El riesgo de un mundo donde la seguridad internacional es un «bien club»: elecciones en Corea del Sur 2022
Las elecciones de Corea del Sur del 9 de marzo de 2022 pasaron desapercibidas por la principal noticia internacional: la invasión rusa de Ucrania. Sin embargo, el regreso de la facción conservadora a uno de los países más ricos de Asia tiene fuertes implicaciones en la seguridad internacional.
En su mayoría, los conservadores surcoreanos tienen dos puntos esenciales en su política externa: la alianza incondicional con Estados Unidos y el rechazo general contra el régimen de Corea del Norte. De hecho, la relación con su vecino del norte es uno de los puntos esenciales del debate político en Corea del Sur. ¿Qué implicaciones tiene la victoria conservadora en Corea del Sur sobre la seguridad internacional?
Las elecciones de Corea del Sur del 9 de marzo de 2022 pasaron desapercibidas por la principal noticia internacional: la invasión rusa de Ucrania.
Una nación partida por esferas de influencia: Corea del Norte y del Sur
Las dos Coreas han sido una de las realidades geopolíticas más relevantes desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Este territorio con una larga historia monárquica independiente cayó bajo el dominio japonés a inicios del siglo XX bajo la égida imperialista de su gran vecino isleño. Cuando el Imperio japonés se rindió al final de la Segunda Guerra, las potencias aliadas de los Estados Unidos y la Unión Soviética invadieron la península coreana. En esencia, EE. UU. se quedó en la mitad sur, mientras que la URSS ocupó el norte.
Entre 1950 y 1953, la Guerra de Corea terminó por definir una nueva frontera siguiendo las zonas de ocupación aliada. Corea del Norte se volvió una dictadura comunista bajo el dominio de Kim Il-Sung con la cooperación tanto de la URSS como de la China comunista recién fundada. Por su parte, Corea del Sur nació como una «democracia occidental» que se volvió una dictadura anticomunista firmemente del lado de Occidente. El origen de los Estados referidos no debe dar a entender que son simples títeres de cualquiera de los bloques de la Guerra Fría; ambos regímenes tenían un fuerte componente nacionalista que justificó sus instituciones internas.
La historia de una dinastía y seis repúblicas
Corea del Norte es comunista, pero no es ni soviética ni maoísta en la tradición china. El líder del partido comunista local, Kim Il-Sung, creó su propia variante del marxismo-leninismo conocido como Juche. Los elementos que diferencian esta corriente de pensamiento son su conservadurismo cultural y su nacionalismo. Los principios de este pensamiento son la independencia política, la autosuficiencia económica y la autodefensa militar. Para justificar eso, se alude a la larga historia imperial del país; se trata de poner al líder comunista como el sucesor legítimo de estos líderes monárquicos del pasado.
Kim Il-Sung se ve como un gran maestro en la tradición confucianista; él es quien lidera los esfuerzos por levantar a su pueblo de la pobreza. Además, aboga por ser un punto medio entre la URSS y China. No es aliado de ninguno, sino un socio situacional de los dos. Esta forma de pensar explica el surgimiento de la dictadura de los Kim hasta nuestros días y su creciente militarismo, ahora nuclear.
Por su parte, Corea del Sur se debatió desde el inicio entre ser una democracia o una dictadura anticomunista. En el lenguaje político coreano, cada «república» coincide con una constitución diferente.
La primera república estuvo dominada por Rhee, el militar que lideró al país en la Guerra de Corea. Las siguientes tres repúblicas se caracterizan por el protagonismo de Park, un líder militar que derrocó a Rhee y se volvía cada vez más autoritario con cada cambio constitucional. Su asesinato llevó al surgimiento de la quinta república, la cual fungió como transición a la plenamente democrática sexta república. El sistema presidencialista surcoreano cumple con la característica de desarrollar un sistema bipartidista.
Elecciones y relaciones: interacción entre las dos Coreas
Antes de la democratización de Corea del Sur en los 90, las relaciones entre ambas Coreas se mantuvieron extremadamente tensas. Ambas partes coincidían en la unificación de la península bajo una sola bandera. El problema es que cada Estado quería liderar el proceso y someter al otro. Hay dos factores que contribuyen a las negociaciones entre Corea del Sur y Corea del Norte: la apertura política del sur y la nuclearización del norte.
En Corea del Sur, los partidos conservadores se oponen a relaciones amistosas con Corea del Norte, mientras que los partidos progresistas abogan por negociaciones bilaterales agradables. Aquí hay que hacer una aclaración. Al decir «conservador» y «progresista» no se entiende lo mismo que en Europa; es más un posicionamiento ideológico relativo. Como en muchos países democráticos del Lejano Oriente, los conservadores son nacionalistas y los progresistas son liberales porque no existen fuerzas relevantes de izquierda (con la posible excepción del Partido de la Justicia), laboristas o socialistas, que ocupen el área progresista para estándares europeos.
Hay dos factores que contribuyen a las negociaciones entre Corea del Sur y Corea del Norte: la apertura política del sur y la nuclearización del norte.
Esto se debe al rechazo de la izquierda en Japón, Taiwán y Corea del Sur por sus conflictos geopolíticos directos con enemigos comunistas como China. Los conservadores en Corea del Sur dominaron la política en los 90 al estilo japonés, pero ya en el nuevo milenio se alternaron en el poder con fuerzas de oposición. La relevancia de esto radica en que, cuando los conservadores gobiernan, es poco probable que se logren acuerdos con Corea del Norte.
Nuclearización y posible guerra: ¿algo regional?
El segundo punto esencial de las relaciones intercoreanas es la vocación nuclear de la dictadura del norte. Alineado con sus ideas de autodefensa militar e independencia, la dictadura comunista de los Kim abogaba por el uso de energía nuclear.
En los 90, el debate giraba en torno a si el país podía desarrollar las capacidades nucleares alegando fines pacíficos. Sin embargo, siempre se sospechaba su uso armamentístico. Este último miedo se materializó a inicios de los 2000, ya que el país se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear —ley internacional que prohíbe la creación y uso de armas nucleares— y empezó a buscar activamente armas nucleares. Paralelamente, el país desarrolló un fuerte elemento militar balístico. Así, podía mandar ojivas nucleares en misiles a lugares tan lejanos como Estados Unidos.
La asunción del tercer dictador en la dinastía de Corea del Norte en 2012, Kim Jong-Un, exacerbó estas tensiones históricas. Él impulsó fuertemente los programas nuclear y balístico, aumentando así el riesgo de guerra. Se podría pensar que una guerra entre las Coreas sería un asunto interno. Sin embargo, esto está lejos de la realidad. Los Tratados de Seguridad Colectiva son una garantía legal que arrastrarían a grandes potencias a una guerra peninsular. Estados Unidos está comprometido a defender a Corea del Sur y a Japón de cualquier ataque. A su vez, China está comprometida a proteger a Corea del Norte si es agredida. Qué supone precisamente una agresión está abierto a la interpretación, por lo que un error de cálculo de cualquiera de las dos Coreas podría sumir al Lejano Oriente en una guerra masiva.
¿Repetición de la historia o reconceptualización de la seguridad internacional?
El escenario presentado aquí invita a pensar en paralelos históricos, aunque esto siempre puede ser peligroso e impreciso. La Primera Guerra Mundial surge precisamente por este tipo de acuerdos de seguridad, aunque en la época eran más alianzas monárquicas. Una guerra entre Serbia —el Estado «equivalente» a Corea del Norte en la comparación— y Austria arrastró a Rusia al conflicto en defensa de la primera, lo que obligó a Alemania a intervenir del lado austriaco. Así, este mecanismo incluyó a todas las grandes potencias del continente en la guerra que terminaría por destruir el dominio europeo sobre el planeta.
Una aproximación más moderna sería el considerar la seguridad internacional como un bien club. Al hablar de seguridad nacional, es normal explicarlo como un bien público. No se puede excluir a nadie de su consumo porque no se le puede asignar un pago y tampoco el consumo de uno reduce el consumo de otro. Si las Naciones Unidas funcionaran perfectamente, esta idea del bien público podría aplicarse a la seguridad internacional. Sin embargo, las asimetrías de poder entre Estados y sus intereses antagónicos hacen de este fenómeno un bien club.
La frontera coreana es uno de esos posibles puntos de quiebre del sistema mundial internacional como se conoce.
En otras palabras, se puede excluir a los demás de su consumo, pero una vez se paga el precio de entrada, su consumo es ilimitado. El «precio» a pagar es el compromiso de defensa. El ser parte de una alianza militar, sobre todo con una potencia como Estados Unidos, normalmente sirve para disuadir ataques de enemigos. Al menos ese modelo fue el preponderante en el mundo durante la Guerra Fría.
En un mundo más multipolar como el moderno, y, por ende, propenso al conflicto, la existencia de tantos «clubes» de seguridad internacional puede no ser disuasión, sino el gatillo que arrastra varias potencias a la guerra. La frontera coreana es uno de esos posibles puntos de quiebre del sistema mundial internacional como se conoce. No se pretende argumentar que un Gobierno conservador en Corea del Sur vaya a generar una guerra. Solo se quiere resaltar el aumento de probabilidades de un conflicto por la adversidad política renovada entre dos Estados que se reparten una sola nación étnica.
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