El problema del planificador
La semana pasada tuve la oportunidad de cenar con un grupo de guatemaltecos interesados en descubrir cómo aprovechar el valor nutricional de ingredientes ancestrales que se han dejado de utilizar en Guatemala. Analizamos la oportunidad que el cultivo, el consumo y la comercialización de estos representa para las áreas del país más afectadas por problemas de desnutrición.
No pasó mucho tiempo antes de que alguien sugiriera tocar la puerta de organismos de ayuda internacional, a lo que alguien respondió rápidamente: “Involucrar al Estado o a los organismos internacionales es la receta perfecta para que las cosas no pasen”. Aunque en esa ocasión todos parecieron aceptarlo y entenderlo a la perfección, muchas veces tenemos dificultad respondiendo a la pregunta que subyace. ¿Cómo puede ser que quienes trabajan para acabar con el problema sean el obstáculo para alcanzar la solución? Por un problema de información y un problema de incentivos.
Christopher Coyne en su libro Doing Bad by Doing Good critica la cooperación internacional y la ayuda humanitaria resaltando la incapacidad de la planificación centralizada para generar oportunidades de creación de riqueza. El problema del planificador no es la falta de interés o buenas intenciones, sino la incapacidad que tenemos de centralizar toda la información. En un sistema de mercado, las interacciones entre individuos generan información que son de alguna forma recogida en los precios, y los precios permiten eficientar la asignación de recursos. Es evidente, por lo tanto, que una solución técnica propuesta desde una oficina a muchos kilómetros —y realidades— de distancia no contará con toda la información. No tendrá, especialmente, “el conocimiento de las circunstancias particulares de tiempo y lugar”, algo muy necesario para resolver el problema.
El problema del planificador no es la falta de interés o buenas intenciones, sino la incapacidad que tenemos de centralizar toda la información.
Además de que centralizar la información existente ya es un reto prácticamente inalcanzable, sumemosle que esta es dinámica o está en constante cambio. La información que necesitamos para resolver los problemas económicos viene de las constantes e imparables interacciones entre diferentes individuos, lo cual hace difícil anticiparse a todas las consecuencias de nuestras acciones. Por eso muchas veces hay consecuencias no intencionadas que terminan por afectar negativamente a las mismas personas a las que se intentaba ayudar, como ha sido el caso de la corrupción en muchos países receptores de ayuda en América Latina o África.
La información que necesitamos para resolver los problemas económicos viene de las constantes e imparables interacciones entre diferentes individuos, lo cual hace difícil anticiparse a todas las consecuencias de nuestras acciones.
Finalmente, es importante recordar que el individuo responde a incentivos. Con esto no buscamos juzgar las intenciones del experto, sino reconocer que como “hombre del sistema” tenderá a sobrevalorar tanto la importancia de su especialidad como su capacidad para resolver problemas complejos. Este hombre, aunque es parte de un sistema internacional, responde en cierta medida a los mismos incentivos que el burócrata que describe Maria Isabel Castañeda en este artículo, y buscará mantener el tema vigente y aumentar los recursos de los que dispone para trabajar en él. Visto de otro modo, estaríamos delegando la responsabilidad de acabar con el problema a la persona cuyo trabajo depende de que este siga existiendo.
En otras palabras, un sistema de cooperación internacional dirigido por personas altamente especializadas y que proponen planes ambiciosos de planificación económica puede, efectivamente, ser “la receta perfecta para que las cosas no pasen”.
AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.