Santiago Dussan / / 14 de octubre del 2021

Conciencia criminal: la recomendación de política económica que no se nos había ocurrido

Foto cortesía de Ricardo Arce

Como analistas de política económica, es usual que queramos dar las recomendaciones más sofisticadas posibles. Después de todo, muchos de nosotros contamos con costos hundidos: años de formación académica del más alto grado de sofisticación han refinado nuestros discursos y reducido nuestro auditorio.

Tenemos un afán de poner todo esto a buen uso. Sin embargo, se nos suele olvidar que, en la mayoría de ocasiones, las mejores recomendaciones suelen ser las más sencillas —y lo mismo sucede con aquellas de política económica—.

Medios económicos, políticos y una pregunta

Nuestro afán de superar la pobreza —el estado natural en el que llegamos al mundo— nos sugiere dos formas. Podemos optar por arrebatar por medio de la fuerza lo que otros han producido previamente, debiendo nuestra riqueza a nuestra efectividad con la fuerza y a la pobreza de nuestra víctima, como lo hace el ladrón ocasional y el Estado por medio del cobro de impuestos.

La diferencia entre uno y otro es meramente de grado, en la medida de que aquel del Estado es simplemente robo institucionalizado. Por otro lado, podemos respetar el derecho de propiedad que tienen los demás sobre los frutos de su producción —o apropiación originaria— e intercambiar con ellos, resultando nuestra riqueza de haber hecho la vida de los demás algo marginalmente mejor.

¿Qué medida de política económica se puede adoptar para que florezca el intercambio dentro del proceso de mercado y para que se limite la acción del Estado?

¿Qué medida de política económica se puede adoptar para que florezca el intercambio dentro del proceso de mercado y para que se limite la acción del Estado? Seguramente existen muchas y de distintos grados de sofisticación. En esta oportunidad, propongo una. Advierto que es bastante sencilla y que, por demás, harían de mis años de formación académica algo, por decir lo menos, superfluo. Mi propuesta es crear conciencia criminal.

El «estado»: el resultado de un mayor grado de organización de una banda criminal

El «estado» no se crea para producir medios en beneficio de los individuos. Por el contrario, aquel se crea con el afán de utilizar la fuerza para gobernar a esos individuos y extraer de ellos sus recursos —que previamente han apropiado originalmente o producido—.

La agencia que monopoliza los medios políticos es la única organización dentro de la sociedad cuya ganancia es directamente proporcional a la pobreza que deja atrás. Nace de la conquista y explotación de un grupo de individuos sobre otros. De ahí que demanda que su nombre sea escrito con minúscula. Después de todo, ¿por qué glorificar con mayúscula a una banda de ladrones?

Más temprano que tarde, los conquistadores se dan cuenta de que su forma de vida es bruta, corta y terriblemente violenta, pero, además, de que no está del todo asegurada en el mediano plazo. El grupo de conquistadores se enfrenta al prospecto de que las víctimas se darán cuenta de que existe poco o ningún incentivo para continuar produciendo más allá de su propia subsistencia; puesto que cualquier resultado de su producción será expropiado en el futuro.

Eventualmente, los conquistadores tienen claro que la fuente de riqueza por arrebatar, su sustento, está seriamente comprometida. Finalmente, no teniendo mucho que perder, las víctimas encontrarán más de una razón para defenderse en el futuro.

La agencia que monopoliza los medios políticos es la única organización dentro de la sociedad cuya ganancia es directamente proporcional a la pobreza que deja atrás. Nace de la conquista y explotación de un grupo de individuos sobre otros.

Ante ello, el grupo de predadores experimentará fuertes incentivos para organizarse. Al hacerlo, podrán ofrecer a sus víctimas algo de protección. También, habiendo logrado un determinado grado de organización, limitará el grado de su propia expropiación y protegerá a las víctimas de agresiones de otros grupos de conquistadores. Entre mayor sea la protección que aquel pueda lograr contra otros, mayor será el objeto de expropiación para el grupo. Ambas partes del intercambio involuntario «ganan», en tanto que sus ingresos aumentan. Las víctimas producirán por encima de sus niveles de subsistencia, y la banda de depredadores asegurará hasta cierto punto que la masa de bienes por expropiar se mantendrá en el futuro.

En el caso de que la banda de depredadores logre un aún mayor grado de organización, se puede establecer como un Estado. El interés de lograr ese mayor grado de organización se da porque la banda criminal no puede garantizar un ingreso seguro de la expropiación en el largo plazo. Además, si el robo de la banda criminal es desenfrenado, las víctimas experimentarán aún incentivos débiles de producir más allá de su mera supervivencia.

Como Estado, la banda criminal de un mayor grado de organización podrá asegurarse un ingreso aún más alto, puesto que puede permanecer en un solo lugar y recibir un ingreso más sostenido, en vez de arrebatar una sola vez y moverse a otro sitio. Convirtiéndose en el monopolista de la producción jurídica, a través de la legislación establece lo que podríamos llamar el marco institucional de la depredación. A través de este, se hace la promesa institucional, que consiste en asegurar a las víctimas que habrá reglas para la expropiación y que se proveerá del servicio de seguridad y defensa en contra de otros depredadores competidores —ladrones esporádicos y otros Estados—.

El resultado de ello, según anticiparía ya el Estado, sería una mayor y más sostenida participación de la producción de los agentes del mercado por medio de la fuerza y una mayor propensión a producir por parte de las víctimas, al contar con reglas de expropiación, haciéndola más previsible en el futuro.

Recomendación de política económica: crear conciencia criminal

Creo que debemos notar cómo y en qué medida es un factor determinante del límite que el Estado —como una banda criminal de un grado superlativo de organización— se pone a sí mismo en la plena conciencia del hecho de que tiene por principal medio de consecución de riqueza el robo a gran escala, la extracción involuntaria y forzosa de riqueza por medio de los impuestos —que, si bien se encuentra institucionalizado, robo sigue siendo—.

La ausencia de esta conciencia criminal —reemplazada por la convicción de bondad de sus acciones— hace del agente estatal un elemento mucho más peligroso.

Desde sus más humildes y modestos orígenes, es en el fondo la conciencia plena de permanecer siendo el agente estatal miembro de una gran banda criminal, concurriendo en el «negocio de la expropiación» con vulgares criminales y otras bandas de similar organización —otros Estados—.

Creo que la ausencia de esta conciencia criminal —reemplazada por la convicción de bondad de sus acciones— hace del agente estatal un elemento mucho más peligroso. Porque, de estar los agentes estatales convencidos de ser una fuente importante de bienestar, ¿no será acaso mucho más difuso el límite que se imponen ellos mismos a su gestión? De estar ahí para hacer el bien, según están algunos convencidos, y no para expropiar, ¿por qué poner límite a su propia expropiación? ¿Por qué contenerse?

Mi propuesta entonces es simple, como bien lo anticipé. Como víctimas de la expropiación institucional, creemos conciencia criminal en la mente de los agentes estatales. Se me ocurre, entre otros, no perder cualquier oportunidad, no escatimar esfuerzo alguno, a gritos si es necesario, y por cualquier medio posible, de recordar a los agentes estatales su verdadera naturaleza: criminal.

AVISO IMPORTANTE: El análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor. Las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la UFM.

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Santiago Dussan

Doctor del derecho y profesor de análisis económico del derecho de la Pontificia Universidad Javeriana, Cali

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