El doble reto a la consolidación democrática latinoamericana
El inicio de 2023 se ha caracterizado por la inestabilidad política de Sudamérica, destacando los casos de Perú y Brasil. En el país andino, se produjo un intento de golpe de Estado por parte del presidente Castillo, quien buscaba concentrar el poder frente a un congreso hostil, lo que provocó una sublevación en el sur del país contra su sucesora constitucional. Por otro lado, el gigante sudamericano experimentó la toma violenta de las instalaciones de los tres poderes del Estado por una turba que exigía un golpe de Estado militar tras la derrota electoral del expresidente Bolsonaro. Estas elecciones son consideradas fraudulentas por aquellos que no apoyan al actual presidente Lula. Ambos eventos plantean la necesidad de investigar el estado de la democracia y su consolidación en Latinoamérica. ¿Cuál es la condición de la democracia en el continente?
En esencia, la democracia en América no está consolidada debido a un problema de acción colectiva. A pesar de ser beneficiosa para la mayoría, existe una gran apatía hacia el régimen. Al mismo tiempo, los grupos de interés más activos tienen objetivos autoritarios y actúan como una minoría organizada para tomar el poder.
La democratización de Latinoamérica y los paralelos históricos
Para estudiar las democracias liberales, es necesario definirlas. En este trabajo, nos referimos a un tipo de régimen con características republicanas en la administración pública, democráticas en la elección libre y competitiva de las autoridades, y liberales en la defensa de los derechos individuales como garantías mínimas contra el poder. Bajo esta definición, los regímenes de Europa, Norteamérica y el Pacífico son considerados democracias liberales.
Tras el final de la Guerra Fría, los regímenes autoritarios anticomunistas y militares de Latinoamérica transitaron hacia la democracia. En esencia, las élites gobernantes permitieron la competencia por el poder y se abstuvieron de violar los derechos individuales. Esto es relevante en el corto plazo. Sin embargo, en el largo plazo, es necesario estudiar la consolidación de la democracia como indicador de la permanencia y profundización del nuevo sistema.
La consolidación de la democracia se entiende como la aceptación generalizada de la democracia liberal como el único sistema político viable y correcto, lo cual implica el rechazo de cualquier forma de autoritarismo. Esta consolidación se mide de dos maneras: mediante el compromiso de las mayorías con la democracia y el compromiso de las élites gobernantes.
Un problema crónico de Latinoamérica desde su transición hacia la democracia es la apatía de la población hacia el régimen establecido. Aunque existen minorías significativas de la población que apoyan al autoritarismo, la indiferencia de la mayoría es más preocupante, ya que a la mayoría le resulta indiferente vivir en democracia o autoritarismo. Por lo tanto, la democratización del continente después de la Guerra Fría se puede atribuir principalmente a las élites locales presionadas por Occidente para abandonar el autoritarismo. Aunque existen pocas bases sociales sólidas, aquellos en el poder están comprometidos con la democracia.
Un desarrollo importante de las democracias latinoamericanas en la tercera ola de la democratización es el sufragio universal. Con esta política, grupos antes excluidos del juego político, como indígenas y clases económicas bajas y medias-bajas, pudieron entrar y participar en la competencia por el poder. Si bien es generalmente aceptado que el sufragio universal es «lo correcto» y que ninguna democracia liberal moderna podría existir sin él, el establecerlo supone un reto a nivel social. Implica el surgimiento de nuevas corrientes políticas que, al ser ajenas a las élites tradicionales del poder, pueden resultar subversivas e incluso antidemocráticas.
Por ejemplo, en Europa, la introducción gradual del sufragio universal condujo al empoderamiento de las clases más bajas. Esto se manifestó políticamente en el surgimiento de partidos políticos de masas, tanto socialistas como nacionalistas, que debilitaron la defensa de los derechos individuales y la transición pacífica del poder. De hecho, estas ideologías fueron responsables de los grandes autoritarismos europeos del siglo XX. Evidentemente, existen otros factores explicativos. En Norteamérica y Oceanía, el sufragio universal no condujo a autoritarismos. No obstante, no se puede obviar el irónico efecto del sufragio universal en el surgimiento de ideologías antidemocráticas en sistemas recientemente democratizados.
Perú: el avance del indigenismo golpista
La actual crisis en Perú puede ser definida políticamente como un ataque del indigenismo contra la democracia peruana. Este país andino no es ajeno a problemas con la democracia liberal. De hecho, Perú fue el país que interrumpió la tendencia hacia la democratización en el continente con el golpe de Estado de Fujimori en 1992. Aunque se logró restablecer la democracia en el año 2000, el régimen ha enfrentado crisis desde 2016 debido al escándalo de corrupción de Odebrecht, que ha involucrado a prácticamente todos los presidentes electos durante la democracia. En este contexto, Pedro Castillo, líder de un partido comunista indigenista, ganó las elecciones en 2021. Sin embargo, su primer año de gestión estuvo marcado por 7 acusaciones penales de corrupción. En un intento por contener la crisis, el presidente replicó las acciones de Fujimori: cerró el Congreso, algo legal en Perú en ciertos casos pero arriesgado políticamente, y tomó el control del poder judicial mediante el Estado de emergencia. El Congreso actuó rápidamente destituyéndolo y nombrando a su vicepresidente Dina Boluarte como presidente interina. Esta acción provocó un levantamiento en el sur de Perú, una región mayoritariamente indígena, principalmente de la población quechua y aymara. Exigen la renuncia de la presidente interina mediante paros y y se han registrado actos de violencia generalizada en esta región del país. También hay protestas masivas que buscan tomar Lima, la capital, lideradas en algunos casos por el golpista indigenista Antauro Humala.
Esta situación en Perú representa el último capítulo de la turbulenta relación entre el indigenismo y la democracia latinoamericana. Esta ideología surgió en los años 90 como un supuesto vehículo de la participación indígena. Es importante distinguir entre ser indígena e indigenista. Ser indígena implica una pertenencia étnica y cultural real dentro de un grupo específico. Ser indigenista es ver a los indígenas como una clase oprimida que debe llevar a cabo una revolución contra la élite blanca-mestiza opresora para liberarse.
En estos partidos, también militan individuos no indígenas. Claramente, este discurso tiene fundamentos marxistas dentro del marco de conflictos étnicos. En términos económicos, sus políticas son comunistas, promoviendo la expropiación de tierras y la abolición de la propiedad privada. Uno de los primeros casos de indigenismo ideológico fue probablemente el pensador comunista Mariátegui en Perú. La primera manifestación política importante fue la sublevación zapatista en Chiapas en los años 90.
Sin embargo, el mayor éxito del indigenismo ha sido electoral gracias al nuevo electorado de clase económica baja, que suele coincidir con el electorado indígena debido a razones históricas. Esta ideología es responsable de la regresión democrática en Bolivia con Evo Morales, y en menor medida en Ecuador con Correa, desde el 2000.
Grupos subversivos como CODECA en Guatemala y la CONAIE en Ecuador tienen partidos políticos que respaldan sus actividades ilegales. De hecho, la CONAIE fue responsable del paro nacional en Ecuador en 2022, que casi derrocó al presidente Lasso. Los paros nacionales en Colombia y Chile, que fueron factores que contribuyeron a la elección de Petro y a la constituyente chilena respectivamente, fueron liderados en parte por organizaciones indigenistas.
La administración de Castillo en Perú representaba el riesgo de una concentración de poder al estilo de Bolivia. De hecho, se considera que existen fuertes vínculos entre Morales y Castillo. Ante el bloqueo institucional, Castillo intentó tomar el poder pero fracasó. En respuesta, sus aliados están adoptando estrategias similares en Ecuador y Colombia para tomar el poder, utilizando la violencia localizada.
Brasil: el primer golpe de ultranacionalismo neopentecostal
El nuevo gobierno del presidente Lula de Silva en Brasil se ha enfrentado a un ataque sin precedentes en la historia del país. Un grupo violento de simpatizantes del presidente saliente Bolsonaro invadió la sede de los tres poderes del Estado brasileño con el objetivo de provocar un golpe de Estado militar contra el presidente Silva, al que acusan de haber ganado las elecciones con fraude sobre Bolsonaro. Este ataque fue el punto culminante de bloqueos y protestas masivas en todo el país por parte de simpatizantes de Bolsonaro desde que perdió las elecciones. Aunque no hay evidencia de apoyo militar, se cree que exministros de Bolsonaro relacionados con la justicia y la policía pudieron haber conspirado contra el presidente actual para usar la protesta como una fachada para perpetrar un golpe de Estado. Aunque Bolsonaro condenó la protesta, existe evidencia que lo vincula al ataque, tras el cual pretendía promulgar un decreto de emergencia nacional. El movimiento sigue activo y se legitima en un discurso anticomunista difundido por iglesias neopentecostales.
Es difícil identificar la corriente ideológica autoritaria de Bolsonaro al no estar plenamente estructurada. Sin embargo, puede encajarse en un fenómeno global ultranacionalista fundamentalista que ha surgido en varios países del mundo. De la mano de las clases bajas, normalmente más conservadoras, nuevos partidos fundados en principios religiosos han logrado volverse poderosos en todo el mundo.
En vez de tomar la religión como inspiración, tienen una política fundamentalista de crear leyes estatales que impongan sus creencias religiosas a todos. Huntington aseguró que la cultura sería el motor del conflicto en el siglo XXI; estos partidos toman la religión como algo cultural para crear un nacionalismo etnoreligioso que contribuye a políticas iliberales.
Ejemplos de estos gobiernos son Modi en India, Orban en Hungría y Erdogan en Turquía. En Latinoamérica, este fenómeno se ha manifestado silenciosamente de la mano de las iglesias neopentecostales. Estas iglesias son un fenómeno nuevo en una región históricamente católica. Desde finales de la Guerra Fría, dos regiones de Latinoamérica han visto una conversión religiosa sin precedentes: Centroamérica y Brasil. En una generación, los países de mayoría católica ahora están prácticamente divididos entre evangélicos neopentecostales y católicos.
Los neopentecostales, conforme han aumentado sus números, han aumentado su peso político. Sus primeros antecedentes son los efímeros golpes de Estado de Ríos Montt y Serrano Elías en Guatemala. Algunas de estas iglesias, conformadas económicamente como empresas millonarias, tienen sus propios partidos políticos en Colombia o Guatemala. En Costa Rica llegaron a la segunda vuelta presidencial en 2022. En Brasil, las dos iglesias más grandes, Universal y Asamblea de Dios, han sido pilares del apoyo social a Bolsonaro. Aunque anteriormente los pobres solían votar por la izquierda populista en busca de beneficios económicos, ahora se han convertido en actores creyentes de este emergente autoritarismo.
Los diputados evangélicos conforman una bancada «transpartidaria» que representa aproximadamente el 40% del Congreso brasileño, votando como bloque en lugar de por partido. Este movimiento en Latinoamérica ha impulsado leyes que han sido percibidas como discriminatorias hacia homosexuales, mujeres y grupos no religiosos. Además, se ha observado una inclinación hacia la apología de la dictadura militar.
Aunque el ejército no está directamente involucrado, su constante invocación refleja una postura que rechaza la democracia en caso de que un partido de izquierda llegue al poder. Un aspecto clave de la democracia latinoamericana es la abstención del ejército de involucrarse en política, algo que no se observa comúnmente en Medio Oriente o el sudeste asiático.
La paradoja de la democracia liberal
Los dos golpes de Estado analizados en este trabajo son solo casos específicos de las tendencias autoritarias más amplias en Latinoamérica. Es importante resaltar que la identificación de estas ideologías no es una crítica hacia la pertenencia étnica indígena o al cristianismo. La diversidad cultural enriquece y fomenta el pluralismo, contribuyendo a la gobernanza local a través de instituciones intermedias legítimas. Por otro lado, la religión puede promover valores morales y servir como inspiración para iglesias que actúan como instituciones intermedias que brindan servicios como salud y educación. El verdadero problema radica en la ideologización de ambos fenómenos sociales, ya que esto limita la libertad individual y socava la democracia liberal. Un sistema auténticamente pluralista como la democracia liberal no puede prohibir estas ideologías y debe permitir su participación, aunque ello pueda poner en riesgo su estabilidad.
Los eventos analizados aquí son un claro indicio de una regresión democrática debido al problema de la acción colectiva. Teniendo en cuenta que la democracia liberal en la región nunca se consolidó debido a la apatía de la población, su único sostén efectivo era el compromiso de las élites con el régimen. Sin embargo, la situación en Brasil y Perú demuestra la penetración de ideologías subversivas en los extremos del espectro político. Existen grupos de interés dentro de la élite que, al acuerpar estas ideologías, rompen el compromiso elitista con la democracia que se había establecido desde los años 90. De esta manera, se corre el riesgo de iniciar o intensificar el retroceso democrático en lugar de contribuir a la consolidación del régimen en el continente.
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