poder tiene implicaciones relevantes para el mundo. Hay pocas probabilidades de persecución de los crímenes de Duterte. Se podría «reescribir la historia» en cuanto a la dictadura en el país. Finalmente, se podría ver un alejamiento de los Estados Unidos con la salida del poder de las élites capitalinas con valores occidentales. El futuro de las Filipinas se definirá en la medida que estas élites logren coexistir entre ellas, ya que sus áreas de dominio tradicional, sus mandalas, ahora chocan dentro del Estado filipino.
En el caso de las Filipinas, las elecciones pueden ser un indicio de un cambio fuerte por la configuración de las élites.
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